Vitalidad del teatro popular religioso
He bajado a las tierras andaluzas, esta Semana Santa, para seguir la pista, con simpat¨ªa y placer, a algunas de esas manifestaciones populares que escenifican, con grandes variantes, los misterios de la Pasi¨®n. No me refiero ahora, a pesar de la autenticidad de su popular enraizamiento, a las procesiones de Semana Santa, aunque podr¨ªa decir bastantes cosas sobre la inteligente organizaci¨®n de su indiscutida dramaticidad. Hablo de las modestas, sencillas, l¨²cidas representaciones teatrales del drama de la Pasi¨®n, que ciertos pueblos escenificaron estos d¨ªas y que gozan del maravilloso beneficio de una audiencia popular fiel e interesada.No conozco a nadie que est¨¦ en condiciones de dilucidar el origen de estos espect¨¢culos. Generalmente, los m¨¢s ancianos del lugar s¨®lo saben que el texto y, eventualmente, algunas im¨¢genes sobre su puesta en escena, han llegado por tradici¨®n oral desde fechas que son, para ellos, inmemoriales. Podr¨ªa, pues, decir, que en tenue hilillo conductor ha ido salvando siglos y que esta! representaciones tienen ancestros medievales de muchos y buenos quilates. No lo creo, pero es un hecho que el tema de la Pasi¨®n es de los que -inauguraron nuestra vida teatral. Basta con eso para otorgarle muy buena carta de naturaleza.
Alguna. vez he citado uno de los m¨¢s importantes estudios que existen sobre nuestro teatro medieval, el magn¨ªfico pr¨®logo de Fernando L¨¢zaro a los textos publicados por Castalia, donde se esboza la hip¨®tesis de que la invasi¨®n ¨¢rabe apuntill¨® los restos de la dram¨¢tica cl¨¢sica y que el teatro volvi¨® a ser articulado -no en Castilla, pero s¨ª en Catalu?a- a partir de los tropos lit¨²rgicos. Por esa v¨ªa en el reino aragon¨¦s, y seguramente por influencia de los monjes cluniacenses en tierras de Castilla y Le¨®n, el final del siglo XIII era un burbujeo de representaciones teatrales religiosas, no lit¨²rgicas: hab¨ªa nacido un teatro. Fue un teatro pobre, rudo, desatendido, pero de tanta fiebre popular que lo que se salv¨® de ¨¦l fue, precisamente, su repertorio de figurillas populares, incorpor¨¢ndoles a sus creaciones literarias. As¨ª pues, por ah¨ª, por la v¨ªa popular, y no por la via juglaresca, entr¨® en nuestro cuerpo dram¨¢tico la corriente sangu¨ªnea que lo robusteci¨® y dio nueva vida.
Inventario dram¨¢tico y po¨¦tico
Ha sido muy f¨¢cil -ha sido muy f¨¢cil hace veinte, hace cuarenta a?os- sonre¨ªr ante el balbuceo, la ingenuidad, la superficial y candorosa tersura de estas representacion¨¦s. Pero lo que existe, por ejemplo, en algunos pueblos de la serran¨ªa malague?a es todo un inventario dram¨¢tico y po¨¦tico que cumple a las mil maravillas su funci¨®n de teatro popular. Digo dram¨¢tico porque se trata de rigurosas representaciones teatrales, y digo po¨¦tico porque po¨¦ticos son en general, los textos recitados. Esta condici¨®n parece sumamente necesaria para que se afine la sensibilidad de la audiencia y la re presentaci¨®n, desliz¨¢ndose sobre un canal de m¨²ltiples vibraciones, entregue armoniosamente su mensaje esencial. Est¨¢ claro que no me refiero a la poes¨ªa estricta y directa de un texto de Shakeaspeare o de Lope de Vega, sino a aquella forma honda de integraci¨®n de las artes visuales, sonoras, pl¨¢sticas y musicales que confiere sentido total a una obra dram¨¢tica. La verdad es que algunos de esos ingenuos int¨¦rpretes, de esos cult¨ªsimos salvajes, podr¨ªan dar lecciones de teatro a muchos teorizantes resabidos. Lo que hac¨ªan era lo justo: expresar exacerbada y en¨¦rgicamente, sobre la vida social del pueblo, el dintorno del cuerpo de una obra teatral po¨¦ticamente cargada de fuerza expresiva. Y de af¨¢n comunicativo.
En un cerro deslumbrado de luz, con el encalado de las casas por toda decoraci¨®n y con un buen par de olivos rompiendo el espacio esc¨¦nico,fuerza expresiva significa capacidad de cumplimiento de una funci¨®n esencial del teatro: llegar. No a este o a aquel grupo aristocr¨¢tico, informado y culto, sino a una audiencia acorde con la organizaci¨®n de la sociedad constituida en p¨²blico. Dicho democr¨¢tica mente, a la mayor¨ªa. Es asombroso comprobar que en el esqueleto de esa inexperta audiencia hay sitio para la tragedia, para la farsa, para el drama moral, para la empresa pedag¨®gica y pira la abstracci¨®n art¨ªstica. La composici¨®n de la audiencia no tiene nada que ver, o muy poco, con el mecanismo de los g¨¦neros teatrales. Cualquier g¨¦nero puede y debe emocionar, promover una reflexi¨®n, intimidar,apenar, alegrar y enriquecer. Lo ¨²nico que ha de hacer es encerrar dentro del per¨ªmetro de la representaci¨®n una superficie de vida superior a la que cabr¨ªa percibir, en el mismo ' lapso de tiempo, fuera de ella. En esas condiciones algo aparece claro: que esa variaci¨®n en la intensidad de las sensaciones recibidas s¨®lo puede obtenerse con la ayuda de elementos que intensifiquen la cuenta emocional sin anular su l¨®gica. Estos elementos son los que integran, tradicionalmente, la funci¨®n po¨¦tica del teatro.
Sinceridad y juego
Esta funci¨®n, en definitiva, puede identificarse con la sinceridad. Tara que una audiencia acepte el juego teatral, renuncie a una parte de su esp¨ªritu cr¨ªtico, admita hallarse donde le dicen y o¨ªr a quien le presenten, es preciso que esa audiencia est¨¦ integrada como tal -es decir, se sienta colectividad-, sea entretenida o conmovida a niveles del coraz¨®n o de la cabeza, se encuentre compensada en la renuncia a vivir por su tiempo, por la presentaci¨®n de unos hechos m¨¢s vigorosos y estimulantes que los propios y, en fin, acepte la veracidad de las acciones, caracteres, pasiones, personajes y conflictos presentados o reproducidos. Ser¨ªa bastante simple adscribir la satisfacci¨®n de estas exigencias a un solo tipo de teatro: el drama sicol¨®gico social contempor¨¢neo, la tragedia m¨ªtica del teatro religioso primitivo, los c¨¢nticos her¨®icos del Renacimiento o la metaf¨ªsica rom¨¢ntica. Esto no es as¨ª. Dormido estos d¨ªas el teatro -el teatro culto, organizado, comercial-, yo he sentido en el sur un fant¨¢stico roc¨ªo refrescante. Lo que dicen es que tienen lo esencial para hacer teatro: poes¨ªa popular con toda su riqu¨ªsima y primaria vitalidad.
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