La "tercera suerte"
La tercera suerte es una desgracia. Hay quien dice que la invent¨® El Viti, con su cuadrilla. Se produce despu¨¦s de los te¨®ricos lances a la ver¨®nica con que el matador recibe a su toro (te¨®ricos, puesto que apenas se ven tales lances) y antes de que el picador haya llegado al terreno donde ejecutar¨¢ los puyazos.Tiene en Madrid una clara ubicaci¨®n: el picador suele situarse en la confluencia de los tendidos 8 y 9; la llamada tercera suerte sucede en el burladero del 7.
De toda la vida (la taurina, naturalmente), cuando el matador remataba las ver¨®nicas, sol¨ªa ser con media honda -y no con revolera, como hacen ahora casi todos para quitarse el toro de encima sin mayores complicaciones-, y se quedaba solo ante el peligro, sujeta la res con el capote, que si era necesario le ofrec¨ªa, para que no se distrajera con otros se?uelos. Y llegado el picador a donde el diestro le ordenaba, prend¨ªa de nuevo la embestida del. toro para ponerle en suerte.
Lo que se hace actualmente por costumbre -por muy viciada costumbre- es que, rematadas las ver¨®nicas, aparece un subalterno que corre que se las pela, y llama al toro, el cual le persigue hasta el burladero del 7. Y para que no se vaya de all¨ª, le cita; o m¨¢s, le provoca, haci¨¦ndole rabiar con la percalina. El toro, como es obvio, reacciona acometiendo, y se pega de testarazos contra los maderotes del burladero, o salta las tablas, o se descuerna. Por lo general, se atonta, con tanto cabezazo en lo duro.
Llegado el picador a su terreno, el matador cita desde el centro del ruedo. Acudir¨¢ el toro con alegr¨ªa, si es alegre, o haciendo el burro, si es manso. Y el espada, que lo recibe, de com¨²n, con un trapazo, sigue ofreciendo la tela, para marcarse un caracoleo de una docena de lances por la cara (en los grandes fastos, chicuelinas), mientras corre hacia atr¨¢s con un relamido menudeo de pasitos.
La gente aplaude, pero la gente no es la afici¨®n. Y la afici¨®n, hasta el mo?o de terceras suertes, a veces se sale de sus casillas y la arma, con gran estupor de quienes van a los toros como la maleta viajera. Y la arma no porque se rompan viejos c¨¢nones, sino porque lo que se rompe es el toro y la lidia. En primer lugar, el mataor demuestra que no tiene oficio, cuando parece incapaz de sujetar al toro en los medios. Luego, ese toro puede sufrir un accidente con sus derrotes en los maderos, o descomponerse; los capotazos, que en lidia deben ser muy buenos y muy pocos, como los largan a docenas, perjudican su embestida. Y a¨²n m¨¢s, pues si el mataor se hubiera quedado con el toro en los medios, como debi¨®, a lo mejor no necesitaba ni un lance extra, pues aquella posici¨®n ya era la adecuada para iniciar la suerte de varas.
Claro que eso significar¨ªa que el torero, maestro en su oficio, pens¨® en la lidia desde el primer capotazo y remat¨® las ver¨®nicas no en cualquier sitio, sino en el preciso, tras ganar terreno hasta los medios, para que el primer tercio se desarrolle sin soluci¨®n de continuidad. Pero ser¨ªa pedir demasiado a estos ?maestros ciruela? de hoy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.