Frialdad en las Cortes ante el ultimatum al franquismo
Unas Cortes demasiado fr¨ªas para la trascendencia que para ellas supone la reforma pol¨ªtica, asistieron en la tarde de ayer a m¨¢s de tres horas de deliberaci¨®n, durante las que el debate sobre los Principios del Movimiento y sobre la permanencia o no del r¨¦gimen franquista, obtuvieron las m¨¢s altas cotas de atenci¨®n. De los protagonistas de la tarde parlamentaria cabe destacar el autodominio de Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda, la brillantez -con acentos b¨ªblicos a veces- de Blas Pi?ar, la brevedad de Escudero, la contundencia de Fernando Su¨¢rez, la confusi¨®n de Fern¨¢ndez de la Vega y la precisi¨®n de Miguel Primo de Rivera.
El marco del palacio de la carrera de San Jer¨®nimo y el hemiciclo donde se desarroll¨® el primer acto del Pleno de la reforma ofrec¨ªan en la tarde de ayer el aspecto de las grandes solemnidades.La tribuna p¨²blica, que. comenz¨® a llenarse casi una hora antes de que se iniciara el Pleno -mientras el hemiciclo permaneci¨® casi vac¨ªo hasta pocos minutos antes de comenzar-, ofrec¨ªa el aspecto de los palcos y proscenios de un teatro de gala. Se?oras con el inconfundible aire de ser esposas de ministros o de procuradores, ocupaban algunos de los lugares. distinguidos.
A las cuatro y diez de la tarde, se encendieron las luces que permiten upa luminosidad del hemiciclo que recuerda mucho a la de un campo de f¨²tbol. Poco despu¨¦s, algunos de los ocho procuradores que jurar¨ªan su cargo al comienzo de la sesi¨®n, buscaron cuidadosamente el escaflo que les correspond¨ªa por orden alfab¨¦tico.
Diez minutos antes de las cinco, entraron en el hemiciclo los miembros de la ponencia: Fernando Su¨¢rez, Noel Zapico y Bel¨¦n Land¨¢buru. Ya hab¨ªa algunos procuradores en sus esca?os. Uno de los primeros en sentarse fue Gir¨®n, a cuyo esca?o acudieron varios procuradores, con aire de cumplimentarle. Uno de ellos, Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora, llevaba en su mano derecha un ejemplar de El A Ic¨¢zar.
Miguel Primo de Rivera abraza a D¨ªaz-Llanos y saluda a Lamo de Espinosa. L¨®pez Rod¨®, camino de su esca?o, saluda levemente a los ponentes Noel Zapico y Bel¨¦n Land¨¢buru. Y entra ya, dos m¨ªnutos antes de las cinco, el grueso de procuradores, que se saludan entre s¨ª con el mismo afecto de todos los Plenos que en el R¨¦gimen han sido. En ocasiones y de forma muy especial hacia Arias Navarro, cuya tez morena destacaba con la palidez de la mayor¨ªa de sus se?or¨ªas-, las palmadas en la espalda son sonoras.
A las cinco en punto entra el Gobierno, con su presidente, son riente, al frente. El teniente general Guti¨¦rrez Mellado se equ¨ªvoca y se sit¨²a en el banco azul, de donde desciende r¨¢pidamente para volver a subir una vez prestado jura mento. Cuando Torcuato Fern¨¢ndez Miranda pide a los procuradores que se sienten, hay todav¨ªa bastantes claros en los esca?os, mientras en la tribuna de prensa y en la del p¨²blico las apreturas son notables.
Rutina distinta
Y empieza un Pleno que tiene un total parecido con las dem¨¢s sesiones plenarias de las Cortes, aunque se sabe que algo distinto de la rutina va a producirse. Las frases presidenciales en homenaje a los muertos, el juramento de los ocho nuevos procuradores (con los que se completa la cifra de 53 1, muy importante para la hora de las votaciones), la lectura del acta de la sesi¨®n anterior, con la voz cansina del se?or Romojaro, adquieren un valor diferente en esta sesi¨®n.
En el momento deljuramento, la f¨®rmula de ?fidelidad a los Principios del Movimiento ... ? ofrece la novedad de que tales palabras iban a ser objeto del debate m¨¢s importante de la tarde.
Hay una electricidad en el ambiente: los procuradores no est¨¢n conformes, en una importante proporci¨®n, con el procedimiento de urgencia y de modo especial con la exclusi¨®n de los votos por separado de las enmiendas a la totalidad. Por eso, cuando el se?or Fern¨¢ndez- Miranda explica los procedimientos de votaci¨®n que se pueden adoptar, se produce un primer rumor desaprobatorio.
Pero el debate comienza. Miguel Primo de Rivera abre el fuego en nombre de la ponencia. El sobrino del fundador de la Falange parece en los primeros momentos un poco nervioso, pero cumple con dignidad su papel de hacer entrar en suerte el toro de la reforma. No pronuncia frases brillantes y la C¨¢mara contin¨²a fr¨ªa, aunque al final es premiado con un aplauso bastante generalizado. La intervenci¨®n de Primo de Rivera no ha agotado los treinta minutos.
Mucho m¨¢s breve a¨²n fue la de Manuel Mar¨ªa Escudero Rueda, quien quiso sacrificar su desahogo personal ante unas Cortes que le fueron casi siempre hostiles y que ahora se encontraban abocadas a su harakiri. Se sent¨ªa arrastrado a un parlamento amplio, pero no quiso obstaculizar el prop¨®sito reformista y se apunt¨® al optimismo de la pr¨®xima consulta al pueblo.
Y se lleg¨® al momento de la subida a la tribuna de un peso pesado para el debate que se acercaba. Blas Pi?ar, desde el final del hemiciclo, subi¨® hasta el podio de oradores con una carpeta verde en la mano. Su corbata, azul y roja. En el pupitre deposit¨® un cassette. Luego habl¨® de su emoci¨®n ante la primera vez que interven¨ªa en un Pleno. Este dato, junto a_las pocas intervenciones conocidas del famoso notario en las comisiones legislativas -en contraste con sus numerosas comparecencias p¨²blicas- ofrec¨ªa la impresi¨®n de que tampoco el se?or Pi?ar hab¨ªa sentido demasiados fervores por las instituciones de la democracia org¨¢nica que no desea desaparezcan.
El espect¨¢culo Pi?ar
Por lo dem¨¢s, la intervenci¨®n del se?or Pifiar estuvo bien construida y ofreci¨® brillantez. Cuando contest¨® a la acusaci¨®n de pretender una constituci¨®n p¨¦trea con el ejemplo de la conversi¨®n de Sim¨®n en Pedro (piedra) por parte de Jesucristo, un rumor de satisfacci¨®n por el feliz hallazgo se percibi¨® en el hemiciclo.
Nuevamente la -C¨¢mara se calent¨® cuando Pifiar vino a decir que Franco hab¨ªa previsto la argumentaci¨®n de la ponencia contra los Principios del Movimiento, y por eso hab¨ªa dejado clara su inalterabilidad. Ahora fueron risas lo que se escucharon.
La intervenci¨®n, brillante -como reconoci¨® despu¨¦s Fernando Su¨¢rez- la remat¨® con una provocaci¨®n a Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda para que bajara a su esca?o a defender su postura (a la vista de que lo hab¨ªa tomado p¨²blicamente -en favor de la reforma) y pasara la direcci¨®n de los debates a uno de los vicepresidentes. El bunker legislativo, muy contrariado con Fern¨¢ndez-Miranda por los procedimientos inventados en los ¨²ltimos tiempos, aplaudi¨® con intensidad y volvi¨® a hacerlo, largamente, cuando -tras cruzar una sonrisa con el presidente de las Cortes, seguida de una inclinaci¨®n Pi?ar regres¨¦ a su esca?o.
La respuesta de Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda -que originaba expectaci¨®n en las tribunas y en los esca?os- fue la de encajar la provocaci¨®n y, de acuerdo con una autodisciplina que el presidente debi¨® imponerse firmemente ayer, contenerse. Ni siquiera contest¨®. Concedi¨® la palabra al siguiente orador.
Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez de la Vega tuvo una intervenci¨®n que Fernando Su¨¢rez calific¨®, con acierto, de malhumorada. Muy semejante a la que desarroll¨® oponi¨¦ndose al proyecto de ley de asociaciones pol¨ªticas, el se?or Fern¨¢ndez de la Vega atac¨® el arbitrismo del presidente de las Cortes y del Gobierno. Se produjeron rumores cuando dijo que el Gabinete Su¨¢rez pretende agradecer los servicios prestados a los procuradores, y hubo aut¨¦ntica risa cuando confundi¨® un bill¨®n de pesetas con mil millones de pesetas, a prop¨®sito de la cifra que, seg¨²n asegur¨®, sacan de nuestras fronteras quienes sostienen publicaciones subversivas.
La intervenci¨®n result¨® inefable y produjo. regocijo, como cuando afirm¨® que al producirse el Alzamiento Nacional ¨¦l y los procurar dores afines a ¨¦l eran lactantes. Termin¨® calificando el proyecto de ley de trasnochado, antisocial, reaccionario, disolvente, antihist¨®rico y antinacional.
El delantero centro
Y lleg¨® el momento para Fernando Su¨¢rez, cuyo aspecto de delantero centro, jugando en punta, se correspondi¨® muy bien con la pieza oratoria que construy¨® para deshacer las argumentaciones de Blas Pi?ar fundamentalmente.
Fernando Su¨¢rez defendi¨® la alterabilidad de los Principios Fundamentales, y al margen de las citas jur¨ªdicas que ofreci¨®, destac¨® el sentido com¨²n. Contra quien se aferra a creer en la inmutabilidad de los Principios, Fernando Su¨¢rez afirmaba que son inmutables mientras no se modifiquen, sin que valgan los argumentos b¨ªblicos, porque -como record¨®- estamos en una situaci¨®n de tejas para abajo.
Tuvo la habilidad de invocar en favor de su tesis los testimonios de dos hombres prototipos del R¨¦gimen, ya fallecidos: Adolfo Mu?oz Alonso y Fernando Herrero Tejedor, e incluso aludi¨® al propio Franco, quien al pedir a los espa?oles el refrendo de la. ley de Principios y exigir un refer¨¦ndum para reformar ¨¦sta y las dem¨¢s Leyes Fundamentales, estaba aceptando su posibilidad de modificaci¨®n.
Respecto a la intervenci¨®n de Fern¨¢ndez de la Vega, dijo entre otras cosas que la democracia debe hacer imposible que un espa?ol llame -como lo hab¨ªa hecho el citado procurador- mis¨¦rrima oposici¨®n a quienes no piensan como ¨¦l. Esta alusi¨®n arranc¨® un aplauso del sector m¨¢s joven y progresista del hemiciclo. Pero, al parecer, fue iniciado desde la tribuna p¨²blica. El presidente de las Cortes record¨® al p¨²blico que esto no deber¨ªa volver a ocurrir. (En la tribuna de prensa alguien dec¨ªa maliciosamente: Ha sido su mujer.)
Tras un descanso de casi media hora, Blas Pi?ar replic¨® a la ponencia, poniendo m¨¢s apasionamiento que en la intervenci¨®n primera. Lleg¨® a mostrarse m¨¢s partidario de un aut¨¦ntico proceso constituyente que de la est¨²pida reforma que se somet¨ªa a la consideraci¨®n de las Cortes. Fern¨¢ndez de la Vega estuvo muy confuso y la sesi¨®n se cerr¨® de nuevo con la contrarr¨¦plica, inteligente, de Fernando Su¨¢rez.
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