El descubrimiento de Juana Franc¨¦s
Dos reclamos sustrajeron mi atenci¨®n ante la exposici¨®n antol¨®gica de Juana Franc¨¦s, uno, de inmediato, y el otro, apenas consumado el primer recorrido: el encomiable montaje de que ha sido objeto, y la extra?a fuerza retroactiva, fecha por fecha y etapa sobre etapa, de las obras que me fueron llegando a los ojos.Esta es la forma adecuada de montar una exposici¨®n retrospectiva, cuando, especialmente, es la propia retrispecci¨®n uno de los m¨¢s pr¨®ximos alicientes (quiz¨¢ el mayor) de lo colgado, apoyado y asentado por Juana Franc¨¦s en las amplias y exigentes salas de la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico y Cultural.
En un momento dado, no sabe el visitante si avanza o retrocede. Obras como la titulada N¨²mero 15, del a?o 58, o las sin t¨ªtulo del a?o anterior y del siguiente..., dejan en el ¨¢nimo del contemplador, por su excelente ejecuci¨®n y sentido vanguardista, la duda o la sospecha de si son punto de partida o de llegada.
Juana Franc¨¦s
Salas de la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico y Cultural. Paseo de Calvo Sotelo, 20.
Por mal conocida o deficientemente recordada, toda la producci¨®n de Juana Franc¨¦s, de finales del 50 y bien avanzada la d¨¦cada siguiente, me ha dejado la impresi¨®n de hallarme ante una pintora de m¨¢s que estimable dotaci¨®n e injusto olvido, cuando los tratadistas (a veces, jueces y parte) esquematizan los extremos de nuestro informalismo.
Tales obras, digo, comportan la virtud o el encanto, tras el primer recorrido, de dejar al espectador sumido en la admiraci¨®n y el desconcierto. ?No merecen -se pregunta, a la llana- estas fulgurantes y rabiosas abstracciones ocupar un lugar de reconocimiento (de privilegio, incluso) en la peculiar historia de nuestra vanguardia?
Ignoro las razones que a Juana Franc¨¦s indujeron a abandonar, a finales del 60, y cuando m¨¢s granadas parec¨ªan, sus desbordantes y bien trazados relatos informalistas, para dar paso a sus m¨¢s discutibles configuraciones volum¨¦tricas. S¨®lo dir¨¦ que pocos hombres (y mujer, ninguna) dieron prueba, entre nosotros, de tan arriesgado y buen hacer.
Ella, no obstante, dio el paso (tras habernos dejado unas cuantas muestras ejemplares, envidiables incluso para m¨¢s de un protagonista de El Paso, con may¨²sculas) hacia sus actuales construcciones tridimensionales (cajas, urnas, nichos...), en cuya contextura la memorable huella informalista perdura sobre el neo-dada¨ªsmo.
Y ocurre, una vez m¨¢s, que pretender incluir en la desenfadada propuesta de Dad¨¢ mensajes ajenos (Iamentaciones o denuncias), es palmario desatino, aunque no meng¨¹e, en este caso concreto, el dato fehaciente de sus bien consumadas obras anteriores, ni desdiga lo m¨¢s m¨ªnimo el buen montaje con que se ha adornado la exposici¨®n entera.
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