Las dos vanguardias
Para el espectador atento al an¨¢lisis de las diversas situaciones ideol¨®gicas que empiezan a surgir en el pa¨ªs, no deja de ser reveladora la progresiva separaci¨®n, cada d¨ªa m¨¢s patente, entre las vanguardias pol¨ªticas y las vanguardias culturales. El gesto, o declaraci¨®n pol¨ªtica, tergiversa el postulado o la respuesta cultural, las agresivas acotaciones de la vanguardia ideol¨®gica intentan sistem¨¢ticamente reducir cualquier experimento acaecido en las lindes propias de la cultura; pr¨¢ctica pol¨ªtica y gesti¨®n cultural entran en conflictiva disociaci¨®n, cuyo distanciamiento presenta una ambig¨¹edad de inoperancia en un momento clave de la realidad y la historia de Espa?a.Por hacer referencia a una de las manifestaciones m¨¢s recientes, no tengo escr¨²pulo en afirmar que la ¨²ltima y tan aireada Bienal de Venecia (o su versi¨®n m¨¢s cercana en las salas de la Fundaci¨® Joan Mir¨®) entra?a una prueba harto patente de las contradicciones que aqu¨ª se comentan. Excesivamente adjetivada por an¨¦cdotas dom¨¦sticas del mundo del arte y escasamente meditada en sus consecuencias m¨¢s generalizables, encaja dicha Bienal en el orden de estas acotaciones, a t¨ªtulo ¨²nicamente de ejemplo, sin que quiera yo terciar en una -pol¨¦mica tan injustificada como ineficaz, ni, por supuesto, inaugurar un cap¨ªtulo m¨¢s entre las prioridades vanguardistas.
La disociaci¨®n entre las vanguardias pol¨ªticasy las culturales es un fen¨®meno que aparece como s¨ªntoma tras el colapso contestatario de 1968, aunque no est¨¦ de m¨¢s recordar que no es tan pr¨®ximo el debate ni tan ajeno a las tradicionales y nunca resueltas controversias de la izquierda occidental. Fue, precisamente. en el convulsivo mayo franc¨¦s, cuando el slogan ideado por el arquitecto Virilio, ?la imaginaci¨®n al poder!, se empe?¨® en reclamar, m¨¢s all¨¢ de su familiaridad sint¨¢ctica, la integraci¨®n necesaria entre acto creador y acci¨®n pol¨ªtica: un principio de Unidad para el uno y la otra, muy por encima de los enunciados contradictorios que, en torno a tal per¨ªodo, divulgaron las cr¨®nicas.
Las hip¨®tesis del Nuevo Estado que all¨ª y entonces comenzaron a vislumbrarse, y dan hoy indicios de reaparici¨®n, trataban de preconizar la estricta configuraci¨®n de un espacio pol¨ªtico en el que fuera verificable la libertad de pensamiento, vieja aspiraci¨®n, por otro lado, de los postulados del socialismo y anarquismo rom¨¢ntico, de finales del XIX. No se reduce este proceso de ruptura, como alguien pretende, a un simple episodio dentro de los procesos de cambio autocr¨¢tico, de los que la hora presente no es mal ejemplo. su origen data, m¨¢s bien, de la- revoluci¨®n industrial y se acent¨²a con la posterior revoluci¨®n t¨¦cnico -cient¨ªfica, al desarrollarse la tecnolog¨ªa por un lado y la naturaleza de los sistemas sociales por otro. Y han sido tales circunstancias las que han venido a subrayar con mayores diferencias la atomizaci¨®n del proceso cultural y de la acci¨®n pol¨ªtica, present¨¢ndose, no pocas veces, como fen¨®menos independientes y, en no muchos casos, como contradictorios.
El dilema del artista
A partir, especialmente, de los a?os cincuenta, la autonom¨ªa cultural se ha visto envuelta en una aut¨¦ntica confusi¨®n sem¨¢ntica. merced. sobre todo. a una cr¨ªtica fundada en la pretensi¨®n de homologar los productos de la sociedad de mercado en tanto que procesos que formalizan en exclusiva la cultura de nuestro tiempo, o como secuelas de una nueva ilustraci¨®n cuyos repertorios tienden a potenciar la cultura burguesa, anclada a¨²n en los presupuestos de una ideolog¨ªa de ¨¦lite. Semejante actitud cr¨ªtica ha reincidido en su prop¨®sito sistem¨¢tico de excluir la b¨²squeda de la verdad social a trav¨¦s de las peripecias de la vida individual, consolidando y sectorializando una cultura de ¨¦lite versus una cultura de masas.
El dilema del artista, y del hombre contempor¨¢neo en general, queda planteado en la superaci¨®n del valor mercanc¨ªa que a su trabajo se le asigne, la ca¨ªda del arte en puro valor mercantil se le ofrece al artista como prueba ideol¨®gica que ¨¦l ha de resolver en t¨¦rminos de problema pol¨ªtico, lo que equivale a asumir la pr¨¢ctica del arte a manera o modelo de comportamiento alternativo. ?No explica esta actitud movimientos art¨ªsticos tan disparesen la manipulaci¨®n del espacio y del tiempo, cuales el arte conceptual, de comportamientos, arte y proceso, body art, happening, land art, minimal art, fluxus...?
No nos ha mostrado, con la claridad debida, el funcionalismo sociol¨®gico que la autonom¨ªa individual no es necesaria al capitalismo-organizaci¨®n o que lo ¨²nico que al individuo se le exige es su obligada adaptaci¨®n al proceso, bien de la ideolog¨ªa del estado tecnocr¨¢tico o de los dogmas de los partidos burocratizados. De aqu¨ª que la autonom¨ªa cultural quede transformada, con mayor o menor dependencia, en acci¨®n pol¨ªtica: la alternativa m¨¢s v¨¢lida que al hombre se le otorga para liberarse de cualquier organizaci¨®n opresiva.
Subproductos y arquetipos
Conocimiento y estrategia, cultura y pol¨ªtica se organizan como un todo beligerante contra la represi¨®n organizada a que se ve sometido el hombre de nuestro tiempo. Sabido es que el arte, en general, ha estado ocupado (en los momentos, incluso, de mayor decadencia) en formalizar im¨¢genes directa o indirectamente alusivas a la libertad del hombre: lo que quiz¨¢ explique que el artista de hoy tienda a convertir su obra en aparente panfleto, o que las luchas sociales no escapen a la atenci¨®n de los maestros m¨¢s cualificados. ?Justifica esta atenci¨®n la integraci¨®n decidida de las vanguardias culturales en los procesos pol¨ªticos?
Conviene ante todo puntualizar que esta din¨¢mica Rist¨®rica poco tiene que ver con la tendencia (harto evidente en algunos casos) hacia paternalismos culturales, subyacentes e inevitables en deter minados sectores de la izquierda, dados a presentar la pseudocultura proletaria como la cultura prioritaria de nuestra edad. Con ello incurren, a juicio m¨ªo, en un grave error hist¨®rico: el hecho de manipular subproductos reproducidos por una situaci¨®n de clase y programados por una din¨¢mica de mercado, a t¨ªtulo de procesos aut¨¦nticos. ?Y no reproducen ellos mismos, con semejante proceder, una actitud no poco caracter¨ªstica de la burgues¨ªa, que en todo momento, y, a toda costa, se propuso configurara en sus proyectos art¨ªsticos arquetipos absolutos?
Quede, tal vez, explicada esta inculpaci¨®n por la propia involuci¨®n cultural y pol¨ªtica que sufre nuestra ¨¦poca, y por la hipertrofia que caracteriza determinados juicios de valor a trav¨¦s de una ¨®ptica exlusivamente pol¨ªtica. ?No ser¨¢ que las vanguardias culturales (y vuelvo ahora a traer, con toda intenci¨®n, el caso espa?ol en la citada Bienal, veneciana o barcelonesa), infravaloradas en sus espec¨ªficos cometidos, tratan de superarse adoptando como modelos aquellos que propugnan para la acci¨®n los partidos pol¨ªticos?
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