?Pron¨®sticos, deseos, consejos, ag¨¹eros?
Tal vez en una ¨¦poca de masas como la nuestra el papel del escritor sea, m¨¢s que el de dirigir, el de expresar lo que va siendo pensar com¨²n. Yo, al menos, no me siento capaz de brillantes paradojas, y menos aun de grandes ideas directoras, pero a pesar de la distancia a que me encuentro, gracias a la lectura de la prensa (EL PAIS llega aqu¨ª todos los d¨ªas), quiz¨¢ puedo recoger ese pensamiento general, esa cordura colectiva que los espa?oles necesitan para salir definitivamente de la colectiva locura de 1936 y tomar en sus manos sus destinos. Nuestra obligaci¨®n, entiendo, es discurrir, analizar y contribuir a que, la verdad sea de dominio p¨²blico.La pol¨ªtica de un pa¨ªs es siempre en buena parte pol¨ªtica exterior, y no vamos a descubrir lo que significa el peso espec¨ªfico de los Estados Unidos. A m¨ª, como a¨²n medio falangista que era entonces, me hubiera gustado en 1953 que no se hubiera celebrado el acuerdo de las bases. Estas no estaban justificadas, como en Inglaterra. Francia, Alemania o Italia, por una alianza militar o por el innegable derecho de conquista. Yo so?aba entonces con una neutralidad al modo sueco. Pero las leyes de gravedad del Gobierno personal de Franco y de la guerra fr¨ªa impusieron la pol¨ªtica de bases, inversiones, etc¨¦tera.
Por las leyes de gravedad, mucho m¨¢s modestas, del destino personal, termin¨¦ por marcharme unos a?os a los Estados Unidos, y desde entonces me he acostumbrado a leer prensa de aquel pa¨ªs, en la que inevitablemente se encuentra reflejada la visi¨®n que tienen los centros del poder mundial.
M¨¢s de una vez me encuentro con mis simpat¨ªas y deseos brutalmente maltratados por esos periodistas que beben su inspiraci¨®n en los centros de poder econ¨®mico y no dejan hueco para ilusiones. La pol¨ªtica de los pa¨ªses que giran en la ¨®rbita de esos poderes, los grandes estados europeos ayer o anteayer due?os de imperios y recursos, se descubre, a veces mejor que en el pa¨ªs, entre las l¨ªneas de ciertos art¨ªculos particularmente inspirados a profesionales expertos. y un tanto despersonalizados, en los que sutilmente se nos previene de lo que va a ocurrir -o de lo que ellos desean que ocurra.
Una cr¨®nica de Madrid de dos de estas ¨¢guilas, Rowland Evans y Robert Novak (Herald Tribune, 18 de mayo) nos descubre lo que hay de s¨®lido, continuo e implacable por debajo de los divertidos cambios electorales que llevan de Nixon y Ford a Carter en la primera potencia mundial.
Esa cr¨®nica de la actualidad madrile?a nos ense?a algo de lo que piensan e inspiran centros de poder econ¨®mico, militar y -s¨®lo en tercer t¨¦rmino- pol¨ªtico en la potencia directora del Occidente.
Su tema es, como el t¨ªtulo dice, ?El problema comunista de Espa?a?. Y la tesis viene a ser la siguiente: el Partido Comunista de Espa?a no ha dado hasta ahora motivo de queja a los otros grupos que desean la implantaci¨®n de la democracia en Espa?a. Es m¨¢s, el programa electoral se presenta modesto y benigno, con un partido que aparece completamente independiente de Moscovia. Por ello los partidos m¨¢s o rnenos izquierdistas est¨¢n muy felices, si bien tal precipitada actitud -dicen- no es compartida ?por el centro, la derecha y la no despreciable derecha extrema?.
Los analistas norteamericanos, despu¨¦s de recordar que los altos militares no han dejado pasar sin protesta la legalizaci¨®n del PC, se?alan, sin duda con raz¨®n, lo que puede haber de oportunismo en la actitud de los comunistas. Si se lanzaran precipitadamente a la agitaci¨®n, podr¨ªa resultarles comprometido. Pero cuando ser¨¢n sin duda peligrosos -anuncian Evans y Novak- es al d¨ªa siguiente de las elecciones, en el ambiente que cabe esperar determinado por los factores que ellos toman en cuenta.
Es muy posible que los cr¨ªticos norteamericanos tengan raz¨®n, y que no debamos poner la mano en el fuego por los comunistas espa?oles. Pero lo que ahora nos interesa es lo que en su profec¨ªa pueda haber de advertencia y consigna a ciertos espa?oles, que sin duda dentro del mecanismo de las relaciones imperiales, est¨¢n conectados con esos neur¨¢lgicos centros que se expresan a trav¨¦s de los se?ores Evans y Novak.
Hay -dicen- muchos espa?oles ingenuos que creen que los dem¨¢s pa¨ªses no ayudan a Espa?a porque no ten¨ªan simpat¨ªa a Franco. Estos espa?oles piensan que basta que el poder personal del triunfador haya desaparecido para que las bendiciones extranjeras caigan sobre nosotros.
Quienes no escribimos con la representaci¨®n de las augustas fuentes de poder mundial, ni pertenecemos tampoco a la categor¨ªa de los espa?oles ingenuos, sabemos que la ayuda exterior es una dudosa fuente de felicidad. Por eso no se siente uno muy entusiasmado con los cr¨¦ditos exteriores con los que el Gobierno actual.va tirando en la dif¨ªcil coyuntura. Los problemas que los cr¨ªticos del Herald Tribune no dejan de recordarnos, de la balanza.desfavorable, del regreso de emigrantes, de la disminuci¨®n de taxistas, de los costes ya no competitivos en los productos de exportaci¨®n, ya nos dicen que no se van a resolver.
Naturalmente, como que la ayuda exterior no es sino la alegr¨ªa de la balanza de pagos favorable de los pa¨ªses industriales: la nueva forma del colonialismo. Y con esa mentalidad se sienten R. Evans y R. Novak con derecho a profetizar, es decir, a aconsejar, pues no creemos pretendan tener poder divino como las sibilas antiguas.
Y su previsi¨®n, o si se quiere consejo, es para despu¨¦s de las eleccion¨¦s un Gobierno de coal¨ªci¨®n Su¨¢rez-Fraga, encabezado probablemente, conceden, por el pnmero.
El tal Gobierno, en un pa¨ªs que seg¨²n la cuenta ha pasado por siete constituciones y catorce maneras de gobierno desde la expulsi¨®n de Napole¨®n, tendr¨¢ una tarea muy dif¨ªcil, y para ella encuentran que aunque Su¨¢rez ha recibido las necesarias bendiciones del presidente Carter, no le vendr¨¢ mal contar con el candidato del centro-derecha Fraga, un ?listo?, un hombre resuelto, que la gente se empe?a -dicen- en considerar franquista, a pesar de que, por liberalizar la prensa y por otras acciones valerosas, fue expulsado del Gobierno en 1969.
Es cierto que el se?or Fraga sali¨® de mala manera en aquella crisis,y que en Espa?a vimos muy claro que en la defenestraci¨®n estuvo la mano vengadora del se?or L¨®pez Rod¨®. Pero la simpat¨ªa del mismo peri¨®dico que en la crisis de 1969, la de Matesa, se inclin¨® por el oscuro L¨®pez Rod¨® y el superbrillante L¨®pez Bravo contra Castiella y Fraga, ilumina de manera extra?a la colocaci¨®n de Fraga al frente de antiguos tecn¨®cratas, que tienen desde luego m¨¢s de cratos que de techne, m¨¢s codicia de fuerza y poder absoluto y a golpes que de expertas habilidades econ¨®micas que se creen.
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