Los valores de Ortega Munilla
Al terminar su lectura nos preguntamos a que distancia queda de nosotros esta Cleopatra P¨¦rez, esta novela tan expositiva de un tiempo. No ser¨ªa de extra?ar que al, desaparecer posiciones de criterio est¨¦tico y al modificar la distancia motivos de enjuiciamiento cobrase ¨¦sta —como otros nombres de su ¨¦poca—, una nueva lozan¨ªa. Por que Cleopatra P¨¦rez es inseparable de ese amplio conjunto que engloba a toda la novela realista y aun a todo entendimiento del arte y del mundo propio de la ¨¦poca. La presi¨®n del realismo en la novela era tan grande que la etapa contraria que la sucedi¨® exig¨ªa una actitud diferente, pero igualmente en¨¦rgica. La busca de nuevos caminos para las letras hizo que los narradores de los a?os veinte negaran el pan y la sal a sus pr¨®ximos antepasados. (Ni Gald¨®s se vio libre de las embestidas de los m¨¢s j¨®venes y audaces valores.) Soplaban otros vientos. Se quer¨ªa otra arquitectura, una poes¨ªa ?creacionista?, una prosa desintegrada en met¨¢foras, otra presentaci¨®n de revistas, otros tipos de letra, otra decoraci¨®n de interiores... Una posterior reacci¨®n realista iba por otros caminos. Y all¨ª qued¨® la vieja novela del realismo, arrumbada como un viejo mueble que no corresponde al gusto del resto de la casa.
Cleopatra P¨¦rez
Jos¨¦ Ortega Munilla. Ediciones C'¨¢iedra. Madrid, 1976
Ni Gald¨®s, ni Leopoldo Alas, ni Emilia Pardo Baz¨¢n se vieron libres de este desfavor. Es natural que sus efectos fueran m¨¢s fuertes en aquellos autores que no hab¨ªan alcanzado un ¨¦xito de ventas.
Tal ocurre con esta Cleopatra P¨¦rez de Jos¨¦ Ortega Munilla, cr¨ªtico prestigioso, con una vocaci¨®n de narrador que se descubre en su constante cultivo de la novela en medio de una vida cargada de empresas.
Cleopatra P¨¦rez est¨¢ muy dentro del concepto realista de la novela y a¨²n pr¨®xima al Naturalismo. Ortega Munilla, que no esconde su condici¨®n de autor y que hace o¨ªr su voz en medio de los episodios de la novela nos habla dos veces de ?sus apuntes?, de la realidad recogida por ¨¦l del trato directo con personajes o escenarios reales.
En ese sentido es representativo el cap¨ªtulo en que se describe la Inclusa madrile?a, versi¨®n que se considerar¨ªa exagerada y truculenta si no se conociesen las campa?as de la prensa, en varias ocasiones de finales y principios de siglo. Aqu¨ª la condici¨®n de periodista de Ortega Munilla le hace llevar a la novela temas d¨¦ la prensa diaria. Se lo permiten las aptitudes para expresar la cr¨ªtica y la denuncia sociales.
Naturalismo
Si, como se ha se?alado, no hay en la visi¨®n social de Ortega Muni ha el determinismo que orienta las vidas de los personajes del Naturalismo, s¨ª hay una especie de determinaci¨®n surgida del origen de Valent¨ªn, el hijo de la cortesana, v¨ªctima de pecados ajenos.
En Ortega Munilla permanece un poso rom¨¢ntico. Aparece ¨¦l mismo, asomando su rostro y su voz en la embocadura del escenario donde mueve sus personajes. Tiene a veces acentos ret¨®ricos y a veces lastra su prosa el lugar com¨²n folletinesco. Pero todo esto es como una imagen de su prosa realista. Y, al otro lado, algo presentido que nos facilitar¨ªa hallar anuncios del Modernismo. Nos habla en una digresi¨®n de su deseo de captar la ?primera impresi¨®n? y lograr las palabras necesarias para ello, precediendo a la descripci¨®n de la habitaci¨®n de Cleopatra.
El desarrollo argumental tambi¨¦n es t¨ªpico del Naturalismo. Es la decadencia de las capas alias de la sociedad, desde la posici¨®n de una cortesana. El enfrentamiento de esta decadencia moral con las virtudes guardadas en la gente en cerrada en los pueblos. (Anotemos tambi¨¦n, de paso, unos interesantes p¨¢rrafos en que se rechaza el papel buc¨®lico de la Naturaleza por un canto en favor de la industrializaci¨®n. Otra vez a la novela temas period¨ªsticos, con el eco de las predicaciones de Joaqu¨ªn Costa.)
Es inevitable en el recuerdo del lector la Nan¨¢ de Zola, publicada s¨®lo cuatro a?os antes. Tambi¨¦n la aristocracia irresponsable de Peque?eces que no viene mal recordar, es de 1890. Pero se?alamos en favor de Cleopatra P¨¦rez su final no cerrado con un nudo formal o moralizante: la vida de las cortesanas sigue a pesar de la tragedia de Valent¨ªn, el hijo, que podr¨ªa haber servido tambi¨¦n para titular la trama.
Ortega Munilla no ha superpuesto la parcela social objeto de su novela al modelo franc¨¦s. Cleopatra, si pudiera ser tomada como un s¨ªmbolo de su tiempo, no lo es de glorias o derrotas grandiosas como Nan¨¢. Su vida se desenvuelve en ese momento hueco en que la Restauraci¨®n da paso a la Regencia. La frivolidad y la mediocridad mental privan entre los personajes de la novela. Y m¨¢s que toda la bajeza moral que eleva y luego arrastra a Cleopatra est¨¢ lo que apenas se dibuja como fondo: su acuerdo con los que retuercen las leyes, su entrega a un nuevo arist¨®crata.
El P¨¦rez que acompa?a a esta Cleopatra es se?al, no s¨®lo de actualidades, sino tambi¨¦n de ramploner¨ªa. Hoy no hace demasiado buen efecto este juego de voces. Quiz¨¢ a Ortega Munilla tampoco le gustaba demasiado cuando a una versi¨®n, posterior y abreviada, del relato, la titul¨® El nido del cuclillo. (Idea, en cambio, ya en ¨¦l cuando llama al pueblo donde cr¨ªan al ni?o Nidonegro.)
Volvemos a la pregunta del principio. Juan Ignacio Ferreras dedicado a estudios en torno a la novela del siglo XIX, que presenta la edici¨®n, tambi¨¦n ha debido hac¨¦rsela cuando escribe: ?Sigue siendo una novela de nuestro tiempo, siempre que nuestro universo sea el de Ortega Munilla.? y aclara: ?El universo de los valores contra el universo del dinero.? Dinero que est¨¢ muy presente en la novela como en toda esa serie de la producci¨®n galdosiana que Montesinos se?al¨® y defini¨® como novela de la cremat¨ªstica.
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