Am¨¦rica, Am¨¦rica...
Por si hubiera sido poco atreverse con la Inglaterra victoriana en la que hab¨ªa nacido y a la que en no desde?able proporci¨®n contribuy¨® a desmantelar, Bertrand Russell se fue derecho al bulto en sus varios encuentros con Am¨¦rica; con la Am¨¦rica puritana que se dispon¨ªa a entrar en el siglo XX sin sospechar siquiera el papel que se le reservaba a lo largo de su transcurso; con la Am¨¦rica incorregiblemente biso?a de las dos guerras mundiales, y aun con la Am¨¦rica que en el c¨¦nit de su poder asistir¨ªa perpleja al m¨¢s tremendo fracaso de su historia: la guerra del Vietnam.Los lectores de los tres apasionantes vol¨²menes de la Autobiograf¨ªa de Russell encontrar¨¢n en la obra que rese?amos -y cuya primera parte, ahora publicada en Espa?a, abarca desde 1896, fecha de su primer viaje a los Estados Unidos, hasta 1945, momento de su regreso a Europa despu¨¦s de seis a?os de permanencia al otro lado del Atl¨¢ntico- un suplemento de enorme inter¨¦s en datos y textos, bastantes de los cuales permanec¨ªan in¨¦ditos, y una imagen m¨¢s completa del inquieto e inquietante Bertrand Russell.Es posible que una buena partede la obra escrita de Bertrand Russell ofrezca al paso inmisericorde del tiempo bastantes aspectos vulnerables. Pero tambi¨¦n puede dar se por seguro que la valent¨ªa, la perspicacia y la lealtad, como actitudes definidoras de su personali dad singular, le aseguran una ad miraci¨®n persistente de parte de quienes valoran por encima de to do la independencia de esp¨ªritu. ?Cualquiera que crea -escribi¨® Russell en 1916- que yo estoy he cho para contener mi lengua cuan do se realizan tales cosas, est¨¢ enormemente equivocado.? Las cosas aludidas ten¨ªan que ver con su absoluta postura pacifista al comienzo de la primera guerra mundial, pero la frase hubiese podido figurar en su escudo nobiliario.
La Am¨¦rica de Bertrand Russell,
de Bertrand Russell. Taurus, Madrid, 1976.
La lucha contra Am¨¦rica
El inter¨¦s de esta obra tiene un doble alcance. Por un lado nos ofrece la serie de juicios que Am¨¦rica fue suscitando en Bertrand Russell a lo largo de mediosiglo. Y porotro, nos hace asistir al espect¨¢culo de la pelea de Bertrand Russell con Am¨¦rica (con algunos e sus aspectos, se entiende). Porque, como es bien sabido", Russell, -Prototipo de intelectual, fue un intelectual activo; no se content¨® nunca con pl pensamiento puro, sino que, adem¨¢s de ?levantarles las faldas? a los temas, como dec¨ªa Ortega, se dedic¨® si empre a meterles los dedos en la boca a sus sostenedores.En la vida de Bertrand Russell se produjo un fen¨®meno singular. Hab¨ªa logrado llamar la atenci¨®n sobre sus puntos de vista en cuestiones de educaci¨®n, religi¨®n y moral, a causa, en buena medida, de su prestigio en l¨®gica matem¨¢tica y filosof¨ªa de la ciencia; y cada vez que se le contrataba para disertar sobre l¨®gica matem¨¢tica y filosof¨ªa de la ciencia sal¨ªan a relucir pol¨¦micamente sus puntos de vista sobre educaci¨®n, religi¨®n o ¨¦tica. Fue eso precisamente lo que le sucedi¨® en Norteam¨¦rica con ocasi¨®n del revuelo provocado en los medios conservadores en torno a su contrato como profesor del City College,de New York.en 1,938. El propio Russell hab¨ªa c?ntado ya en su Autobiograf¨ªa algunos extremos de aquel suceso, entre grotesco y dram¨¢tico. Dos cap¨ªtulos-de la presente obra nos informan de manera mucho m¨¢s pormenorizada sobre el particular. Hab¨ªa empezado ya, a favor de la situaci¨®n pol¨ªtica de preguerra, la formidable caza de brujas que no habr¨ªa de detenerse hasta casi nuestro d¨ªas.
Libertad intelectual
No puede decirse que a Bertrand Russell le cogiera la cosa de improviso. Ya en una escaramuza anterior, en 1924, en relaci¨®n con la Universidad de Harvard, hab¨ªa podido advertir con claridad un fen¨®meno sobre el que se habla apresurado a llamar la atenci¨®n con entera franqueza: en los colleges de las universidades americanas no hab¨ªa libertad intelectual, sometidos como se hallaban a intromisiones insuperables: ?Cuando una instituci¨®n de ense?anza est¨¢ gobernada por un grupo de financieros y hombres de negocios, se sirve a cualquier inter¨¦s excepto al del liberalismo?. Y prosegu¨ªa m¨¢s adelante, generalizando la situaci¨®n: ?Am¨¦rica no est¨¢ regida por el Gobierno de Washington. Es el petr¨®leo y Morgan quienes la gobiernan. Am¨¦rica est¨¢ en el c¨¦nit de la adoraci¨®n a la m¨¢quina y a la eficiencia industrial. Un imperio de finanzas americanas sobre todo el mundo, antiliberal y cruel en sumo grado, es la perspectiva de pesadilla que se cierne sobre el mundo?. Por supuesto, ya no se trata de opiniones que nos impresionen. Los hechos se han encargado de volcar sobre nosotros una demostraci¨®n excesiva.No eran s¨®lo los millonarios como el doctor Barnes, que tanto le dio que hacer, o los gerentes de las universidades al servicio de aqu¨¦llos, quienes compromet¨ªan la libertad de pensamiento. Estaban tambi¨¦n las iglesias, y en particular la Iglesia cat¨®lica, aunque, por cierto, su jerarqu¨ªa no aparezca directamente implicada. Fueron m¨¢s bien los elementos cat¨®licos reaccionarios, con frecuencia de origen irland¨¦s, los que se enfrentaron con Russell. El caso es que un cat¨®lico se siente un tanto a disgusto, y hasta un no poco avergonzado, al tener que asentir a las razones de Russell frente a las sinrazones de sus contrincantes. La generosidad aut¨¦nticamente liberal de Russell se pone de manifiesto cuando escribe, en 1940: ?Entre las v¨ªctimas acad¨¦micas de la persecuci¨®n alemana en Polonia hay, seg¨²n s¨¦ algunos l¨®gicos que son cat¨®licos completamente ortodoxos. Har¨ªa todo lo que estuviera en mi poder para obtener una posici¨®n acad¨¦mica para estos hombres, sin importarme que sus correligionarios no me devolvieran el cumplido?.No es posible, dentro de los estes de esta rese?a, extrechos l¨ªmi tenderse en el comentario de otros temas predilectos de Bertrand Russell. Pero es forzoso subrayar la penetraci¨®n de lo que cabr¨ªa denominar su filosof¨ªa de la democracia, expuesta en un buen n¨²mero de los art¨ªculos aqu¨ª reunidos. Y m¨¢s en particular su rigurosa solicitud de un verdadero socialismo democr¨¢tico, equidistante de la tiran¨ªa pol¨ªtica de fascismos y comunismos, a la vez que de la tiran¨ªa econ¨®mica de la pretendida democracia pol¨ªtica almericana.La lectura de Russ ell es siempre estimulante. Cuando acierta, y hasta cuando se equivoca o resulta netamente discutible, la manera como lo hace provoca en el lector un chorro de asociaciones mentales fecundas. El esc¨¦ptico apasionado le ha llamado su bi¨®grafo Wood, y es eso precisamente lo que Bertrand Russell comunica: la pasi¨®n de la mente,puesta en el acto de pensar y no en sus resultados, la duda din¨¢mica aplicada a los resultados del pensamiento, pero no a su formidable e infinita tarea. Hab¨ªa descubierto muy pronto, seg¨²n nos cuenta ¨¦l mismo, el sabor de la libertad y de la vida peligrosa, y la forma en que ejercit¨® su descubrimiento hasta su inveros¨ªmil ancianidad ha sido uno de los m¨¢s espl¨¦ndidos espect¨¢culos que nos ha sido dado contemplar en esta segunda mitad de nuestro siglo, mucho m¨¢s abundante en oscuros escepticismos que en encendidas pasiones mentales.
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