Con un poco de ira / y 2
Por otra parte, las cosas que se han dicho y hecho en el Pa¨ªs Vasco, con anuencia de muchos, son dignas de la Turqu¨ªa de los peores a?os de decadencia. Hay que ?desarmenizar? el Pa¨ªs Vasco: porque ni ¨¦l es comparable a la triste Armenia de fines del siglo XIX, ni una Monarqu¨ªa que quiere empezar prometedoramente se puede comparar a un sultanato con un vejestorio cruel en la c¨²spide.Esto del sultanato da lugar a una glosa. Algunas personas de la ?rama? de Letras, profesoras y profesores, conservadores, claro es, dicen con aire ir¨®nico, desde que se plantea la cuesti¨®n de las autonom¨ªas: ?Es que vamos a volver a los reinos de taifas? Cuando aquellos reinos tuvieron raz¨®n de ser -respondo- es que el califato que, sin duda, es el. modelo de ?unidad? que invocan, era un cuerpo podrido y hab¨ªan ocurrido dentro de ¨¦l cosas m¨ªseras y horribles. No nos comparemos, pues, a taifas ni veamos la salvaci¨®n en unidades expresadas por califatos o sultanatos bestiales, con historias de harem, eunucos, gen¨ªzaros, malversadores y carcamales mangoneando, sino con Estados modernos y mejor organizados. Entonces, para obtener cierta hermandad, cosa bien distinta al puro ordenancismo que aqu¨ª se ha llamado y se sigue llamando ?unidad?, hay que intentar comprender al vecino y no ponerse jacarandoso o lanzar trenos o coplas de jota de 1808. Todos los vascos son unos tales.
Pongan aqu¨ª ustedes la palabra o palabras m¨¢s soeces que puedan imaginar. Esto hemos o¨ªdo o han o¨ªdo los nuestros, una y otra vez, a gentes con poder p¨²blico, sin derecho a responder. ?Qu¨¦ niveles morales y culturales ten¨ªan los que enunciaban pensamientos tan profundos? Los de un pobre pat¨¢n. Bien. Enfrente hay una poblaci¨®n que, en masa, ha votado de modo significativo. Tambi¨¦n una minor¨ªa que produce el mayor espanto y de la que pocos saben algo de verdad. Yo mismo, que hablo con m¨¢s gente vasca que con madrile?os, s¨¦ poco de esta minor¨ªa, y lo que intuyo m¨¢s que s¨¦, me hace pensar que son erradas las descripciones que nos hacen de ella, y el m¨¦dico que diagnostica mal no puede curar...Respecto al Pa¨ªs Vasco en general hay, por otra parte, una oscuridad informativa y de malevolencia que yo siento en Madrid de continuo. Paralelamente en el pa¨ªs se da un desprestigio progresivo de la autoridad, acentuado de diez a?os a esta parte.
El asunto m¨¢s urgente y dif¨ªcil de resolver es, pues, esta crisis de ?orden?, con sus pobres rasgos elementales. Porque las cosas que se pueden llamar con desd¨¦n ?de escaleras abajo? siempre son m¨¢s dif¨ªciles que los asuntos que suelen discutirse en academias y comit¨¦s.
Al llegar aqu¨ª alguien querr¨ªa discutir, como cuando ri?en los ni?os de las comadres, sobre ?qui¨¦n empez¨® primero?. La cuesti¨®n es saber ?c¨®mo ha de acabarse de re?ir?. Ante el asunto brutal y brutalmente planteado, creo que quien debe dar los pasos m¨¢s firmes adelante es el Gobierno. Porque durante los Gobiernos anteriores fue cuando se tomaron las medidas m¨¢s torpes y calamitosas. Esto ya nos pone ante una cuesti¨®n hist¨®rica.
Pues bien, como historiador considero que el problema pol¨ªtico que queda tras las violencias ¨²ltimas ser¨¢, asimismo, muy dif¨ªcil de resolver, a causa de la cantidad de estupideces (s¨ª, estupideces) hechas durante los cuarenta a?os ¨²ltimos. Estas se suman a otras menores, pero tambi¨¦n gordas, que se realizaron hace cosa de un siglo, bajo la direcci¨®n de un hombre tenido por portento: don Antonio C¨¢novas. Aun detr¨¢s quedan las no tan grandes en verdad, llevadas a cabo en tiempos del general Espartero.
El ?crescendo? en la estupidez pol¨ªtica con respecto al Pa¨ªs Vasco arranca, justamente, del momento en que invent¨® el ?crescendo? musical un oscuro m¨²sico italiano, a fines del siglo XVIII o comienzos del XIX, antes de que Rossini lo aplicara fastuosamente en sus ¨®peras. Aqu¨ª, en Espa?a, el ?crescendo? en la idiotez pol¨ªtica respecto a la cuesti¨®n auton¨®mica lleg¨® a atronarnos hatia 1970. ?Ser¨¢ posible tanta torpeza? Se preguntaba uno en silencio. Mor¨ªa gente joven, convencida de que cumpl¨ªa con un deber sagrado, al arrancar con violencia un s¨ªmbolo respetable, que, una vez aceptado como tal, no s¨®lo ha dejado de producir muertes, sino que produce buenos dineros a los fabricantes de ?souvenirs?: como los produc¨ªa en Francia en tiempos de Le¨®n Blum, el mariscal P¨¦tain y la ocupaci¨®n alemana o el general De Gaulle. Se ha exigido que hombres sencillos dieran la vida en defensa de ideas que estaban en crisis total cuando mor¨ªan por ellas. Por otra parte se ha perseguido, ultrajado, martirizado a mujeres, ancianos, familias.
Pero a¨²n hay quienes, con voces destempladas de paleto, preguntan: ?Qu¨¦ quieren los vascos? S¨ª, es mejor ironizar sobre Alianza Popular o burlarse de alguna anciana que en importancia corresponde, hoy, a Madame Piment¨®n. i Loor al caf¨¦ con leche y a los crucigramas! Estudiemos el signo astrol¨®gico bajo el que naci¨® el brillantejoven Fern¨¢ndez... ?Qu¨¦ nos dejen en paz esos vascos!
Pero aqu¨ª no paran las desdichas de que he de ocuparme. Sobre la violencia ¨²ltima y sobre la torpeza pol¨ªtica secular est¨¢n los efectos de un crecimiento demogr¨¢fico y de un desarrollo industrial sobrevenidos sin orden ni concierto, que han desequilibrado las tierras min¨²sculas de Guip¨²zcoa y Vizcaya hasta el punto de que se puede pronosticar un ? geocidio ?.
Es de estupideces hist¨®ricas y de esta monstruosa transformaci¨®n del pa¨ªs de loque tendr¨ªa que tratar en art¨ªculos sucesivos., En ellos procurar¨ªa hacer ver, en suma, el conjunto de razones que me hicieron pensar que en junio de 1977 ten¨ªa la obligaci¨®n de votar para que en las C¨¢maras haya nacionalistas vascos que-hablen' con claridad y autoridad. Con serenidad tambi¨¦n. Yo n o la tengo, por muy Rafael Caro Raggio que se llamara mi pobre padre y poi muy madrile?o que me sienta, a veces, pensando en don Jos¨¦ de Ca?izares, don Federico Chueca u otros personajes simp¨¢ticos y. vetustos de la Corte. No tengo serenidad porque pienso que o en Espa?a se empieza a discurrir de veras con el ¨®rgano con que se debe discurrir, que es el cerebro, o seguiremos queriendo discurrir con los ¨®rgano! genitales, que nunca han servido para aquella funci¨®n. Y entonces nos hundiremos otra vez todos: vascos y no vascos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.