De la riqueza
La argumentaci¨®n de don Alfredo L¨®pez en favor del se?or Oriol, publicada en EL PAIS (secci¨®n ?Cartas al director?), de fecha 19 de abril, me parece tan d¨¦bil e insuficiente, como la que reprocha en don Carlos Fern¨¢ndez Barber¨¢.S? no puede extraerse de la Biblia ninguna demostraci¨®n a base de textos aislados, sino del contexto concordado y, global de la Sagrada Escritura, correctamente interpretada, el se?or L¨®pez incurre en el mismo error.
Porque el se?or L¨®pez presenta, ciertamente, una interpretaci¨®n general sobre la postura de Cristo ante los ricos y las riquezas; pero, a la hora de probar su aserto, no ofrece otra cosa que textos b¨ªblicos aislados, a no ser que pretenda hacernos creer lo que dice por su autoridad personal.
La interpretaci¨®n que hace el se?or L¨®pez de la actitud de Cristo ante los bienes terrenos es parcial y muy propicia al equ¨ªvoco y a la arbitrariedad. El mal uso de las riquezas es antievang¨¦liico y anticristiano. Pero ?qu¨¦ entiende el se?or L¨®pez por usar mal las riquezas?
Los bienes pueden ser injustos por el modo como se adquirieron, a base de sueldos injustos moralmente (aunque fueran justos legalmente). La fortuna personal puede ser injusta por los m¨¢rgenes de ganancia, cuando ¨¦stos sobrepasan los l¨ªmites razonables. Tambi¨¦n puede mancharse de injusticia el propio capital por omisi¨®n, cuando se reserva para el disfrute personal un margen superior al debido, en vez de invertirlo en empresas favorecedoras de promoci¨®n cornunitaria y social... El poseer dinero no le convierte a su poseedor en ¨¢rbitro absoluto para disponer del mismo, como se le antoje. M¨¢s: hay injusticia en el uso del dinero, cuando la posici¨®n superior del que lo tiene, m¨¢xime si est¨¢ amparada por la ley, viola en alguna medida los derechos humanos individuales y sociales, al provocar directa o indirectamente coacciones o discriminaciones en las personas que viven del manejo de ese dinero: las cuales en muchos casos no osan reclamar sus derechos, o toleran sus situaciones por miedos a perder sus puestos de trabajo o de renta, por no caer en desgracia de su se?or...
En fin, podr¨ªamos multiplicar los ejemplos para comprobar que es muy dif¨ªcil garantizar que un cuidadano es bueno, desde el punto de vista cristiano, por haber verificado algunos comportamientos de fachada o de amistad, sin haber profundizado los muchos caminos por los que se puede caer en el mal uso de las riquezas. Por algo dijo Jesucristo, y pido disculpas por esta cita aislada del Evangelio, que a nadie debemos llamar ?bueno? en la tierra, sino ¨²nicamente a Dios Padre (Mateo: 19,17. Marcos: 10, 17. Lucas: 18,18).
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