Jes¨²s muri¨® en la India o "El retorno de los brujos"
Cuando en 1961 se pubilc¨®, en Francia, por primera vez la revista Planete hoy extendida por todo el mundo con tiradas fabulosas, fueron bastantes las voces responsables que previnieron sobre un fen¨®meno que ya entonces se mostraba como inquietante y que el paso del tiempo s¨®lo ha hecho que confirmar como tal. La UNESCO, llam¨® la atenci¨®n sobre la banalidad intelectual y el pseudocientifismo que hab¨ªa en la revista y en sus publicaciones anexas y, por lo tanto, sobre las enormes consecuencias negativas que para la promoci¨®n intelectual significaba el pretender dar carta de naturaleza cient¨ªfica al mundo de lo irracional, que era en resumen lo que pretend¨ªa Planete. Su animador, monsieur Pawells, que ha conocido en a?os pasados uno de los mayores ¨¦xitos de librer¨ªa alcanzados jam¨¢s con su libro El retorno de los brujos, explicaba, entonces, que Planete se ocupar¨ªa de una ciencia que llamaba ciencia abierta y que sobrepasa la ciencia experimental y racional. Y no ten¨ªa incluso escr¨²pulo alguno en recurrir a Teilhard de Chardin para legitimar, con unas palabras de este, de muy otro sentido, el lenguaje esot¨¦rico y pseudopo¨¦tico y el talante ?c¨®smico? y ?planetario? de Planete: ?A la escala de lo c¨®smico, solamente lo fant¨¢stico tiene posibilidades de ser verdadero. ?Pero como Planete fue un ¨¦xito y en nuestra civilizaci¨®n teconol¨®gica es evidente el hambre y la nostalgia de lo mist¨¦rico e irracional, han proliferado despu¨¦s publicaciones y m¨¢s publicaciones del mismo sentido. En ellas, la magia, lo ins¨®lito, lo raro, lo inexplicable y una cosa que a veces suelen llamar espiritualismo y que es una amalgama de yoga, pseudocristianismo, budismo, zen, zoopsicolog¨ªa y parapsicolog¨ªa constituyen la parte del le¨®n, y el resto es con frecuencia ¨²nicamente fraude revestido de oropeles y prestigios para deslumbrar al lector corriente. ?No es a Planete a donde iremos a buscar luces y directivas para responder a los problemas tan graves que nos plantea nuestra civilizaci¨®n?, escrib¨ªa el padre Russo, entre ir¨®nico y despectivo y pensando naturalmente en el nivel intelectual de te¨®logos o cient¨ªficos en que ¨¦l se mueve. Y ten¨ªa y sigue teniendo raz¨®n, pero el gran p¨²blico sigue ofrecido e inerme ante todas las fascinaciones y quiz¨¢ como ante ninguna otra, ante la fascinaci¨®n y la estafa intelectuales. En el plano concreto de lo religioso, por lo dem¨¢s, en un catolicismo de corte voluntarista, popular y antintelectual como el nuestro lo ha venido siendo secularmente, el cat¨®lico medio, salido apenas del universo del Astete y del tranquilizador principio de ?Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que sabr¨¢n responder?, se encuentra enfrentado a toda la problem¨¢tica del mundo moderno e incluso a todo el mareante abanico de opiniones de la m¨¢s baja industria editorial o period¨ªstica y no sabr¨¢ qu¨¦ hacerse. Porque tampoco se le ha ense?ado a discernir, y si hay un plano en el que se encuentra totalmente desin formado es en el de los problemas intelectuales conectados con su fe.
El remedio a todo esto hab¨ªa venido siendo el no leer o, mejor a¨²n, el imperio de la censura, pero los frutos van a ser letales. ?Qu¨¦ va a pensar, por ejemplo, ese cat¨®lico medio de un titular de una reciente publicaci¨®n que desde su coloreada portada le asegura nada menos que ?Jes¨²s vivi¨® y muri¨® en la India?? Es seguro que eso le parecer¨¢ toda una ?revelaci¨®n?, y, si luego pasa sus ojos por los titulares del art¨ªculo en cuesti¨®n se encontrar¨¢ con que va a leer una ?historia prohibida?: ?La tumba de Jes¨²s se halla en el lugar exacto en que expir¨® el Mes¨ªas?, que fue en Cachemira, y que ?en Cachemira vive un descendiente directo de Jes¨²s?. Mucho me temo que ese, cat¨®lico medio va a sentirse irritado o conturbado de alguna manera: ayuno como se le ha tenido -incluso s¨ª se trata de un cristiano de cultura en cierto sentido relevante en otros aspectos- de todos los problemas de hermen¨¦utica b¨ªblica, de historia de las religiones y de los problemas mismos que plantea el Jes¨²s hist¨®rico, este cristiano medio ni formado ni informado puede muy bien sentir que el suelo cede bajo sus pies; y oscila entre lo tr¨¢gico y lo c¨®mico que precisamente tenga una experiencia as¨ª por una raz¨®n como esta de un reportaje period¨ªstico. Aunque este reportaje period¨ªstico, que ofrece el resumen de un libro sobre el mismo tema, sea ciertamente singular: nunca jam¨¢s, ni siquiera para uso de la propaganda antirreligiosa m¨¢s ramplona y politiquera se ech¨® mano de una ?historia? tan rocambolesca y peregrina, quiz¨¢ porque en ¨²ltimo t¨¦rmino hasta en el plano de esa propaganda se quer¨ªa estar en el plano de lo racional, y, en el caso de esta ?historia india?, se est¨¢ en el plano de lo mist¨¦rico e irracional, del ?mundo de lo desconocido?, que, sin, embargo, queda en seguida ?clarificado? con una contundencia admirable. Folletos memorables de otras ¨¦pocas como ?Jesucristo no ha existido nunca?, resultan, comparados con estas serias investigaciones de los ?misterios de nuestro mundo verdaderamente irresolutos y casi abstractos; por lo menos eran hijos de una cierta lucha antirreligiosa y no enga?aban a nadie, aunque Unamuno se lamentaba muy amargamente de que con libelos de ese estilo se estuvieran rellenando precisamente, las bibliotecas populares. Esto hac¨ªa que desmayase su fe en la difusi¨®n de los libros y que le asaltase la duda de ?si ser¨¢ el mejor camino el de ense?ar a leer y que lea la gente?.
Lo que se desear¨ªa, por el contrario, es que se hubiera le¨ªdo con seriedad siquiera lo suficiente como para haber instalado un cierto s¨®lido cartesianismo en las cabezas que las tornase inmunes a todo asalto contra la raz¨®n. Lo que se desear¨ªa es que el cat¨®lico medio hubiera saludado de alguna manera los grandes problemas del Jes¨²s hist¨®rico, incluso a a puro nivel racionalista, porque este nivel de discusi¨®n mismo le habr¨ªa dado el discernimiento suficiente como para saber a qu¨¦ atenerse, siquiera en punto a verdadera seriedad cient¨ªfica respecto a estos asuntos. Lo verdader¨¢mente tr¨¢gico y muy decidero, por lo dem¨¢s, acerca de la menesterosidad intelectual de nuestro cat¨®licismo es que, en este a?o de la muerte de Rudolf Bultmann, una figura gigante en este plano de la cr¨ªtica hist¨®rica en torno a Jes¨²s, el cat¨®lico medio anda todav¨ªa con cuentos ?apolog¨¦ticos? baratos como La Biblia ten¨ªa raz¨®n o escandalizado y perplejo con estos mist¨¦ricos descubrimientos de que Jes¨²s no muri¨® en la cruz, sino en cachemira: de viejecito y como un venerado gur¨².
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