Abri¨® el Mar¨ªa Guerrero
La compa?¨ªa titular del teatro Mar¨ªa Guerrero ha regresado a su hogar casi de puntillas, reponiendo Sombra y quimera de Larra, de Francisco Nieva, bajo la direcci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Morera. Amelia de la Torre, en el papel de la madre, y Pablo Sanz, sustituyendo valerosamente a Guillermo Mar¨ªn, en un duro ?repente?, constituyen las novedades y variantes sobre las representaciones de la pasada temporada. El infortunio f¨ªsico se ha cebado en el buen actor Guillermo Mar¨ªn y le ha impedido presentar su visi¨®n personal de la creaci¨®n de Nieva.Un curioso experimento, como se sabe. En torno a No m¨¢s mostrador, el ?furioso? Nieva ha organizado una interesante visi¨®n del inundo de Mariano Jos¨¦ de Larra, tan atractivo hoy por su agudeza cr¨ªtica, su dolor y su lucidez general. Por otro lado, el texto de Nieva es una propuesta muy v¨¢lida sobre una de las posibles v¨ªas de recuperaci¨®n de textos abandonados en nombre de una consideraci¨®n desde?osa. Con gran subjetividad y profundo fervor el texto de Larra postula una ?situaci¨®n? de Larra m¨¢s que un ensayo biogr¨¢fico o una apreciaci¨®n de su obra dram¨¢tica. La compa?¨ªa del Mar¨ªa Guerrero ha recorrido, con este espect¨¢culo, buen n¨²mero de localidades espa?olas.
Seg¨²n se anuncia la titular del Mar¨ªa Guerrero -¨²nico y ¨²ltimo teatro nacional, sobreviviente de una catarata de desgracias f¨ªsicas, pol¨ªticas, econ¨®micas y culturales- presentar¨¢ pr¨®ximamente el Julio C¨¦sar, de Shakespeare, en la versi¨®n de Juan Antonio Hormig¨®n. Sea bienvenida. Poco puede hacer, con sus humild¨ªsimas disposiciones presupuestarias, la Direcci¨®n General de Teatro. Su titular ha sido franco y honrado en cuantas declaraciones ha hecho. No hay dinero. As¨ª que los teatros ?de papel? deben ser olvidados para un reajuste de medios. Es triste, por decirlo muy suavemente. Ahora el Mar¨ªa Guerrero tendr¨¢ que cubrir su programa y el ?vac¨ªo? del Espa?ol, tan maltratado, tan olvidado, tan humillado. Seguramente si un d¨ªa coloca alguien una airada pancarta en la fachada de la plaza de Santa Ana se decidir¨¢n los mun¨ªcipes a dar una vuelta por el triste local quemado, crucificado y olvidado.
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