Sin pasmo y sin cuidado
No me ha producido pasmo alguno el art¨ªculo de Ricardo de la Cierva ?Reflexiones sobre la Iglesia y el poder?, en cuanto a que su primera parte nos muestra cosa, tan archisabida como la colusi¨®n de ambas potestades durante trece siglos de la historia de Espa?a y la exacerbaci¨®n de tan pernicioso fen¨®meno durante los cuarenta a?os de r¨¦gimen franquista, y en cuanto a que en su segunda parte reitera ataques ya acostumbrados contra la Democracia Cristiana.Tampoco me producen mucho cuidado tales ataques, por venir de quien vienen: el hecho de que tema un ?confesionalismo? democr¨¢tico quien durante sus muchos a?os de satrap¨ªa hist¨®rica de la Dictadura por especial concesi¨®n del dictador, nunca se atrevi¨® a denunciar el nacionalcatolicismo franquista, parecer bastante irrelevante.
M¨¢s bien, para lo que utiliz¨® Ricardo de la Cierva su monopalio oficial de archivos y microfilines, su ejercicio de censura informativa, fue para atacar con la mayor impunidad a la Oposici¨®n, como, por ejemplo, para llamarnos ?secuaces del conde don Juli¨¢n?, a quienes participamos en el ?contubernio de Munich?. 0 para hacer un paneg¨ªrico, ciertamente inteligente por su barniz de neutralidad, pero siempre decidido, del general Franco: son botones de muestra las tres versiones sucesivas de R. de la Cierva sobre el bombardeo de Guernica al efecto de eximir de culpa alguna en la masacre a su caudillo; su olvido, sospechoso en historiador tan puntillista, de las treinta y tantas horas de Franco en Casablanca- antes de ponerse al frente de la rebeli¨®n, para ver por d¨®nde iban los tiros de ¨¦sta; su afirmaci¨®n, porque s¨ª, de que no hubo arriba de 14.000 fusilamientos en la posguerra, cuando todos los historiadores, basados en datos estad¨ªsticos, entienden que fueron m¨¢s de-100.000
Pero he aqu¨ª que, durante los estertores de la Dictadura, fulminado el cronista oficial del Reino por el rayo de la conversi¨®n (perm¨ªtaseme glosar a Gil-Robles) en su coche oficial, se dedica con perseverancia a dos tareas: la primera, de la que es muy due?o, a volcar su monopolio informativo sabiamente dosificado, en pormenorizados ?raccontos? franquistas, desde,el tornazo al tbo. La segunda, a alertar al pa¨ªs contra el peligro que contra la libertad supone la existencia de una fuerte Democracia Cristiana.
Creo que al hacerlo as¨ª incurre en triple ignorancia.
En cuanto historiador del r¨¦gimen al que sirvi¨® y del que se sirvi¨® la primera ignorancia el excusable ?C¨®mo va a saber nada de las luchas en pro de la libertad por parte de los dem¨®cratas cristianos, junto con liberales, socialistas, socialdem¨®cratas, comunistas y dem¨¢s fuerzas de la Oposici¨®n? Pero, para colmarla, le sugiero que les pregunte a todos ¨¦stos si para la instauraci¨®n de la democracia les ofrece m¨¢s garant¨ªa un poderoso partido DC o don Ricardo de la Cierva.
Ignorancia, tambi¨¦n excusable por tratarse de historia extrafranquista, de lo que la DC en el Gobierno ha significado -aparte matices de contenido socioeconcim¨ªco- en cuanto al respeto de las libertades en Alemania, Italia, B¨¦lgica, Austria, Venezuela o Chile, por citar s¨®lo unos ejemplos, y en cuanto a la vigencia, durante los mismos, de una aut¨¦ntica separaci¨®n entre las Iglesias y el Estado.
Ignorancia la tercera -remediable con s¨®lo leer los programas de los partidos del equipo DC y, a no dudarlo, el futuro del PDC, presidido por Alvarez de Mirandarespecto ¨¢ unas declaraciones de aconfesionalismo no meramente nominales, sino desarrolladas por una articulaci¨®n muy concreta del aludido principio de separaci¨®n.
Ricardo de la Cierva no se ha dado cuenta de que nuestra inquietud evang¨¦lica no constituye soporte, sino incitaci¨®n para un compromiso democr¨¢tico en todos los niveles que lleva muchos a?os dando frutos por el mundo y que carece de apoyo alguno externo a sus p¨ªopios militantes y al que, es de esperar, y si don Ricardo de la Cierva no lo impide, le prestar¨¢n sus much¨ªsimos votantes.
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