Un aburrido compromiso
La recta final del Festival de Cannes tiene siempre un sabor prof¨¦tico, proporcionado por los pron¨®sticos en torno a los premios finales.Todos los a?os se repiten las mismas afirmaciones en torno al absurdo de una competici¨®n planteada en estos t¨¦rminos y siempre se acaba en id¨¦nticas especulaciones, de las que muy pocos se salvan, ni siquiera los autores aparentemente m¨¢s puros y desligados del aspecto comercial del cine. Los premios no significan nada, en un sentido profundo, incluso los otorgados en un clima de ang¨¦lica pureza, sin la menor presi¨®n de ning¨²n tipo, pero Cannes los mantiene a ultranza y es preciso decir que ya no se alza ninguna voz para plantear nuevamente el problema: el certamen se est¨¢ desarrollando en un clima de perfecto acuerdo sin una sola disidencia. El clima de discusi¨®n de mayo del 1968 ha desaparecido por completo, sustituido por el m¨¢s plano y aburrido de los conformismos. S¨®lo los profesionales franceses del espect¨¢culo cinematogr¨¢fico -y no todos ellos- mantienen sus reparos sindicales frente a las medidas estatales, especialmente en relaci¨®n a los nuevos sistemas de protecci¨®n anunciados por D'Ordano al comienzo del festival, pero se trata de una protesta localizada y restringida, mientras la inmensa mayor¨ªa de los asistentes acepta sin discusi¨®n todos los presupuestos.
El cine actual tiene muchos problemas, quiz¨¢ demasiados. Se habla constantemente de crisis, a todos los niveles, desde las nuevas ideas -no demasiado abundantes- hasta la reforma de la distribuci¨®n, pasando por el cambio de estructuras profesionales, expresivas, econ¨®micas y ¨¦ticas, pero no se pasa a un examen detenido y profundo de las transformaciones necesarias. Cannes ofrece un ejemplo perfecto -quiz¨¢ el m¨¢s completo imaginable- de una cierta imagen del cine en trance de evoluci¨®n. S¨®lo aqu¨ª podemos encontrar la coexistencia simult¨¢nea de intentos tercermundistas -que quieren ahondar en una problem¨¢tica social y culturak propia- y de productos altamente sofisticados, que recogen la tradici¨®n t¨¦cnica y art¨ªstica de los pa¨ªses m¨¢s evolucionados de la industria del cine. Ser¨ªa necesario, sin embargo, atravesar la barrera de la simple descripci¨®n para entrar en un an¨¢lisis m¨¢s completo.
El clima de hoy lo da, desde luego, la exhibici¨®n de la ¨²ltima obra de Theo Angelopoulos, Los cazadores. Este director griego -del que los aficionados espa?oles han podido ver en la filmoteca su espl¨¦ndido Viaje de los comediantes- prosigue su indagaci¨®n personal sobre la historia de su pa¨ªs despu¨¦s de la segunda guerra mundial. Su estilo, hecho de largu¨ªsimos planos secuencia con la c¨¢mara en perpetuo movimiento, corre el grave riesgo de convertirse en una f¨®rmula invariable. Los cazadores es una de las pocas pel¨ªculas que justifica la programaci¨®n oficial del Festival de Cannes.
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