Un eslab¨®n perdido
Tercera edici¨®n. Primera en Espa?a. La sinraz¨®n es una de esas novelas espa?olas que han vagado a?os y a?os por esos mundos, desterradas. O lo que es lo mismo: le¨ªdas solamente por unos cuantos espa?oles de la di¨¢spora y por muchos menos a¨²n del interior del pa¨ªs.La primera sensaci¨®n que se tiene al leer a esta autora es la de encontrar un eslab¨®n perdido. Un ignorado eslab¨®n de la novela espa?ola contempor¨¢nea. Un eslab¨®n muy peculiar, muy privativo. Eslab¨®n exclusivamente en el tiempo. Pues, pese a que su primera novela -embri¨®n de ¨¦sta- se public¨®, sin ¨¦xito, en el Madrid de 1930, no podemos eniparentarla con los grandes de los quince a?os anteriores de la guerra, Valle, Baroja -nada de com¨²n, ni siquiera de aproximado, con ninguno de ellos- ni con los novelistas de aspiraci¨®n popular que apuntaron en aquellos a?os -Pep¨ªn D¨ªaz Fern¨¢ndez, C¨¦sar M. Arconada. Carranque de R¨ªos- ni con el resto de los novelistas de la ¨¦poca, en su mayor¨ªa bastante deshuesados. Tampoco podr¨ªamos insertarla - ?qu¨¦ disparate! - en el ciclo posterior que se ha dado en llamar -yo no s¨¦ con qu¨¦ fortuna- novela soclal. Es un eslab¨®n y en paz. Un eslab¨®n importante, entre o no en el cuadro de nuestras preferencias, y hacemos muy bien en recuperarlo. La novela, como el arte todo, es diversidad y, si en cierto modo, es la historia de las escuelas, en lo m¨¢s esencial es la historia de las excepciones.
La sinraz¨®n
Rosa Chacel. Ediciones Albia
De lo que en un prologuillo nos dice la autora, colijo que en La sinraz¨®n m¨¢s que seguirla vida de un hombre, ha intentado que fuera la mente misma de ese hombre la que le siguiera. De ah¨ª que, pese a su extensi¨®n, est¨¦ escrita en primera persona. En la primera persona del protagonista, Santiago Hern¨¢ndez. Tipo vagaroso y, al mismo tiempo, intrincadamente introvertido. Individuo neutro en lo social, ante los acontecimientos hist¨®ricos y, a la vez interiormente exaltado y complicado hasta el laberinto. Hombre voluble en el fondo, pero con ansias de amor absoluto. ?Y, ?qu¨¦ queda del amor si pierde su sentido absoluto??, se pregunta ¨¦l en una ocasi¨®n. Pues queda el amor, nada menos que eso, dan ganas de responderle.
Notable personaje tambi¨¦n el de Quintina. Impulsiva, apasionada Quintina, pura Quintina, mujer de un solo hombre, una de esas mujeres que siguen siendo v¨ªrgenes tras haber puesto hijos en el mundo.
La pareja, al principio erguida, a s¨ª misma erguida y sublimizada en paradigma de amor, es disuelta por el adulterlo de Santiago. Extra?o adulterio, un buen hallazgo novel¨ªstico. Santiago lo comete con la Elfriede que am de oven en Alemnia no con la Elfriede que encuentra, a?os despu¨¦s, casado ya, en Alemania. Adulterio con un recuerdo, con una sombra .
El temor de que Quintilla pueda descubrirlo, atormenta a Santiago. La noci¨®n del pecado es una constante en este hombre, aparentemente desenvuelto. Pronto es ¨¦l quien descubre que Qintina lo sab¨ªa, m¨¢s bien, que lo present¨ªa. El amor de la mujer se trueca en odio y le deja solo. No por la infidelidad en s¨ª, sino por el hijo que el hombre dej¨® en el vientre de la otra.
Pr¨®diga La sinraz¨®n en personajes epis¨®dicos, uno de ellos me ha conmovido. Es el de Dami¨¢n, ese militar profesional que hace la guerra en el ej¨¦rcito popular. Lejanamente emparentado con ¨¦l Santiago Hern¨¢ndez consigue hacerle entrar en Argentina al terminar nuestra contienda.
Dami¨¢n llega anonadado. Anonadado no tanto por la derrota como por la injusticia hist¨®rica, la sinraz¨®n hist¨®rica que esta derrota lleva en la entra?a. Al caer Par¨ªs en poder de Hitler, Dami¨¢n lo da todo por perdido, aunque esto no sea verdad. Y se suicida. En verdad, hab¨ªa muerto antes: en la guerra de Espa?a, como tantos otros supervivientes que arrastraron estos fantasmas por esta tierra durante a?os y a?os...
Me parece ¨¦ste un tipo muy humano, en el que menos se advierte ese paso por el laboratorio que es siempre el proceso de creaci¨®n del novelista. Claro, que bien se me alcanza que en este juicio puede haber, por mi parte, mucho de subjetivismo. Porque ese hombre es el personaje de La sinraz¨®n m¨¢s pr¨®ximo a m¨ª. Pese a la distancia que media entre un hombre que sigui¨® y otro que se peg¨® un tiro. ..
La novela es como sus personajes centrales introvertida, rica en manantiales subterr¨¢neos. Para mi gusto, demasiado pr¨®diga en disquisiciones anal¨ªticas, lo cual, en algunos momentos, hace difusa la acci¨®n y le da ciertos longueurs, que dicen los franceses. Pero en medio de todo ello, las p¨¢ginas bellas son frecuentes.
Bienvenida Rosa Chacel al ruedo milenario de las letras espa?olas. ?Tarde, verdad? ... Desde luego, pero eso no le ocurre a ella sola... Aunque esto no nos sirva de consuelo a ninguno de sus compa?eros de infortunio y, al contrario, nos d¨¦ a todos una amargura m¨¢s honda...
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