Los novilleros surarnericanos pueden actuar con ciertas condiciones
Con referencia a la informaci¨®n que public¨¢bamos el pasado d¨ªa 28, acerca del presunto veto de los novilleros encuadrados en el Sindicato Democr¨¢tico Taurino a sus colegas suramericanos, nos escribe Mariano Orta, presidente de la junta de promotores de dicho sindicato, con el ruego de que se publiquen las siguientes aclaraciones:Los novilleros espa?oles -afirma- est¨¢n en contra de la competencia desleal de los suramericanos. ?Aceptamos que vengan a torear a nuestro pa¨ªs -precisa la carta- pero reivindicamos: a) el sitio que a los aspirantes espa?oles les corresponde en la parte seria de los espect¨¢culos c¨®micos; b) total imposibilidad, para los suramericanos, de participar en novilladas sin picadores. Y hacemos referencia -sigue diciendo- a estos dos apartados, porque es en este tipo de espect¨¢culos donde los nacionales tenemos nuestra aut¨¦ntica escuela de aprendizaje profesional.?Otra condici¨®n del sindicato es que siempre que suramericanos toreen novilladas picadas, en el mismo cartel haya el doble de profesionales espa?oles. Finalmente, seg¨²n el escrito de Orta, el Sindicato Democr¨¢tico Taurino ¨²nicamente pone restricciones a toreros suramericanos; no a los de otras nacionalidades.Hasta aqu¨ª lo sustancial de la carta, que con mucho gusto reproducimos, sin comentario por nuestra parte. Estas son aspiraciones de los novilleros del mencionado sindicato, y est¨¢n en su derecho de exponerlas y defenderlas.
Pero la informaci¨®n que motiva la carta -?Novilleros espa?oles, en contra de la competencia de los suramericanos?-, se basaba, exclusivamente, en las octavillas que novilleros del sindicato repart¨ªan por los aleda?os de la plaza de Las Ventas en d¨ªa de corrida, y reproduc¨ªamos, ¨ªntegro su texto. En el cual se dec¨ªa, a la letra: Nuestro sindicato propone que en Espa?a toreen ¨²nicamente los espa?oles. Y de este tenor era tambi¨¦n el contexto. La carta de Orta, como se ve, matiza, y ya no son los extranjeros en general los que deben tener cortapisas para actuar en este pa¨ªs, sino s¨®lo los suramericanos; y a¨²n estos, en determinadas condiciones. Pues muy bien. Pero no es culpa nuestra si el sindicato se dirige a compa?eros y aficionados dando a conocer unas reivindicaciones, mientras su asamblea general acuerda otras. Estos contrastes producen, naturalmente, confusi¨®n, de la que, en modo alguno, podemos responsabilizarnos.
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