Las elecciones
Acaba de transcurrir el momento esperado con tanta impaciencia, por unos y por otros, de la aprobaci¨®n por las Cortes del Proyecto Su¨¢rez de. Reforma Constitucional. Ahora es cuando entramos en el terreno m¨¢s peligroso y que exige m¨¢s cautela, m¨¢s claridad y m¨¢s honradez. Si estas condiciones son necesarias para todos los que con responsabilidad practican la pol¨ªtica, la exigencia prevalece con relaci¨®n a la oposici¨®n. Hasta ahora la oposici¨®n se ha comportado con extremada prudencia hacia las necesidades comunes de paz y progreso, pero a partir de ahora corre el riesgo de perder o disminuir esa cualidad, bien por error propio, bien por una actitud de incomprensi¨®n o de indiferencia por parte del Gobierno. La oposici¨®n tiene excepcional responsabilidad porque va a ser quien tenga que elegir con m¨¢s peligro y m¨¢s rapidez. Las derechas parece que est¨¢n en condiciones de esperar con m¨¢s sosiego el trance de las elecciones, tanto por su mayor poder social y en algunos casos de gobierno, como por la ausencia de ideolog¨ªas que condicionan al oportunismo que favorece los intereses. Sin embargo, a la oposici¨®n se le presenta una corta lista de posibilidades de dif¨ªcil elecci¨®n, ya que en muchos casos la va a colocar entre lo que debe a sus principios y lo que pide la t¨¢ctica del momento.Por lo pronto ha de pensar que el Gobierno no acepte o no atienda, quiz¨¢ sin decir expl¨ªcitamente que no lo acepta, las propuestas de negociaci¨®n que la oposici¨®n hace. En este caso, toda la oposici¨®n o al menos sectores muy importantes de ella puede considerar improcedente ir a unas Elecciones respecto de las cuales no ha sido escuchada oficialmente. ni nada ha negociado sobre las condiciones de una votaci¨®n que va a definir parte de su propio futuro. Ser¨ªa una opci¨®n dif¨ªcil, pues supondr¨ªa dejar vac¨ªa la futura C¨¢mara de los Partidos pol¨ªticos m¨¢s representativos de la izquierda o acudir a las urnas en humillantes condiciones de minor¨ªa de edad pol¨ªtica.
Pero imaginemos que el Gobierno entiende que, rebasadas las dificultades que opon¨ªa la derecha residual del franquismo, necesita para que navegue con seguridad la nave del Estado el contrapeso de un ala izquierda y que, como es de esperar, de un modo u otro, inicie unas negociaciones sobrelo que por negociar quede.lentamente, el margen de negociaci¨®n se ha ido achicandoy s¨®lo nos quedan dos temas, que son, yo dir¨ªa, la ¨²ltima posibilidad de que haya un entendimiento que el pa¨ªs necesita y con urgencia. Apenas es necesario decir que uno de estos temas es el refer¨¦ndum, aunque mucho me temo que no se negocie y que el empe?o de la izquierda quede en denunciar las condiciones en que este refer¨¦ndum se hace, subrayando la falta de imparcialidad, particularmente por la persistencia de las instituciones del llamado Movimiento Nacional, cuya desaparici¨®n es necesaria para que cualquier consulta a la Naci¨®n ofrezca garant¨ªas de neutralidad. Es fundamentalmentejusto que la oposici¨®n trate de convencer a la opini¨®n p¨²blica y al propio Gobierno de que no es l¨ªcito ni patri¨®tico que se incurra en semejante condicionamien¨ªo en algo tan importante como el refer¨¦ndum que va a confirmar o no la v¨ªa democr¨¢tica para el futuro de Espa?a. Pero admitamos que en un marco de amplia flexibilidad y comprensi¨®n el Gobierno, que ya ha hecho concesiones a la derecha, restringiendo en principio el criterio de la proporcionalidad, admite tambi¨¦n conversar con la oposici¨®n democr¨¢tica. ?Qu¨¦ puede esperar la oposici¨®n? El problema es singularmente dificultoso de resolver, si se considera que partirnos de algo que ya es por s¨ª mismo semejante a una gran trampa, que el Gobierno haya convocado las elecciones de diputados a Cortes antes de celebrarse las municipales. de modo que los consejos contin¨²an elegidos por el peculiar sistema franquista.
Esta es una dificultad, pero no es la ¨²nica, hay muchas m¨¢s que vencer en cuanto a los pormenores de la propia ley Electoral que no podr¨¢ ser el resultado de la opini¨®n exclusiva de las izquierdas, pero que tampoco debe ser una falsilla que ¨¦stas tengan que aceptar a disgusto, porque limite sus posibilidades hasta el punto de votar de acuerdo con unos supuestos jur¨ªdicos que consideran da?osos para sus intereses. Queda, continuando con nuestro raz¨®namiento, la necesidad de unas garant¨ªas de car¨¢cter general que den la necesaria neutrafidad a la votaci¨®n. No es necesario pormenorizarlas, pues todos sabemos que se refieren a las libertades de acci¨®n, de asociaci¨®n, reuni¨®n, a la disponibilidad de medios de comunicaci¨®n, etc¨¦tera, etc¨¦tera.
Parece que se vislumbran tres cuestiones fundamentales para discutir: una que se refiere a la necesidad de extinguir el Movimiento Nacional en cuanto obst¨¢culo a la neutralidad del ejercicio del voto, otra a la propia ley Electoral en cuanto norma que configura el procedimiento de las elecciones. y en tercer lugar, las garant¨ªas jur¨ªdico-pol¨ªticas necesarias para que las elecciones tengan la neutralidad suficiente en lo que ata?e al aparato del Estado o paraestatal. Desde luego la responsabilidad del Gobierno es grande, pero en cuanto a la opini¨®n p¨²blica y a las ¨²ltimas decisiones, es la oposici¨®n democr¨¢tica la que carga con la mayor parte. Desde luego, no por su gusto, pero de hecho a ella se le va a acusar de obstinada. caso de que por convencimiento y por razones de honradez no acepte las condiciones que el Gobierno proponga, con o sin negociacio nes. De aqu¨ª que tengamos que tener la necesaria prudencia para no apartarnos un solo punto de lo razonable, honrado y conveniente.
Desde luego, est¨¢ el grande y dificultoso tema de las regiones y su autonom¨ªa pol¨ªtica que permita que los problemas propios de cada sector est¨¦n de verdad pr¨®ximos a los centros de decisi¨®n politico-administrativa que han de resolverlos.
Quiz¨¢ m¨¢s que negociar sobre este tema haya que puntualizar el momento en que se va a hablar sobre ¨¦l, pero ser¨ªa pueril pretender que no existe o que olvid¨¢ndolo deja de existir.
Queda, por ¨²ltimo, algo que tambi¨¦n hay que negociar, que no se puede dejar por m¨¢s tiempo y que pudiera ayudar, y mucho, a que el conjunto de las negocia ciones fueran bien. Me refiero al plan de austeridad o como se quiera llamar, que desde hace tiempo estoy proponiendo. El Gobierno y la oposici¨®n, y los sectores que sin ser propiamente oposici¨®n, no son Gobierno, deben convenir un plan de austeridad que nos permita salir de la grav¨ªsima situaci¨®n econ¨®mica que padecemos para reanimar la econom¨ªa nacional, de tal modo que se cumplan dos condiciones imprescindibles: una, que la crisis no la padezca s¨®lo el pueblo necesitado. sino todos los espa?oles. Otra, que no caigamos en un plan Marshall hecho a nuestra medida. que condicione pr¨¢cticamente para siempre nuestra pol¨ªtica a las exigencias de cualquier superpotencia econ¨®mica. Desde luego hay quecontar con la ayuda exterior, pero sin caer en la sumisi¨®n o dependencia.
El acuerdo sobre el plan de austeridad ser¨ªa un paso de gigante para que las dem¨¢s negociaciones fueran bien. Por ¨²ltimo. queda aclarar que si sobre la oposici¨®n va a caer la responsabilidad de las opciones m¨¢s graves, en la ra¨ªz. la causa de que se tomen unas u otras decisiones no est¨¢ en la propia oposici¨®n deinocr¨¢tica. sino en quienes tienen ahora el deber inexcusable de pensar que ya es tiempo de que las fuerzas de la oposici¨®n, que han sabido esperar sin apretar demasiado, participen en un proceso para el que son necesarias como equilibrio y fundamento. No es conveniente que el Gobierno tema a la izquierda, pero es imprescindible que cuente con ella.
A la pregunta inicial de ?qu¨¦ puede esperar la oposici¨®n?, corresponde una respuesta sencilla: la oposici¨®n puede esperar sacrificios y una negociaci¨®n con el Gobierno, dentro de un margen cada vez m¨¢s estrecho, que si desaparece, quiz¨¢ pueda llevarla a posiciones radicales, que,hasta ahora ha evitado y desde luego no quiere; tiene tambi¨¦n derecho u esperar, es el contrapunto optimista, unas elecciones limpias, seg¨²n normas justas, previamente discutidas y aceptadas por ella. Ojal¨¢ sea as¨ª.
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