La fiesta no puede tener una base de injusticia
Esta tarde empieza otra ronda de reuniones, seguramente decisivas, para intentar los acuerdos necesarios que lleven a la soluci¨®n definitiva de los conflictos taurinos. La abre la junta de matadores de toros, novilleros y rejoneadores. Seguir¨¢n ma?ana, a primera hora, los subalternos. Los empresarios, despu¨¦s. Y por la tarde, todos juntos. Si, efectivamente, hay acuerdos, ¨¦stos tendr¨¢n que ser trasladados a las asambleas respectivas, que decidir¨¢n en ¨²ltima instancia.La impresi¨®n es, en todas las partes interesadas, pesimista. Las peticiones de los subalternos parecen excesivas a empresarios y matadores, mientras ¨¦stos es muy posible que propongan la f¨®rmula de supresi¨®n de todas las cuadrillas fijas, que para los subalternos es inaceptable, por antisocial y regresiva. Seg¨²n los empresarios modestos, en sus presupuestos no cabe un incremento de los costes. Los grandes empresarios, cuyos m¨¢rgenes de ganancia permitir¨ªan absorber el mayor gasto, no est¨¢n dispuestos a perder aquellos.
Una llamada a la cordura parece necesaria, se ha hecho numerosas veces desde diversos medios -y aqu¨ª tambi¨¦n-, porque est¨¢ en juego quiza el futuro de la fiesta misma, pero lo que nadie puede pretender es que ese futuro s¨®lo pueda ser viable a costa de injusticias. Hemos defendido con frecuencia la teor¨ªa de que el espect¨¢culo taurino no puede ser anacr¨®nico, puesto que no pertenece a ninguna ¨¦poca (es fruto de una evoluci¨®n, con seguridad ahora v¨ªctima de una degeneraci¨®n), pero ser¨¢ indefendible si no acierta a encajar en los supuestos econ¨®micos y sociales del tiempo en que vivimos. Aquellos que para defender posiciones retr¨®gradas utilizan el latiguillo ?siempre fue asi?, deben convencerse de que ah¨ª no tienen ning¨²n argumento de base, y si lo es, s¨®lo valdr¨¢ para utilizarlo contra la fiesta misma.
Los razonamientos que estamos oyendo estos d¨ªas son demasiado elementales, y con alguna frecuencia capciosos. Por ejemplo, muchos se escandalizan de que los subalternos quieran cobrar todos igual, cuando hay una realidad de que no son pocos los que apenas saben poner un par de banderillas cuadrando en la cara o picar en su sitio. Sin embargo no tienen en cuenta que lo que en verdad piden los subalternos son unos honorarios m¨ªnimos, por supuesto para quienes conozcan bien su oficio y tengan valor para ejercerlo adecuadamente, porque quienes no valgan -en esta profesi¨®n, como en todas- se supone que apenas tendr¨¢n opci¨®n a firmar un contrato.
La f¨®rmula de supresi¨®n de las cuadrillas fijas la defienden los matadores por el se?uelo de que banderilleros y picadores tendr¨¢n que -ganarse tarde a tarde la posibilidad de actuar en el festejo siguiente. No dicen, en cambio, que los matadores, precisamente aquellos que m¨¢s torean, est¨¢n cubiertos por un contrato de exclusiva que les permite sestear cuando m¨¢s les conviene, y sus actuaciones, las de toda la temporada, est¨¢n programadas antes de que ¨¦sta comience.
Un problema de fondo, apenas esbozado por las distintas comisiones, es que el p¨²blico se desentiende del fen¨®meno taurino, en progresi¨®n creciente. Los empresarios, con sus exclusivas y con la pol¨ªtica que han seguido durante, tantos a?os, siempre de espaldas a los aficionados -cuando no en su contra-, han atentado seriamente contra la fiesta y ahora es de su,responsabilidad ponerla otra vez en orden. Deben aportar algo m¨¢s que esa idea genial de la quiniela taurina , a la que han dado tantas vueltas. Est¨¢, por ejemplo, la Escuela Nacional Taurina, donde pueden formarse de ra¨ªz -y con ciertas garant¨ªas- los futuros profesionales, a la cual, que sepamos, no prestan ayudas de ning¨²n tipo. De ah¨ª, a la autenticidad de todos y cada uno de los espect¨¢culos que organicen, hay un largo camino a recorrer, y mucho nos te¨ªnemos que ni siquiera han pensado en iniciarlo, salvo muy raras excepciones.
Lo que vaya a ocurrir de aqu¨ª en adelante est¨¢ en manos de quienes a partir de hoy van a someter a discusi¨®n los problemas profesionales del toreo. Esperemos que por el bien de todos -y de ellos mismos en la parte no menor- haya aut¨¦ntico sentido de la responsabilidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.