Catalunya y su escuela
En este siglo, Catalunya ha trabajado para alcanzar y ha llegado a conseguir casi una escuela, un sistema educativo propio. La imagen de esta escuela perdida en una guerra es un componente b¨¢sico de la escuela que ahora se quiere alcanzar.
Este siglo empieza tambi¨¦n entre nosotros con el sistema educativo organizado por el Estado espa?ol, seg¨²n la concepci¨®n fuertemente centralista del sistema educativo franc¨¦s. Todos conocemos su burocratismo, su asimilismo, su pobreza material y su bajo nivel pedag¨®gico. Conocemos tambi¨¦n la red paralela de escuela religiosa, creada al socaire del abandono o de la connivencia del Estado espa?ol; red de fama superior entre el pueblo y que recog¨ªa en sus aulas sin excepci¨®n los hijos de las clases dirigentes La segunda mitad del siglo XIX es en cambio en Catalunya un per¨ªodo de gran movilidad social, econ¨®mica, cultural.
El siglo XX amanece ya con la geograf¨ªa catalana industrial poblada de ateneos obreros, de centro de dependientes, de alianzas populares, de fomentos, de centros. No son otra cosa que Instituciones culturales hechas por el pueblo, que trabaja jornadas de doce horas pero que dedica las veladas a estudiar, discutir, cantar, representar, en un movimiento de reacci¨®n ante las propias limitaciones: ?Cada revoluci¨®n perdida es un ateneo que se abre?. Pero es que, adem¨¢s, el pay¨¦s catal¨¢n hace estudiar a alguno de sus hijos, dedica una calle al maestro en muchos pueblos. Toda una capa menestral empieza a cotizar en la ?Associaci¨® Protectora, de l'Ensenyan?a Catalana?. A parece incluso la primera gran cr¨ªtica sociol¨®gica y pedag¨®gica de la escuela burguesa en la pluma y la obra de Ferrer y Guardia. Y el 1904 ve el nacimiento de una primera escuela activa, la ?horaciana?, de Pau Vila, y el 1906, la iniciativa de Bardina, ?l'Escola Catalana de Mestres?, que da un tratamiento entusiasta, catal¨¢n y de b¨²squeda pedag¨®gica a la formaci¨®n del maestro, frente al modelo decr¨¦pito de la Normal.
La segunda d¨¦cada del siglo nos presenta ya la dedicaci¨®n de las entidades locales a la educaci¨®n. Pese a las limitaciones legales —en Espa?a, un zapatero puede poner una escuela, pero un ayuntamiento no puede— ayuntamientos como el de Barcelona inventan el subterfugio de las escuelas al aire libre as¨ª se dota la ciudad de Barcelona con una red de grupos escolares que veinte a?os despu¨¦s, y en plena guerra, ser¨¢ una de las mejores en Europa. La Mancomunitat de Catalunya empieza un trabajo de infraestructura pedag¨®gica, formaci¨®n de maestros en la Escola d'estiu, ev ita pedag¨®gica repartida por todas las escuelas del Principado estudios normales superiores, pol¨ªtica de becas al extranjero, pol¨ªtica de cursos internacionales. La nueva pedagog¨ªa europea desfila por Barcelona: la doctora Montessori, Claparede, Piaget... Despu¨¦s del par¨¦ntesis del Directorio militar de Primo de Rivera, la Generalitat recoge todos los logros anteriores y empieza a montar un sistema educativo catal¨¢n. Existe ya una red de parvularios de gran calidad, as¨ª como la de grupos escolares. Se construye el institut escola de la Generalitat, en adaptaci¨®n del modelo de instituto escuela de la instituci¨®n —a la cual el movimiento pedag¨®gico catal¨¢n debe una influencia y una comprensi¨®n excepcionalmente positivas. Se crea la Escola Normal de la Generalitat: funciona ya la especialidad de pedagog¨ªa en la Universitat Aut¨®noma de Barcelona. Y todos los ni veles del sistema en ¨ªntima relaci¨®n teor¨ªa-pr¨¢ctica: parvulistas ense?ando en la Universidad, catedr¨¢ticos universitarios experimentando en el parvulario.
Cuando estalla la guerra, la Generalitat crea el Consell de l'Escola Novo Unificada, y durante los treinta meses de la contienda el sistema educativo catal¨¢n no solamente se mantiene, sino que se afianza en su base.
Este es el sistema que vimos desmantelar en pocos meses aquel 1939. Este es el sistema que no podemos olvidar y que las actuales alternativas pretenden recuperar ?ganando tiempo perdido?.
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