Un pacto nacional
Pero, hombre, ?qui¨¦n era el que no estaba preparado aqu¨ª para la democracia? Pues los partidos franquistas que han logrado el milagro de la desaparici¨®n de las papeletas contrarias en numerosas mesas electorales; los concejales y alcaldes del dedo que hayan distribuido propaganda y votos dentro de los sobres al elector sorprendido; los gobiernos civiles que no hab¨ªan sellado algunas urnas antes de comenzar la votaci¨®n. Pero el pueblo, ese pueblo adulado y halagado tantos a?os desde las tribunas oficiales, ese pueblo olvidado despu¨¦s por los mismos oligarcas, ha acudido en masa y en calma ante las urnas, haciendo caso omiso de las provocaciones terroristas, ejerciendo alegremente un derecho que hasta ayer mismo le hab¨ªa sido prohibido.Hoy es l¨ªcito y necesario sumarse a la euforia de la libertad. El franquismo hab¨ªa sumido a este pa¨ªs en la m¨¢s humillante de las realidades poI¨ªticas: en aquella en que los hombres no son ciudadanos, sino s¨²bditos, y no tienen derechos, sino s¨®lo obligaciones; en aquella en la que la inmensa mayor¨ªa de un pa¨ªs trabajaba para garantizar los privilegios de instituciones y personas y se ve¨ªa impedida de expresar limpia y libremente su pensamiento y su deseo. Hoy, la soberan¨ªa de los espa?oles ha vuelto a los espa?oles. Y verdaderamente puede decirse que la dictadura ha muerto.
Pero es preciso no mitificar la democracia. Vamos a comenzar una etapa de lucha e incertidumbres, de creaci¨®n y de esfuerzo. Todas las contradicciones de esta sociedad secular nuestra van a hacerse patentes en la hora de la libertad. Y vamos a ver ese pa¨ªs oculto y reprimido durante a?os aflorar a la superficie. Hay que pedir serenidad y no tener miedo.
Porque la democracia, gane quien gane en las urnas, supone un cambio cualitativo y esencial en la convivencia espa?ola. Nada en pol¨ªtica va a ser igual desde ahora a como fue antes de ayer. Ni el Poder va a comportarse -aunque quiera- con la omnipotencia arrogante de los bur¨®cratas de anta?o, ni la calle va a tener que sufrir el pavor de la arbitrariedad y la represi¨®n. Y los franquistas que hayan visto refrendada ahora su gesti¨®n pol¨ªtica en las urnas deben entender que no podr¨¢n, sin embargo, en el futuro, seguir gobernando este, pa¨ªs como una finca. Porque la democracia no es s¨®lo el Gobierno de la mayor¨ªa, sino los derechos de la oposici¨®n tambi¨¦n y la posibilidad de una alternativa de poder. Ninguna de estas cosas han conocido ni respetado antes estos hombres con experiencia de gobierno, que han basado en su brillante pasado de servidores de la dictadura sus campa?as electorales. La democracia es un r¨¦gimen de pactos, y ellos s¨®lo sab¨ªan mandar a los dem¨¢s.
Un apretado calendario pol¨ªtico se abre ahora ante el futuro de nuestro pa¨ªs. En el plazo de d¨ªas han de proclamarse los resultados electorales, disolverse las Cortes franquistas, celebrar la sesi¨®n constitutiva de las nuevas, aprobar el reglamento de ¨¦stas y abordar la tarea inmediata de redactar una Constituci¨®n. Quienes han insistido durante la campa?a en lo innecesario de un per¨ªodo constituyente y la conveniencia, s¨®lo, de una reforma de las leyes actuales, van a comprobar ahora hasta qu¨¦ punto su ceguera pol¨ªtica les llev¨® a equivocarse. Este pa¨ªs est¨¢ reclamando una norma legal democr¨¢tica y no una carta otorgada como la Ley Org¨¢nica. Y habr¨¢ que comenzar por arriba: estableciendo las bases constitucionales de una Monarqu¨ªa cuyo gran servicio hist¨®rico ha sido restablecer las libertades p¨²blicas y los derechos c¨ªvicos, y que debe reposar de ahora en adelante sobre el consenso de los ciudadanos y no sobre la herencia de la dictadura. El arbitraje del Rey va a seguir siendo necesario -quiz¨¢ ahora m¨¢s que nunca-, pero tendr¨¢ que limitar sus prerrogativas de poder y administrar su capacidad de intervenci¨®n en las contingencias pol¨ªticas. Punto inmediato de debate ser¨¢, igualmente, el problema de las autonom¨ªas del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a y la reclamaci¨®n probable por alg¨²n sector de la C¨¢mara de una estructura federal del Estado. La soluci¨®n de tan delicado problema no puede ser aplazada despu¨¦s de que cientos de miles de votos han sido depositados en las urnas a favor de los autonomistas.
El Gobierno espa?ol no es, seg¨²n la ley de Reforma Pol¨ªtica, responsable de su gesti¨®n ante las Cortes, pero, sin duda, una crisis del ejecutivo ha de producirse despu¨¦s de estas elecciones generales. El pr¨®ximo Gabinete reflejar¨¢ los resultados de estos comicios. El nuevo Gobierno debe tener unos pocos objetivos inmediatos: medidas de saneamiento econ¨®mico a corto plazo, en la seguridad de que el problema de fondo necesita, sin embargo, un largo tiempo para ser resuelto; convocatoria de elecciones municipales democr¨¢ticas que acaben con el aparato burocr¨¢tico de la dictadura y sit¨²en en los ayuntamientos, como en las Cortes, a los verdaderos representantes del pueblo, y convocatoria de unas nuevas elecciones generales legislativas, una vez redactada la Constituci¨®n y la ley Electoral que las regule.
Una tarea as¨ª exige un aut¨¦ntico pacto nacional entre las diversas fuerzas pol¨ªticas representadas en la C¨¢mara. No debe haber, durante el per¨ªodo constituyente, un Gobierno que no cuente con el apoyo mayoritario del Congreso de Diputados; como tampoco debe existir una Oposici¨®n que no colabore, en momentos como ¨¦ste, a la reconstrucci¨®n moral, econ¨®mica y pol¨ªtica del pa¨ªs. Las responsabilidades deben ser aceptadas por todos, y todos deben asumir el riesgo, si fuera preciso, de hacerlas efectivas desde el Poder. Por m¨¢s que esto amenace con da?ar la imagen futura de los diversos partidos o l¨ªderes. No es l¨ªcito, en circunstancias como las actuales, anteponer el inter¨¦s particular de cada grupo al general de todos los espa?oles.
Un Gobierno como el se?alado es necesariamente un Gobierno provisional, y como tales deben ser convocados los ministros y presentados a la opini¨®n. Antes de nueve meses, los espa?oles tendremos que acudir otra vez a las urnas a elegir nuestros ediles. Y en a?o y medio unas nuevas elecciones generales deben sellar el per¨ªodo de transici¨®n de las instituciones franquistas a un r¨¦gimen de democracia plena. S¨®lo a partir de ese momento podr¨¢ considerarse normalizada la vida pol¨ªtica de este pa¨ªs y podr¨¢n abordarse desde el ejecutivo, con la serenidad y consenso necesarios, los problemas de la gobernaci¨®n.
Los espa?oles debemos, pues, tener a un tiempo la prisa necesaria para llevar adelante este proceso y la calma precisa para no destruirlo de impaciencias. Y, en la alegr¨ªa de la libertad que hoy se nos ofrece, contener las expresiones de j¨²bilo masivo que irriten al gran perdedor de estos comicios: el fantasma perdurable de la dictadura y su entramado de intereses a¨²n afincados en muchos rincones de la Pen¨ªnsula. Pues por encima del triunfo de un partido o coalici¨®n, hoy se celebra en Espa?a la victoria real del reconocimiento de los derechos de todo un pueblo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.