Destino del 27
La generaci¨®n de 1927 ha tenido m¨¢s suerte que la del 98. Su cincuentenario se est¨¢ celebrando sin dificultades, censuras ni consignas, en una atm¨®sfera de libertad -no digo de libertades- que no exist¨ªa en 1948, fecha en que no se pudo celebrar el cincuentenario del 98 porque todav¨ªa estaban mal vistos por los jerarcas del r¨¦gimen Unamuno y Baroja, Antonio Machado y Valle Incl¨¢n. Los obispos prohibian leer a Unamuno y atacaban a Baroja, representar las obras de Valle era arriesgarse a un proceso, y hasta homenajear a Machado era tan peligroso como hablar p¨²blicamente del fusilamiento de Garc¨ªa Lorca.Pero si los del 98 no pudieron contemplar la celebraci¨®n de su propio cincuentenario, los poetas del 27 a¨²n fueron m¨¢s v¨ªctimas de una guerra en la que casi todos ellos formaron parte del bando de los vencidos, y tuvieron que sufrir el exilio (en alg¨²n caso, el de Aleixandre, exilio interior) y el veto oficial de quienes, en su propia pa¨ªs, imped¨ªan que se hablara de ellos, si no era para insultarlos o disminuirlos, prohib¨ªan sus libros, y no se contentaban con haber fusilado a Lorca sino que echaban cieno sobre su memoria para justificar, con incre¨ªble vileza, que estaba bien muerto. Hubieron de pasar muchos a?os antes de que los j¨®venes de este pa¨ªs -estudiantes, poetas- pudieran comprar y leer un libro de Lorca, de Alberti, de Guili¨¦n, de Cernuda, de Salinas, de Prados... Para algunos -Alberti, Guill¨¦n, Prados... -la cuarentena ha durado hasta hace muy pocos a?os. La poes¨ªa era peligrosa para los vencedores de la guerra civil, quiz¨¢ porque recordaban la famosa frase de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, ?A los pueblos s¨®lo los mueven los poetas?, que me recuerda otra que me escribi¨® don Gregorio Mara?¨®n poco tiempo antes de morir: ?El bache del mundo actual lo superar¨¢n los poetas y apenas nadie m¨¢s, y con ello ayudar¨¢n a salvar el mundo. Y esto suceder¨¢, muy particularmente, en Espa?a. ?
Ser¨ªa exagerado decir que los poetas de la generaci¨®n del 27 han salvado a Espa?a, pero no lo es afirmar que han legado a su pa¨ªs un tesoro de poes¨ªa comparable, si no superior, al de nuestro siglo de oro (y esta comparaci¨®n no es m¨ªa sino de D¨¢maso Alonso). Ese tesoro, inseparablemente unido a otro no menos preciado: el de la entra?able amistad entre todos ellos, no pudo ser destruido por la guerra civil, ni siquiera interrumpido, pues sigui¨® creciendo en cantidad y calidad a uno y otro laido del Atl¨¢ntico. Como tampoco logr¨® esa misma guerra dividir o enfrentar a aquel grupo de poetas. El exilio al que marcharon la mayor¨ªa de ellos como consecuencia de aqu¨¦lla s¨®lo pudo dividir al grupo geogr¨¢ficamente, no espiritualmente. El contacto entre unos y otros no se rompi¨® nunca, y ello permiti¨® a la generaci¨®n mantener viva su unidad y su continuidad espiritual, a pesar de la tr¨¢gica herencia del 36. Ahora bien lo que si logr¨® aquella guerra cruel, fue marcar para siempre con su huella a cada uno de ellos y a su obra. ?Ser¨ªa ¨¦sta la misma sin la cat¨¢strofe de la guerra civil y de su secuela, el exilio de largu¨ªsimos a?os? La contestaci¨®n a esta pre gunta no puede ser sino negativa. Y ello porque la evoluci¨®n de una generaci¨®n literaria no puede pro ducirse sin que en ella influya el entorno social y pol¨ªtico del pa¨ªs en que viven sus miembros.
Los acontecimientos hist¨®rico de aquellos a?os -guerra civil agresi¨®n nazi, segunda guerra mundial, lanzamiento de la prime ra bomba at¨®mica- no pod¨ªan de jar de influir en los poetas del 27, en su vida y en su obra, tanto en los que tuvieron que marchar al exilio como en los que se quedaron en Espa?a. Los cambios profundos que experiment¨® su poes¨ªa a partir de aquellos a?os dram¨¢ticos son bien conocidos, aunque no debe olvidarse que ya en los primeros a?os treinta -a?os republicanosesos cambios hab¨ªan comenzado a dar sus frutos, como ha demostrado Juan Cano Ballesta en su libro La poes¨ªa espa?ola entre pureza y revoluci¨®n. Ya en 1930 Irrumpe la poes¨ªa social y revolucionaria de un Alberti, de un Emilio Prados.. Pero es, sobre todo, a partir de la guerra civil cuando la poes¨ªa del 27 se hace m¨¢s grave y dolorida, tiende cada vez m¨¢s a reflejar los problemas humanos del tiempo hist¨®rico que le ha tocado vivir, y deja de ser estetizante e intimista para volver a las fuentes de la vida, y de la historia. Se aleja de Juan Ram¨®n y se acerca a Machado, a quien siguen en su concepci¨®n de la poes¨ªa como palabra en el tiempo. Jorge Guill¨¦n subtitular¨¢ Tiempo de historia el segundo ciclo de su poes¨ªa, Clamor, que completa el de C¨¢ntico. Y a uno de los libros de Clamor dar¨¢ este t¨ªtulo machadiano: A la altura de las circunstancias, cuyo protagonista, es el hombre contempor¨¢neo -y a veces el espa?ol bajo la dictadura-, que h sufrido la guerra, la persecuci¨®n, c¨¢rcel, la tortura, el exilio. Salinas cantar¨¢ con protesta y dolor a la bomba at¨®mica, en su poema Cero. Cernuda escribir¨¢ eleg¨ªas graves estremecidas. D¨¢maso Alonso protestar¨¢ contra los monstruos de nuestro tiempo -la injusticia, la crueldad, la guerra-, y Aleixandre entrar¨¢ tambi¨¦n en la poes¨ªa temporalista e hist¨®rica -Historia del coraz¨®n- y en la poes¨ªa de solidaridad -En un vasto domininio- . Se canta entonces al hombre situad en un tiempo y en un espacio, aqu¨ª y ahora.
El pueblo y la historia entran nalmente en la poes¨ªa del 27, como testimonio de un tiempo m¨ªsero, tambi¨¦n esperanzado. Pero no por ello desalojan a los tres grandes temas de la poes¨ªa de todos los tiempos -la naturaleza, el amor, otredad, Dios, la muerte-, que los poetas del 27 se renuevan y cobran nuevas luces desde nuevas visiones.
Desde una perspectiva de medio siglo, podemos ver hoy que aquel grupo de poetas acusados, cuando j¨®venes, con harta injusticia de estetizantes y deshumanizados, no s¨®lo han enriquecido con libros inmortales nuestra poes¨ªa, sino que han dado un vivo ejemplo moral frente a la sociedad pol¨ªtica que los rechaz¨® primero y los glorifica hoy. Un ejemplo que no deber¨¢n olvidar los historiadores.
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