Se levanta el tel¨®n
Se han convocado las elecciones espa?olas para el 15 de junio de 1977. Por primera vez desde el 16 de febrero de 1936, vamos a poder elegir a nuestros legisladores, e indirectamente a nuestros gobernantes. Si se piensa que los menores de 65 a?os no hemos tenido nunca oportunidad de hacerlo, se puede medir el alcance de esa recuperaci¨®n de la ciudadan¨ªa, que para la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n es simplemente un estreno, el comienzo absoluto de su ejercicio. ?Podemos permitirnos el lujo de comprometer ese camino que se abre ante nosotros?Yo invitar¨ªa a los ¨®rganos de opini¨®n y a los portavoces de grupos pol¨ªticos a hacer en este momento un examen de conciencia. Con muy pocas excepciones, desde hace a?o y medio han hecho alarde de su desconfianza y escepticismo: todo estaba e iba a serguir estando igual, se trataba de no cambiar nada, no se pod¨ªa confiar en promesas, las ?reformas? no eran reales y, en todo caso, eran m¨ªnimas y lent¨ªsimas, nada ten¨ªa ?credibilidad? -palabra favorita esta temporada- No es f¨¢cil repasar las colecciones de los peri¨®dicos y revistas, o las declaraciones y discursos pol¨ªticos; se cuenta demasiado con su car¨¢cter ef¨ªmero y con la mala memoria de la gente.
(Por eso me parece un deber de conciencia coleccionar y publicar mis art¨ªculos de tema pol¨ªtico y as¨ª solidarizarme con ellos y exponerlos al examen conjunto de los lectores).
El hecho es que, una tras otra, se han ido haciendo las cosas que ?no se iban a hacer nunca?. Echo de menos que nadie -o casi nadie- se haya sentido obligado a decir: ?Nos hemos equivocado.? Se han equivocado tanto, que se piensa si acaso ser¨¢ m¨¢s que un error una t¨¢ctica que consiste en prescindir de la veracidad. Es urgente que esto se rectifique pronto: si los espa?oles queremos hacer algo interesante y que no termine en un desastre, tenemos que evitar hasta donde sea posible los errores y declarar la guerra a la mentira all¨ª donde la encontremos.
El gran acierto de la pol¨ªtica espa?ola del ¨²ltimo a?o y medio, y en especial de los ¨²ltimos nueve o diez meses, ha sido no haber hecho una falsa democratizaci¨®n del pa¨ªs y haber llevado a cabo, en cambio, una efectiva liberalizaci¨®n del mismo. El Poder se ha ido limitando a s¨ª mismo progresivamente. Los que no piensan mucho las cosas creen que se ha ?entregado? o ?debilitado?; no lo veo as¨ª; es que han olvidado lo que significa ?Poder pol¨ªtico?, acostumbrados a tantos decenios de prepotencia sin pol¨ªtica. Creo que el Poder ha ido adquiriendo autoridad, y en esa medida ha podido reducir al m¨ªnimo el uso de la fuerza. Por eso ha podido ir autorizando innumerables cosas, que hace poco tiempo no se atrev¨ªan ni a pedirlos que ahora fingen desde?arlas o considerarlas como de poca monta. Ha ido renunciando a invadir esferas de la vida que corresponden a los individuos o a los grupos sociales, y as¨ª ha ido adquiriendo figura. Ha ido permitiendo, m¨¢s a¨²n, fomentando, la existencia de opiniones, incluso adversas, y la confrontaci¨®n de unas con otras.
En esto consiste el liberalismo, lo m¨¢s denostado y perseguido desde 1936 hasta 1975 -y en gran parte del mundo no ha habido ning¨²n cambio en esa fecha-. Como el liberalismo es la condici¨®n absoluta de la democracia, lo que asegura su funcionamiento sin suplantaciones, ahora podemos tener esperanzas fundadas de llegar a la democracia dentro de un par de meses. Naturalmente, nadie habla contra ella; pero se puede recohocer a los que no la quieren: son los adversarios del liberalismo que la hace posible.
Dije que el refer¨¦ndum del 15 de diciembre fue el ?ensayo general con casi todo?; ahora se levanta el tel¨®n para una acci¨®n dram¨¢tica en varios actos, cuyo t¨ªtulo podr¨ªa ser La devoluci¨®n de Espa?a o La busca de la libertad. ?Qu¨¦ encontramos en el escenario?
Est¨¢ casi vac¨ªo. Lo ocupan los partidos pol¨ªticos -seg¨²n dicen, cerca de doscientos-, m¨¢s de 125 reconocidos y legalizados ?Podr¨ªa alguien enumerarlos y distinguirlos? Son indiscernibles, como infusorios en una gota de agua. Algunos parecen mayores, o m¨¢s organizados, o m¨¢s eficaces. Se dibujan (y desdibujan) coaliciones con miras electorales y con no muy clara proyecci¨®n pol¨ªtica, con pocas posibilidades de gobierno coherente. Aun suponiendo que fuesen ciertas -lo que es mucho suponer- las cifras de afiliados que algunos partidos lanzan, son rid¨ªculas si se piensa en una movilizaci¨®n del cuerpo social de Espa?a.
La impotencia de los partidos se manifest¨® el 15 de diciembre. ?Han adquirido mucha fuerza desde entonces? No lo creo; algunos han perdido ?aureola?, otros, cabezas, otros, hasta la sombra de la unidad. Y, sin embargo, el sistema electoral, con listas ?cerradas y bloqueadas? da una importancia decisiva a los partidos, una importancia que no tienen, porque son ellos los que van a recibir los votos. Se entiende, los votos de los dem¨¢s, porque los de sus afiliados van a s¨¦r muy poca cosa. .
Lo m¨¢s importante de las pr¨®ximas elecciones es que no sean las ¨²ltimas. Esto es lo que el elector deber¨ªa tener presente. Su resultado tiene importancia, pero palidece al lado de esa gran cuesti¨®n. Antes de votar; el elector deber¨ªa preguntarse: la victoria de tal grupo, ?permitir¨¢ que haya nuevas elecciones efectivas? La democracia es el sistema de la reversibilidad, el -ensayo y el error, de la rectificaci¨®n constante. Los que pertenecen a grupos pol¨ªticos inmovilistas, irreversibles, que donde y cuando ejercen el poder anulan las elecciones o las reducen a una farsa, no prometen continuidad del proceso electoral que ahora se inicia. Aunque el resultado de las elecciones de junio no fuese muy feliz, la cosa no ser¨ªa grave si va a haber otras elecciones. en el futuro pr¨®ximo. Las ¨²nicas elecciones desastrosas son las ¨²ltimas.
Por otra parte, estas primeras elecciones democr¨¢ticas van a ser diferentes de las sucesivas porque en ellas, como acabo de indicar, van a ser muy poco operantes los partidos, cuya importancia ser¨¢ pasiva, como receptores de los votos. Esto quiere decir que su organizaci¨®n, cuadros de mando, recursos econ¨®micos, comisiones locales, etc¨¦tera, todo lo que es normalmente decisivo, ahora va a ser secundario. No va a ganar la organizaci¨®n de los partidos, sino su poder de convocatoria. Y la raz¨®n es que no van a g¨¢nar los afiliados, sino los que en este momento y en vista de las circunstancias puedan simpatizar con sus propuegtas. Hace poco dije: Dime qui¨¦n pinta en las paredes y te dir¨¦ quien va a perder las elecciones. La raz¨®n es clara: las ?pintadas? revelan tal desprecio por la comunidad, por la limpieza y la belleza de las ciudades, por los derechos individuales de los ciudadanos, propietarios, transeuntes, usuarios del Metro, etcetera, tal abuso en el sentido m¨¢s literal de la palabra, que provocan autom¨¢tica repulsi¨®n.
Es sorprendente lo poco que son le¨ªdas, con qu¨¦ despegada indiferencia lindante con la repulsi¨®n.
El partido o grupo de partidos que se tome la molestia de tener en cuenta al pueblo espa?ol, de preguntarse qu¨¦ quiere, qu¨¦ le importa de verdad, qu¨¦ lo hiere, qu¨¦ rechaza, qu¨¦ espera, qu¨¦ figura de vida colectiva lo atrae, movilizar¨¢ a las mayot¨ªas que no se han afiliado ni van por ahora a afiliarse. Lo malo es que los partidos, casi sin excepci¨®n, se ocupan m¨¢s de averiguar qu¨¦ opinan los pol¨ªticos o qu¨¦ est¨¢ de moda entre peque?os grupos que pue den muy bien ser el 1‰ del censo.
Es posible que muchos partidos est¨¦n dedicados fren¨¦ticamente a organizarse y buscar docenas o centenares de afiliados y formar comit¨¦s. Temo que la mayor preocupaci¨®n dentro de muchos de ellos sea la de averiguar qui¨¦n har¨¢ sombra a qui¨¦n, qui¨¦n tiene una personalidad frente a la cual palidece la propia; se va a eliminar de un modo o de otro a los contados hombres con capacidad de llamada.
El que tenga el desinter¨¦s de preguntarse ?qu¨¦ quiere Espa?a?, el que se tome la molestia de mirar a los espa?oles ae 1977 y no los confunda con los que han ensayado -o padecido- tantas f¨®rmulas fracasadas desde 1936 hasta 1975,el que renuncie a ?volver? a una de esas fechas (o a ninguna de las intermedias), y al mismo tiempo se de cuenta de que los espa?oles no est¨¢n dispuestos a malversar su realidad milenaria, tendr¨¢ suficiente poder de convocatoria para dirigir el primer acto de ¨ªa representaci¨®n hist¨®rica que va a empezar.
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