Un director a considerar: Georg Schm?he
La Orquesta de la Suisse Romande tuvo d¨ªas de gloria bajo la direcci¨®n de Ernest Ansermet. Despu¨¦s, por variadas circunstancias, pas¨® por un periodo menos brillante y actualmente goza de una calidad extraordinaria, en sus individualidades y en su conjunto. La gobierna como titular uno de los primeros nombres de la actual direcci¨®n europea: Wlofgang Sawallisch y desarrolla un trabajo muy amplio que comprende conciertos de abono, actuaciones y grabaciones para la RTV y viajes nacionales y extranjeros.
Por indisposici¨®n del director invitado Gerd Albrecht, he tenido ocasi¨®n de comprobar la flexibilidad de la OSR y la brillantez y atractivo del joven maestro que le sustituy¨®. Georg Schm?he, actual ?general-musikdirektor? en Bieleffeldd (38 a?os), ha sido anteriormente director en los teatros de Berna, Essen, Wupperthal y Dusseldorf y en su doble faceta de conductor oper¨ªstico y sinf¨®nico viene obteniendo triunfos muy se?alados por la cr¨ªtica de los principales centros musicales de Europa.Su versi¨®n de la octava sinfon¨ªa de Dvorak y de las Travesuras de Till Eulenspiegel, nos ha mostrado la eficacia de gesto, recta orientaci¨®n y capacidad comunicativa de Schm?he. Dominador de la gran arquitectura, la riqueza del detalle la obtiene m¨¢s por diferenciaci¨®n y riqueza de color que por un moroso perderse en cada dise?o, todo ello dentro de una organizaci¨®n sonora y una planificaci¨®n plena de perspectivas y a trav¨¦s de una continuidad espl¨¦ndida. En una obra como el poema straussiano logra aunar su talento dram¨¢tico para bien narrar y ?retratar? los personajes y acciones y su inteligencia sinf¨®nica para construir muy reciamente las estructuras formales.
La respuesta de la OSR fue tan precisa como pronta. Vuelve a ser el instrumento que forj¨® Ansermet, cuya correspondencia con Frank Martin, iluminadora sobre la obra del gran m¨²sico suizo, acaba de editarse en la capital de la Suise Romande. El triunfo de Schm?he en la Victoria Hall fue rotundo, como corresponde no solo a sus valores t¨¦cnicos sino a la temperatura c¨¢lida de todas sus interpretaciones.
Kubelik y la Orquesta de la Radio B¨¢vara
Despu¨¦s de Mahler, Bruckner. Fue el grito de aviso -no digamos de alarma- que hace tiempq, lanz¨® un cr¨ªtico italiano. Y as¨ª ha sido, De los doce conciertos p¨²blicos que constituyen la temporada de la Sinf¨®nica de la Bayerische Rundfunk, que dirige Rafael Kubelik, en seis figuran sinfon¨ªas brecknerianas interpretadas por Klaus Tennstedt, Bernard Haitink, Karl B?hm y el propio Kubelik. Digamos, entre par¨¦ntesis, que unos d¨ªas despu¨¦s, Par¨ªs anunciaba en una sola semana dos sinfon¨ªas de Bruckner dirigidas, respectivamente, por Giulini y Celibidache. El maestro rumano, en gira europea con la Orquesta de Radio Stuttgart logr¨® en Berl¨ªn tal triunfo que hubo de otorgar m¨¢s de una docena de ?bises?.Como en Alemania, ni siquiera en la alegre Baviera, reza para nada aqu¨¦llo que se?al¨® Lope sobre ?la c¨®lera del espa?ol sentado?, la Bayerische, Rundfunk no se conform¨® con interpretar la sexta sinfon¨ªa del antecesor de Mahler, en la historia, y sucesor en la fama. Antes program¨® la deliciosa tercera sinfon¨ªa de Schubert -con el que Bruckner guarda tantos puntos de relaci¨®n- y la quinta (sinfon¨ªa concertante), de Klaus Amadeus Hartmann, uno de los m¨¢s s¨®lidos valores de la m¨²sica germana contempor¨¢nea ligada, por m¨¢s que las modifique, a las tradiciones formales e ideol¨®gicas del romanticismo. El prestigio de Kubelik no cesa de ganar puntos y si su sensibilidad puede lograr un Schubert juvenil pleno de frescura -yo dir¨ªa que tocado de cierto lirismo bohemio- su Bruckner es preciso y precioso. Y lo que m¨¢s importa: aligerado de peso y expuesto en toda la transpariencia de su textura. En cuanto a la partitura de Hartmann, que es en parte homenaje a Strawinsky, la sombra del ruso no deja de proyectarse en el contenido de una forma rigurosa, especialmente el Strawinsky que se mueve entre Le Sacre y Pulcinella. Lo que quiere decir que el programador acert¨® a combinar con Schubert, el Hartmann m¨¢s a¨¦reo y transparente. ?Cu¨¢ndo volveremos a tener entre nosotros a Kubelik, en un tiempo nuestro asiduo visitante? Su personalidad musical interesa siempre, desde Schubert, Hartmann, Bruckner, Mahler, Mozart o Dvorak; tambi¨¦n su amor por calidades sonoras, vibrantes y limpias, expresiva desde la misma sustancia que su rica imaginaci¨®n sabe crear con cualquier orquesta que dirija. F¨¢cil le resulta con unacenturia como la de la Radio B¨¢vara, espl¨¦ndida en todos los sentidos, cuyo relieve se percibe en la Sala H¨¦rcules de la Residencia.
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