Brecht en Espa?a, la quimera desolada
La historia de la presencia de Brecht en Espa?a, de su teatro, de sus formulaciones dramat¨²rgicas, de su concepci¨®n del arte, es, sin duda, una quimera; por mil causas, desolada quimera. Quimera y desolaci¨®n permanentemente unidas desde su aparici¨®n limitada y parcial a finales de los a?os 50. A pesar del trabajo, m¨¢s o menos afortunado, de una serie de directores que han montado textos de Brecht o intentado aplicar su teor¨ªa. A pesar del estudio y dedicaci¨®n honda que le han prestado unos cuantos hombres de teatro.Dada la organizaci¨®n, mejor ca¨®tica inorganizaci¨®n, de nuestra cultura y nuestro teatro, la presencia de Brecht en Espa?a de forma, coherente y consecuente era, desde luego, una quimera. Las limitaciones del marco pol¨ªtico franquista, que impidi¨® el normal y libre funcionamiento de los partidos y fuerzas sociales democr¨¢ticas u obreras, no propici¨® precisamente la aparici¨®n de una Plataforma de espectadores amplia a la que el teatro de Brecht ten¨ªa como destinatario de excepci¨®n, fuerza impulsora y desveladora del sentido de su profunda renovaci¨®n teatral, y del lugar que dar al teatro en la sociedad contempor¨¢nea.
Estos impedimentos obligaron a que la pr¨¢ctica brechtiana tuviera que afrontar los escabrosos meandros del tinglado esc¨¦nico comercial. El mundo de Brecht, el humanismo socialista de sus personajes, la lucidez contradictoria de los procesos de sus cr¨®nicas, la dimensi¨®n parab¨®lica del relato, el ejercicio activo que exig¨ªa del espectador para desentra?ar, contraponer, aproximar y aplicar; todo ello sucumb¨ªa ante el c¨²mulo de necesidades que el mercado teatral impone para conseguir una tangible rentabilidad a corto plazo o, simplemente, subsistir.
El brechtismo ha encontrado un aut¨¦ntico cors¨¦ sociol¨®gico e ideol¨®gico -no digo dramat¨²rgico porque ego ni se tiene en cuenta por aqu¨ª-. Sin poder acceder a un p¨²blico heterog¨¦neo y amplio, asaeteado de lugares comunes y banales referencias, poco pod¨ªa desarrollarse entre nosotros. Las escasas gentes de teatro que eleg¨ªan la dramaturgia iniciada por Brecht -aunque sus ra¨ªces est¨¦n ancladas a lo largo y ancho de la historia teatral de Shakespeare a Meyerhold- iban a tener todo, en la contra y nada a favor.
Teatro reformador
No existe movimiento teatral reformador desde hace m¨¢s de dos siglos, y quiz¨¢s me quede corto, sin una cr¨ªtica, aunque sea minoritaria, que colabore con los hombres de teatro en la tarea. La posibilidad de un desarrollo enriquecedor de la obra de Brecht en Espa?a no ha encontrado este terreno abonado precisamente. En cualquier caso, ha sido preferible la cr¨ªtica abierta o solapadamente reaccionaria, cuya oposici¨®n a Brecht ten¨ªa el car¨¢cter de cruzada antimarxista o n¨ªtidas posiciones de clase: las cosas estaban claras.
En este marco de confusi¨®n, Fabi¨¢ Puigserver, uno de los hombres de nuestra Espa?a de m¨¢s s¨®lida formaci¨®n teatral y planteamientos m¨¢s rigurosos, se ha entregado a la dif¨ªcil tarea de montar la Peque?a Mahagonny de Brecht, con m¨²sica de Kurt Weill. Estrenada el 17 de julio del 1927 en el Festival de Badem Badem de M¨²sica de C¨¢mara, tuvo a Lotte Lenia como principal int¨¦rprete. La obra tiene seis canciones y varios interludios musicales. Sirvi¨® de base a la ¨®pera Ascenso y ca¨ªda de la ciudad de Mahagonny, estrenada en 1930.
La puesta en escena en Barcelona de la Peque?a Mahagonny representa un hecho teatral serio e importante en un mundo esc¨¦nico tan dado a la bambolla fr¨ªvola y al truco. A¨²n antes de ver el es pect¨¢culo puedo apostar desde luego por su rigor, siendo Puigser ver un buen conocedor no s¨®lo de la obra de Brecht, sino de sus realizaciones y de lo que el brechtismo ha supuesto y significado para el teatro de nuestro tiempo. Esta obra, incluida en el repertorio de la Compa?¨ªa Estable, creada en la barriada barcelonesa de Gracia, podr¨¢ quiz¨¢s tener las condiciones t¨¦cnicas y sociol¨®gicas deseables y nos ayude a dar un paso adelante, firme y seguro, en la articulaci¨®n de la dramaturgia brechtiana en nuestro pa¨ªs.
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