Camino no justific¨® su "novela" de maestro
Plaza de la Maestranza. Novena corrida de Feria. Toros de Manolo Gonz¨¢lez, escasos de trap¨ªo salvo dos, c¨®modos de cabeza, mansurrones, justitos de fuerza, tres muy boyantes. Segundo devuelto al corral por cojo y sustituido por otro del mismo hierro.Poco Camino: Vuelta. Aplausos y saludos. Ni?o de la Capea: Petici¨®n de oreja y vuelta. Silencio. Antonio Chac¨®n, que tom¨® la alternativa: aplausos y salida el tercio. Palmas.
Volvemos al tema de los maestros, que lo son en la propaganda y en la habilidad de sus exclusivistas, quienes los conducen por la mayor parte de las plazas quit¨¢ndoles obst¨¢culos y exigiendo por sus actuaciones un dineral. Ayer se llen¨® por tercera vez consecutiva la Maestranza, porque estamos en feria y porque toreaba Paco Camino, ese maestro cuya maestr¨ªa a¨²n est¨¢ por demostrar. La cuant¨ªa de sus honorarios -nos dicen- supone una fortuna. El p¨²blico, que lo sabe, y que es sensible a todas las novelas de los toreros que les cuenten, ocup¨® los tendidos entregadito. Le bastaba al maestro pesta?ear para que el pesta?eo tuviera eco inmediato y restallaran con fuerza los aplausos.?Y c¨®mo justific¨® todo esto el maestro Camino? En primer lugar, aceptando una corridita de poco fuste, sin apenas trap¨ªo, sin apenas fuerza y mansamente dulce o dulcemente mansa, como prefiera decirse. Y luego, toreando mal. Pues bien: a pesar de todo ha sacado en, limpio una vuelta al ruedo y una ovacionada salida al tercio. Pero a?adamos, al paso, que en eso de la comodidad de los torillos se llega al esc¨¢ndalo, pues se ha dicho hasta la saciedad que dan "la oportunidad ? a unos toreros que piden paso, para lo cual les echan ganado de respeto, con cuajo y astifino, mientras la realidad es que la oportunidad verdadera se la dan todos los d¨ªas a estos maestros de la mentira, poni¨¦ndoles frente a ganado rid¨ªculo y, encima, rara vez aciertan a aprovechar tantas facilidades. As! que ya hemos llegado al extremo de que, sin necesidad de justificar nada, la noveler¨ªa de? ?Ni?o sabio?, el ?maestro?, el ?arte?,. etc¨¦tera, sigue adelante. Suponemos que hasta Madrid, de momento, donde a fin de cuentas -y por mucho que nos quejemos- el p¨²blico no es tan de caramelo y donde hay un hueso duro de roer all¨¢ por la andanada.
Camino hizo al segundo de, la tarde un torero quite por chicuelinas: intent¨® provocar la embestida arroj¨¢ndole la montera y luego aguant¨® con temple la corta arrancada. En los naturales se dej¨® tropezar la muleta; los derechazos, ya con mejor temple y largos, fueron de costadillo. Al cuarto le dio catorce naturales seguidos, y ni uno sali¨® limpio. Despu¨¦s derechazos, otra vez de costadillo y adem¨¢s con el pico. No hubo ligaz¨®n y no recordamos un solo muletazo que tuviera enjundia, aunque fuese relativa. ?Porque se media con fieras corrupias? Nada de eso: perritos falderos y gracias.
M¨¢s m¨¦rito tuvo la eficacia con que llev¨® la lidia Chac¨¢n en el toro de la alternativa, y dudo que sean muchos los que a estas horas lo recuerden porque, naturalmente, nadie le ha hecho la novela del maestro que sabe la mar. Ese toro manso corno casi todos, buscaba los chiqueros, La historia de la faena est¨¢ en la pelea del diestro para sujetarle y la del toro para marcharse. Gan¨® el toro. Algo muy parecido ocurri¨® con el quinto, al cual el Ni?o de la Capea tampoco supo detener su clara querencia a chiqueros, y acab¨® macheteando en el terreno que eligi¨® el animal.
En el sexto -otro manso m¨¢s- Chac¨®n se empe?¨® en torear por el pit¨®n derecho y agot¨® con intentos deslucidos la mejor embestida que la res ten¨ªa por, el izquierdo. En el tercero, donde se vieron unos ajustados delantales de? Ni?o de la Capea, la faena de este espada al muy noble torito fue de trallazos, violenta, retorcida la figura, sin unidad, tanto en las series de pases como en los terrenos. El indudable entusiasmo de? torero, y su estoconazo, movieron a parte del p¨²blico a pedir la oreja, que no merec¨ªa, y" cuya denegaci¨®n subray¨® otra parte del p¨²blico, ovacionando al presidente.
Salvo los dos ¨²ltimos toros, que ten¨ªan respeto, en los dem¨¢s no hubo trap¨ªo. Primero y quinto fueron mansos declarados y el resto mansos disimulados. Segundo, tercero y cuarto ofrecieron en bandeja las orejas a sus matadores. Pero ¨¦stos no se enteraron. A lo mejor ese pasaje no venia en la novela, o a lo mejor hab¨ªan perdido la p¨¢gina.
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