Anthony Sampson abre "El bazar de las armas"
La importancia del texto y de las investigaciones de Anthony Sampson es obvia incluso para los ladrones. Una noche de mayo, un grupo de desconocidos, abri¨® la puerta del jard¨ªn de este autor ingl¨¦s de 51 a?os. Revolvieron su despacho y se fueron aparentemente sin nada. La joya que les pod¨ªa interesar, Arms bazaar, estaba ya terminada y en casa del editor. No pod¨ªa interesarles otro robo, dice Sampson, un hombre de mediana estatura, que se sienta como le da la gana en su despacho destartalado, pero confortable de su casa del oeste de Londres.En 1971, cuando se public¨® El Estado soberano, la ITT contrat¨® abogados para impedir la salida del libro de Sampson. Finalmente, a la vista de su fracaso, public¨® con todos los medios a su alcance su propia historia de la multinacional. Qued¨® en evidencia entonces que Sampson hab¨ªa confundido a sus polemistas de la ITT porque ¨¦l lleg¨® a saber de la ITT m¨¢s que la propia compa?¨ªa y de sus conexiones no s¨®lo con la Central Americana de Inteligencia, sino con la Gestapo de Hitler en los tiempos en que el imperio de la ITT se expand¨ªa por todos los rincones y todas las pol¨ªticas del mundo, y ascend¨ªa irresistible, sobre todo en Espa?a, donde, durante la guerra civil, la ITT sigui¨® su t¨¢ctica de siempre: aprovecharse de las divisiones existentes en el pa¨ªs en el que est¨¢.
No era f¨¢cil silenciar los argumentos de Sampson, porque ¨¦l no era un investigador primerizo. En efecto, es uno de los mejores investigadores brit¨¢nicos, cuya Anatomia de este pa¨ªs, de la que ya se han publicado varias ediciones, es el mejor estudio period¨ªstico que se ha hecho de la pol¨ªtica y de la sociedad del Reino Unido. Es, adem¨¢s, el hombre que en Las siete hermanas describi¨® los intereses que los grandes consorcios petrol¨ªferos pusieron en marcha en el Mar del Norte para controlar por completo su riqueza.
Esta vez, el asunto que trata Sampson en Arms bazaar es ?extremadamente delicado? y el autor se ha andado con pies de plomo. Ha trabajado con el senador Church en Washington, buscando datos sobre las compa?¨ªas responsables de la venta de aparatos militares y sabe que la historia que ha logrado fabricar no termina ah¨ª sus dram¨¢ticas iron¨ªas. Quiz¨¢ cuando se publique la entrevista que sostuvimos en su casa de Londres, se sepan ya nuevas revelaciones que ¨¦l ha previ9to que se har¨¢n de nuevo sobre la Lockheed y sus sobornos. ?La Boeing tambi¨¦n va a pasar por dificultades.?
EL PAIS: ?Qu¨¦ es exactamente Arms bazaar?
Anthony Sampson: Es una investigaci¨®n hist¨®rica en la que se advierte que el negocio de la venta de armas es una expresi¨®n cl¨¢sica de crisis del capitalismo. Se centra en el an¨¢lisis de la carrera armamentista en nuestros d¨ªas, con ocasi¨®n de los conflictos del Tercer Mundo y, en especial, de Oriente Medio. Pero se indica que la venta de armas est¨¢ directamente relacionada con la crisis provocada por el aumento de los precios del petr¨®leo.
E.P.: Usted dec¨ªa que trataba el tema del comercio de las armas desde un punto de vista hist¨®rico.
A.S.: S¨ª. No hay que olvidar que el final del boom de los ferrocarriles, en 1880, cre¨® una grave situaci¨®n de desempleo, que fue resuelta con la puesta en marcha de imperios armamentistas de la clase del que cre¨® Krupp. En nuestra ¨¦poca, la crisis en la industria aeron¨¢utica, con la saturaci¨®n de jumbos y el fracaso aparente del Condorde, ha dejado a mucha mano de obra sin trabajo y a muchos investigadores sin ning¨²n objetivo para sus investigaciones. Por eso, las grandes compa?¨ªas centran sus esfuerzos en el lado m¨¢s seguro del negocio: la fabricaci¨®n de aviones con prop¨®sitos b¨¦licos.
Petr¨®leo por armas
E.P.: Tambi¨¦n relaciona usted la reciente escalada armamentista con la crisis de Oriente Medio.A.S.: Es evidente. Yo creo que uno de los modos efectivos para controlar el comercio de las armas ser¨ªa el de acabar con el regateo que los poderosos occidentales han mantenido con los productores de petr¨®leo, ofreciendo armas en gran cantidad a cambio de petr¨®leo seguro. Un aspecto terrible de la reciente pol¨ªtica exterior americana ha sido el incremento de su exportaci¨®n armamentista a Arabia Saudita y a Ir¨¢n, para obtener la energ¨ªa de la que carec¨ªa el pa¨ªs. Pienso que el desarrollo de nuevas formas de energ¨ªa podr¨ªa hacer innecesario tal regateo.
E.P.: Entonces usted deduce que la escalada armamentista no tiene relaci¨®n con conflictos ideol¨®gicos.
A.S.: Seguro que no. En Oriente Medio no hay ninguna lucha por el predominio de un bloque contra otro, comunistas contra occidentales, pongamos por caso, y, sin embargo, las armas siguen fluyendo de modo inagotable.
E.P.: Como ya se ha descubierto y usted subraya en su libro, hay gran cantidad de empresas que hacen lo que sea por colocar sus armas donde sea. ?Usted cree que esos sobornadores quieren que se produzca una situaci¨®n b¨¦lica de grandes dimensiones?
A.S.: Yo no pienso que los que sobornan quieran, en efecto, la guerra, una situaci¨®n que haga m¨¢s obvia la necesidad de su producto. Aunque yo pienso que eso no tiene sentido, no s¨®lo los fabricantes, sino los propios pol¨ªticos que aceptan sus sobornos creen que cubriendo el mundo de material b¨¦lico acaban con el peligro de una confrontaci¨®n. Kissinger mantuvo esa l¨ªnea de pensamiento y as¨ª complic¨® much¨ªsimo la situaci¨®n en Oriente Medio.
E.P.: De nuevo sobre su libro inmediato, ?ha encontrado usted muchas dificultades para llevar a cabo su investigaci¨®n acerca de Ia Lockheed y la Northrop, sobre todo?
A.S.: No tuve demasiadas. Tuve la suerte de poder entrevistar al anterior presidente de la Lockheed, el, inter¨¦s de cuya personalidad resid¨ªa en que ¨¦l hab¨ªa pagado numerosos sobornos. Habl¨® con toda libertad. Con otros personajes envueltos en el esc¨¢ndalo fue m¨¢s dif¨ªcil hablar. Pero tambi¨¦n tuve la fortuna de aprovechar el rencor que siente la Lockheed por la Northrop, su competidora, a la que acusa de usar las t¨¦cnicas de la primera para intervenir en el mercado de la venta de aviones militares.
E.P.: ?Ten¨ªa, tambi¨¦n, la Northrop un personaje como el pr¨ªncipe Bernardo?
A.S.: Era el propio pr¨ªncipe Bernardo. El presidente de la Lockheed fue el que me revel¨® esa conexi¨®n. La Lockheed le pagaba al pr¨ªncipe mientras ¨¦ste buscaba contratos para la competencia. Las relaciones del personaje real holand¨¦s con la Northrop eran muy estrechas. Lockheed est¨¢ indignada con respecto a esa duplicidad. Por eso me result¨® f¨¢cil conseguir que fuera la Lockheed la que vertiera m¨¢s basura sobre los negocios de su rival. Todo surgi¨® a partir del esc¨¢ndalo Watergate, porque la Northrop estaba directamente envuelta en la financiaci¨®n de los cubanos, que actuaban como plomeros en el hotel de los dem¨®cratas. Realmente, en sus sobornos internacionales Northrop aprendi¨® mucho de la competencia.
E.P.: ?Podr¨ªa usted hablar de la conexi¨®n espa?ola en los dos esc¨¢ndalos en los que nos hemos centrado?
A.S.: Creo que la conexi¨®n espa?ola existe, pero es irrelevante, teni¨¦ndo en cuenta el conglomerado general de las actividades corruptooras que han tenido efecto.
E.P.: Cuando usted public¨® el libro sobre la ITT, puso alerta a algunos Gobiernos europeos que, como el franc¨¦s, intervinieron para disminuir la influencia pol¨ªtica de aquella multinacional. ?Qu¨¦ quisiera conseguir ahora con la publicaci¨®n de Arms bazaar?
A.S.: Lo que m¨¢s me preocupa es que la escalada de la venta de armas sea incesante, que las compa?¨ªas sigan siendo capaces de sobornar para colocar sus productos y que los Gobiernos contin¨²en permitiendo esa situaci¨®n. Se puede incrementar el comercio indefinidamente. Es uno de los problemas cl¨¢sicos del capitalismo en tiempos de recesi¨®n. Hay que crear empleo y el negocio de las armas lo proporciona. Los Gobiernos aceptan el argumento. Por eso, las empresas se sienten apoyadas para aumentar su negocio y surgen sobornos para aumentar la demanda en un mercado que jam¨¢s parece saturarse. Usted puede llenar de coches el mercado, pero cuando llega una saturaci¨®n, usted no coloca un coche m¨¢s, por mucho que presione. Con las armas no pasa lo mismo porque los Estados permiten que la saturaci¨®n sea una palabra prohibida.
E.P.: ?Cree usted posible un sistema de control de la venta de armas?
A.S.: Es dif¨ªcil, pero no imposible. Las compa?¨ªas tienen poder para seguir comprando las voluntades de los pol¨ªticos, pero no hay que descartar una presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica en contra de la presente escalada y una mayor apertura en la informaci¨®n sobre contratos secretos. Tampoco es imposible un acuerdo entre los diferentes pa¨ªses para adoptar una estrategia com¨²n, con la que se limite esa escalada.
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