La reforma fiscal
LA LIBERALIZACI?N del sistema financiero constituye requisito imprescindible para acercar el sistema econ¨®mico espa?ol hacia m¨ªnimos de eficacia y competencia; la pol¨ªtica de rentas se configura como b¨¢sica para vencer las tensiones inflacionistas y medio de asegurar la supervivencia de nuestra econom¨ªa; la reforma fiscal es, finalmente, el impulso que debe poner en marcha un esfuerzo de solidaridad nacional y debe convertirse en la demostraci¨®n de que el Gobierno est¨¢ dispuesto a luchar por conseguir una sociedad justa.La reforma va a hacer desaparecer una de las excusas en que se basaba el bajo nivel de servicios y prestaciones que el sector p¨²blico ofrece a la sociedad espa?ola. En comparaci¨®n con la media de los pa¨ªses de la OCDE, en los cuales el gasto p¨²blico represent¨® en los a?os 1974-75 entre el 45 y el 50% del producto nacional bruto, en Espa?a la misma magnitud se situaba en torno al 25%. Con un cierto grado de cinismo podr¨ªa apostillarse que afortunadamente, dada la falta casi absoluta de flexibilidad con que el sistema impositivo recauda los recursos que financian ese gasto.El espa?ol es un sistema impositivo en el cual la recaudaci¨®n no var¨ªa autom¨¢ticamente con la elevaci¨®n de la renta. Esta falta de flexibilidad comporta la regresividad y la injusticia e inutiliza los impuestos como instrumento estabilizador de pol¨ªtica econ¨®mica.
Hay que tener en cuenta queen 1976, los impuestos, indirectos representaban el 59,5 % del total de los ingresos de la Administraci¨®n Central, mientras que la suma del impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas y el de sucesiones supon¨ªan tan s¨®lo el 6% de los impuestos directos y ¨²nicamente un 2,5% del total de los impuestos. Hay por eso que terminar con el predominio del impuesto sobre el producto e ir hacia un sistema cuya columna vertebral sea el impuesto general sobre la renta de las personas fisicas y sobre los beneficios empresariales. A ellos acompa?ar¨ªan un impuesto sobre el patrimonio neto, otro sobre las sucesiones y un ¨²ltimo, aplicable al consumo a trav¨¦s de los impuestos sobre las ventas. Los actuales impuestos sobre tr¨¢fico de capitales y sobre consumos espec¨ªficos perder¨ªan pr¨¢cticamente su importancia. Una estructura as¨ª del sistema impositivo introducir¨ªa dos rasgos fundamentales y altamente deseables: la generalidad del impuesto y su progresividad.
Para asegurarse del ¨¦xito de la reforma fiscal, de su aceptaci¨®n plena por los espa?oles as¨ª como de su ejemplaridad, es preciso que el Gobierno intente por todos los medios conseguir dos objetivos: a) que la Administraci¨®n cuente con la informaci¨®n necesaria para conocer las bases reales de cotizaci¨®n sobre rentas y patrimonios efectivos de los sujetos tributarios. De ah¨ª la trascendencia de la posibilidad de investigar las cuentas corrientes bancarias; b) que esa misma Administraci¨®n tributaria adopte una estructura eficaz y cuente con personal y medios suficientes para llevar a cabo su tarea. Lo primero impone, ante todo, el acabar con la actual especializaci¨®n por tributos. La divisi¨®n de competencias tributarias entre cuerpos debe desaparecer cuanto antes, dejando el camino abierto para un tratamiento global del impuesto. Respecto al tema de los medios es necesario que el Ministerio de Hacienda cuente con el personal necesario y que el mismo sea remunerado seg¨²n criterios de mercado y dedicado con exclusividad a las tareas de inspecci¨®n fiscal. La convocatoria de 1.500 plazas para el cuerpo de inspecci¨®n -anunciada en el pasado Consejo de Ministros- es as¨ª una espl¨¦ndida noticia. Estos son, a nuestro juicio, los problemas generales que el Gobierno ha detener en cuenta al acometer su.reforma fiscal. S¨®lo queda insistir en que esas l¨ªneas de reforma deben ser conocidas del p¨²blico y debatidas en las Cortes cuanto antes.
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