Presentaci¨®n de Wladimir Spivakov y Boris Bejterev
La presentaci¨®n por Iberm¨²sica-Hazen del violinista Wladimir Spivakov, en colaboraci¨®n con el pianista Boris Bejterev, ha constituido uno de los grandes cap¨ªtulos de la temporada. No grande, verdaderamente sensacional. Los ?enterados? conoc¨ªan de Spivakov su nombre, su fama y alguna grabaci¨®n. El p¨²blico, en bloque, lo ha descubierto en el Teatro de la Zarzuela a trav¨¦s de un recital en el que todo brillo encontr¨® transmisi¨®n viva en el arte del joven concertista sovi¨¦tico.La tradici¨®n violin¨ªstica sovi¨¦tica, con el antecedente inmediato de David Oistrach, que fuera maestro de Spivakov junto con la Segal, una alumna destacada de Auer, no cesa de producir nombres. Son esos nombres que copan los concursos Internacionales, como en el caso que nos ocupa. Pues Spivakov triunf¨® en el Marguerite Long-Thibaud, en el Paganini, en el Tschaikowsky y en el de Montreal. No ser¨ªan necesarias las citas de juicios tan superlativos como los que reproduce el programa para percibir, con meridiana claridad, que nos encontramos ante un ?fuera de serie?. Sucede que la escuela sovi¨¦tica parece producir ?en serie? los ?fuera de serie?.
Teatro de la Zarzuela
W Spivakov-B. Bejierev. Obras de Beethoven, Bach, Strawinsky y Paganini. 23 de marzo.
Con todo, la personalidad de Spivakov es evidente por la calidad de un sonido incisivo y bell¨ªsimo, la perfecci¨®n del juego, la seguridad de la afinaci¨®n y la temperatura expresiva, ese ?fogoso temperamento? sobre el que escribiera Oistrach. Programa de virtuoso cuyo centro pod¨ªa ser ese monumento, casi inexplicable, llamado Chacona, de Bach, en el que el viol¨ªn luce todas sus poibilidades polif¨®nicas a trav¨¦s de una construcci¨®n magistral que contiene sustancia musical de extraordinaria belleza. Con la Chacona, el viol¨ªn alcanza una de las cimas de su historia y quien la interpreta como Spivakov, logra, a su vez, una cumbre en el panorama de su carrera y dentro de la perspectiva de los ejecutantes de su tiempo.
Antes, tuvimos una espl¨¦ndida traducci¨®n, de la original¨ªsima Sonata n.? 10, opus 96, de Beethoven, con p¨¢ginas de tan singular hermosura como el Adagio y otras de tan in¨¦dita invenci¨®n como el Pocco allegretto, que le sigue tras el breve puente de un scherzo que quiere integrarse en la unidad formal m¨¢s que como pieza aut¨®noma como pasaje de contraste. Es el momento ya de hablar del colaborador de Spivakov, el pianista Boris Rejterev, de tan poderosos medios como fuerte talento interpretativo, capaz de dialogar con su compatriota en equilibrio perfecto de intenciones y resultados.
Del ?ballet? pergolesino, Pulcinella, Strawinsky dedujo una llamada Suite italiana, en la que alterna el servicio casi integral a los originales con la aparici¨®n muy fuerte de la personalidad y los ?tics? del ruso. Versi¨®n refulgente que preparar¨ªa al auditorio para las mil ?acrobacias? de Paganini, la ardiente exposici¨®n del ?Cant¨¢bile?, del mismo autor, o la ?Danza h¨²ngara? ofrecida entre los varios ?encores?. Clima de triunfo sensacional, mantenido durante toda su actuaci¨®n por nuestros visitantes.
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