U?a estrategia para la Democracia
Para que Espa?a vaya hacia una forma democr¨¢tica de gobierno, ser¨¢ necesario trazar desde ahora una estrategia conducente a ese fin. El objetivo parece claro y una interpretaci¨®n del voto mayoritario en el refer¨¦ndum lo confirma, a mi entender, de un modo rotundo. Una gran masa de espa?oles quiere ese futuro, sin que medie violencia, prescindiendo de las voces y de las amenazas que desde los dos extremos del espectro pol¨ªtico desear¨ªan volver al enfrentamiento, a la siembra del odio y al cultivo y exaltaci¨®n de la fuerza como instrumento de la irracionalidad.
Existen seguramente calendarios minuciosos para el escenario inmediato del proceso pol¨ªtico. Sabemos que hay en curso una negociaci¨®n entre el Gobierno y la Oposici¨®n democr¨¢tica para discutir, sobre todo, las garant¨ªas electorales. La propia normativa de las elecciones es un tema de intr¨ªnseca trascendencia y asimismo la fecha del comicio que unos sit¨²an en marzo y otros en mayo o en junio, sopes¨¢ndose ventajas e inconvenientes de ambas soluciones. Pero lo que es evidente es que levantar un Estado de contenido e inspiraci¨®n democr¨¢ticos, despu¨¦s de tantos a?os de un r¨¦gimen de autoridad, persona una tarea de gran alcance, de plazo extendido y de participaci¨®n de todos los grupos pol¨ªticos y que ese prop¨®sito no es f¨¢cil de lograr si no se sigue, desde ahora, un camino que expl¨ªcitamente se dirija a aquella meta.
No revelo un secreto si declaro aqu¨ª, que existen entre nosotros personas, grupos, n¨²cleos y tendencias que no comparten en modo alguno ese proyecto de establecer un sistema democr¨¢tico en nuestra vida institucional. Los hay en la izquierda y en la derecha por motivaciones distintas y antag¨®nicas, pero coincidiendo en los fines. Su discrepancia ideol¨®gica puede sin embargo encubrir una identificaci¨®n t¨¢ctica. Ejemplos de esa naturaleza los hemos conocido en el triste cat¨¢logo de terrorismos y de violencias con que nos abruman las noticias cotidianas de medio mundo.
El esp¨ªritu que ha de presidir una estrategia para la democracia ha de ser, ante todo, un sentimiento de ir hacia, el futuro sin la hipoteca de la guerra civil. Con ese prejuicio manifest¨¢ndose a cada momento, no ser¨¢ posible el m¨ªnimo entendimiento previo para llegar a una construcci¨®n pol¨ªtica com¨²n. Y sin embargo, la nueva Constituci¨®n democr¨¢tica que ha de salir de las pr¨®ximas Cortes, ha de ser, desde ahora una tarea colectiva. Es ¨¦sa una operaci¨®n de Estado, no de partido, y el Gobierno ha debido entenderlo as¨ª al aparecer impregnado de ¨¢nimo imparcial en la pr¨®xima contienda, es decir, sin partido propio, oficial u oficioso, al menos hasta ahora.
Pero no es ah¨ª donde yo adivino el riesgo, sino en otro lugar del campo de juego. Parecer¨ªa como si una oscura planificaci¨®n se hiciera sentir en el ¨¢mbito de nuestra vida pol¨ªtica actual para ir creando problemas cada vez m¨¢s complejos y graves que se propusieran hacer vacilar o tambalear se al Gobierno, interrumpiendo el rumbo democr¨¢tico emprendido. O¨ªmos con frecuencia el argumento de quienes explican que la democracia es la culpable de que existan secuestros, cr¨ªmenes, des¨®rdenes o sucesos violentos, cuando de todos es sabido que la democracia no se ha implantado todav¨ªa en este pa¨ªs. ?C¨®mo va a ser responsable de un clima determinado un sistema que todav¨ªa no funciona? M¨¢s especiosa es todav¨ªa la propaganda que asegura que el Estado democr¨¢tico es el culpable de la dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica por la que atravesamos. Cualquier analista objetivo del tema, conoce la etiolog¨ªa de nuestros males en esa materia y el c¨²mulo de problemas y responsabilidades heredadas que hoy se conocen y discuten p¨²blicamente. La coyuntura econ¨®mica es achacable a una serie de concausas, unas for¨¢neas, que se originan en las tendencias de la econom¨ªa internacional, y otras internas, al haberse equivado el tremendo desaf¨ªo en la crisis energ¨¦tica. Ninguno de los gobiernos espa?oles desde 1973 hacia ac¨¢, quiso entrar a fondo en el asunto, por razones pol¨ªticas de riesgo de impopularidad y por razones de estructura que iban m¨¢s all¨¢ de las posibilidades reales, pues hab¨ªa que llegar a poner el dedo en el punto neur¨¢lgico de los sistemas desarrollistas del antiguo r¨¦gimen. Pero tan elementales verdades se olvidan por quienes tratan de hacer de ?la politique du pire?, apoyo para sus ag¨¹eros de malevolencia. ?Y todav¨ªa ha de ponerse la cosa peor hasta que se convenzan de que entre nosotros no es posible la democracia?, exclamaba un conocido hombre de negocios en una reciente reuni¨®n empresarial. Porqur no se trata de poner remedio, sino sacar falsas consecuencias de una situaci¨®n. De ah¨ª, a frotarse las manos para que la coyuntura sea tan grave que el prop¨®sito democratizador se desestabilice, no hay sino un paso. Nos preguntamos cu¨¢ntas gentes lo habr¨¢n dado ya, en determinados c¨ªrculos de nuestro establecimiento
La estrategia para la democracia no es s¨®lo un plan de largo alcance, sino tambi¨¦n una actitud y un talante. Sin un ¨¢nimo previo de que efectivamente se entra en un per¨ªodo de reconciliaci¨®n entre espa?oles, articulado finalmente en un sistema deuda p¨²blica radicalmente distinto del anterior, no servir¨ªan de nada las declaraciones de intenci¨®n. Hay que llegar sin duda a las elecciones y a trav¨¦s de ellas a un Congreso constituyente. Pero hay que afrontar esa campa?a electiva dentro de un ambiente no s¨®lo de imparcialidad, sino de verdadero desarme pol¨ªtico de violencias, coacciones y amenazas. Parece ocioso insistir una vez m¨¢s en los condicionamientos que ello requiere en regiones como el Pa¨ªs Vasco, que tienen la sensaci¨®n de vivir ocupadas en vez de ser gobernadas. Banderas como la amnist¨ªa o la libertad de presos pol¨ªticos no deben quedar disponibles —por inexistentes— para la propaganda de ning¨²n partido a la hora de los comicios. Autoridades locales y provinciales no pueden sentirse inclinadas al favoritismo parcial de su familia ideol¨®gica personal. Las organizaciones pol¨ªticas del Movimiento deben quedar al margen de cualquier beligerancia activa en la lucha. Es solamente un contexto de varios e importantes factores como ¨¦sos, el que dar¨¢ a las elecciones su legitimaci¨®n definitiva de sinceridad y honestidad, sin ama?os, ni manipulaci¨®n. Pienso que toda la clase pol¨ªtica desde la derecha hasta la izquierda debe, de alguna manera, mostrar su solidaridad con la estrategia general para la democracia. Oponi¨¦ndose en primer lugar, de un modo rotundo y p¨²blico a los intentos desestabilizadores. Este pa¨ªs es mayor de edad y no necesita gavillas de agitadores al servicio de mafias internacionales. Va a las elecciones porque as¨ª lo ha votado la mayor¨ªa del censo electoral. La clase pol¨ªtica ha llegado, dif¨ªcilmente, despu¨¦s de tantos a?os de traves¨ªa del d a un esp¨ªritu de convivencia civilizada, base funda mental para que un sistema democr¨¢tico funcione con normalidad. Aspira a defender sus puntos de vista plurales y diversos, en libertad, bajo la ley y con libre acceso a las avenidas del poder apoy¨¢ndose exclusivamente en el consenso popular. Hay que evitar que tal posibilidad se malogre. Una Espa?a desestabilizada ser¨ªa presa f¨¢cil para la colonizaci¨®n exterior de los consumismos multinacionales. Una naci¨®n organizada democr¨¢ticamente puede instar, en cambio, un Estado fuerte, con autoridad. Es decir, respetado dentro y Fuera de las fronteras.
La estrategia paral a democracia hay que iniciarla, aqu¨ª y ahora, entre todos. No secuestrando a los ciudadanos, sino respetando su vida y su libertad, sea cual fuere su ideolog¨ªa y no encarcelando a los dirigentes pol¨ªticos, sino dialogando con ellos en la mesa de la negociaci¨®n. El esfuerzo colectivo que se requiere para sacar adelante nuestro pa¨ªs, es considerable, inmenso.
En el terreno econ¨®mico esa tarea, de plazo extendido a tres o cuatro a?os, no se puede demorar por m¨¢s tiempo, sin poner en riesgo las bases mismas de la convivencia social. Y es impensable que pueda realizarse ese empe?o prioritario sin la activa y bien dispuesta colaboraci¨®n de los integrantes del proceso productivos, es decir, Gobierno, empresarios, t¨¦cnicos y trabajadores.
Sepamos crear en el a?o que empieza, el esp¨ªritu de solidaridad espa?ola, que convierta en realidad el sue?o de una patria en la que tengan cabida todos sus hijos, sin excepci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.