Los "moleros" no soportaban la suerte de varas
Plaza de las Ventas. Octava corrida de feria. Toros de Molero hermanos, muy desiguales de presentaci¨®n, c¨®modos de cabeza, variados de capa (un berrendo en casta?o, luceros, berrendo en negro, negro lucero, casta?o, etc¨¦tera); flojos, primero cay¨® y hubo que levantarle tirando del rabo; con tercero, cuarto y sexto se simul¨® la suerte de varas; cuarto devuelto por renqueante y sustituido por un toro terciado de la misma ganader¨ªa; relativamente toreables tercero y sexto; noble el cuarto. D¨¢maso Gonz¨¢lez. Silencio. Petici¨®n y divisi¨®n de opiniones con saludos. Antonio Guerra. Petici¨®n y vuelta. Silencio. Luis Francisco Espl¨¢. Silencio en los dos.
??Sin picadores, sin picadores!? gritaba parte del p¨²blico. De nuevo, tuvimos que ver ayer toros sin fuerza. incapaces de soportar no ya las varas reglamentarias, sino incluso una sola, como ocurri¨® con los que correspondieron a Espl¨¢, y otro que de poco se muere en plena faena de muleta, igual que el otro d¨ªa (por cierto, tambi¨¦n interven¨ªa Espl¨¢), y hubo que incorporarlo por tracci¨®n banderillera, tirando de los cuernos y el rabo.Y si los toros son as¨ª es que no hay toros, pesen lo que pesen, aparenten lo que aparenten, tengan la edad o no la tengan, corra por sus venas sangre brava o mansa. Y si no hay toros no hay corrida, aunque se anuncie como tal y aunque la empresa ponga las entradas a unos precios que ya ser¨ªan caros con Joselito y Belmonte resucitados en el cartel, y veraguas esper¨¢ndoles en los chiqueros.
Es forzoso renunciar a cualquier precisi¨®n sobre si hubo bravura en las reses de Molero, porque no hay comprobaci¨®n posible si no es en la pelea con los caballos, completa, y luego en los dem¨¢s tercios, si se desarrollan con normalidad, lo cual s¨®lo sucedi¨® -y con reparos- en el lote de Antonio Guerra. El cual tuvo dos enemigos dif¨ªciles, uno prob¨®n y sin fijeza, otro violento e incierto, y en los dos se jug¨® el tipo, con trasteos angustiosos, porque estaba en el aire el temor de que, en cualquier momento, pod¨ªa producirse la cogida.
A su primero logr¨® meterle en la muleta para una tanda de naturales, que si no fueron precisamente la quintaesencia del arte, poseyeron hondura -hab¨ªa temple y mando- y eso es suficiente. Su otra faena la inici¨® en los medios, de rodillas, citando de muy largo, y al cuarto pase result¨® arrollado, sin consecuencias. Hubo quien protest¨® el alarde, porque lo tom¨® a suicidio, pero es m¨¢s cierto que respondi¨® a la verg¨¹enza torera de un espada modesto, empe?ado en abrirse paso por el camino del valor y, en definitiva, de la autenticidad. Es decir, que quiere ser torero, y para ello se expone. A diferencia de quien quiere ser figura por real decreto y se mete en los vericuetos de la triqui?uela.
Es el caso de Espl¨¢, al cual han tra¨ªdo a Madrid con tanto mimo, que puede costarle la carrera. Los cuatro toros que le correspondieron en sus dos actuaciones estaban inv¨¢lidos, y uno hasta se muri¨® de un soponcio. Pero como no tiene calidad, al faltar la emoci¨®n, sus faenas resultan aburridas; no hay en ellas nada que prenda en los espectadores, y no digamos en los aficionados. Las de ayer, a sendos toros con poco recorrido y mortecinos (aunque el segundo fuera un serio ejemplar, de mucho cuajo), pasaban al olvido a medida que las iba construyendo. Y luego est¨¢ el n¨²mero de las banderillas, que realiza con vulgaridad y alivi¨¢ndose. En cada uno de sus toros clav¨® dos pares y medio y fracas¨® sin paliativos.
Pero est¨¢bamos con Antonio Guerra, que pudo triunfar si no llega a ponerse tremendista con pases mirando al tendido y a pasarse de faena en su segundo, al que, por este motivo, le cost¨® cuadrar, y enfri¨® las r¨¢fagas de emoci¨®n que hab¨ªa producido la impavidez con que aguant¨® coladas y ga?afones. Protagoniz¨® lo m¨¢s interesante de la tarde, pues D¨¢maso Gonz¨¢lez, que naturalmente no pudo hacer nada en el toro que se mor¨ªa, en el cuarto, un borrego con el que se simul¨® la suerte de varas, dio los abundantes pases que acostumbra, con las espaldinas circulares de su especialidad, que no gustaron, pues, entre otras cosas, ese ya es toreo camp. Por cierto, que parte del p¨²blico pidi¨® la oreja con los gritos de siempre, el se?or Mantec¨®n no la concedi¨® a pesar de que hab¨ªa m¨¢s pa?uelos que cuando se la regal¨® a Robles el otro d¨ªa, y, arrastrado el toro, no pudo ni siquiera dar la vuelta al ruedo, pues los pitos eran m¨¢s fuertes que los aplausos.
Babelia
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