?Una colonizaci¨®n religiosa de Andaluc¨ªa?
A pesar de las buenas instalaciones que el turismo ha exigido en nuestra costa, todav¨ªa hay algo que aqu¨ª sigue funcionando en direcci¨®n ¨²nica: la prensa. Tenemos una prensa monocolor, donde ¨²nicamente se reflejan las opiniones de esa minor¨ªa que en nuestra costa no ha logrado siquiera una representaci¨®n parlamentaria, por m¨ªnima que sea. En efecto, desde hace varios d¨ªas en el diario SUR se publican ?Cartas al director? y se hacen entrevistas, donde se ataca directamente a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica por el supuesto motivo de ?intentar cargarse la Semana Santa malague?a?. El principal atacado (aunque no se le nombre expresamente) es el obispo. Aunque parezca raro, en esta nuestra Andaluc¨ªa un catal¨¢n como Ram¨®n Buxarrais Ventura ha sido muy bien recibido: en general ?el clero le estima y le defiende; e? pueblo llano ve en ¨¦l al hombre religioso sencillo, sin pretensiones, que se acerca sin ning¨²n tipo de pose y que conoce, palmo a palmo, los lugares m¨¢s remotos y m¨¢s inh¨®spitos de la geograf¨ªa diocesana. Pero el ?v¨¦rtice? (sobre todo, la ?vieja guardia? de tiempos atr¨¢s) ha visto en ¨¦l a un enemigo peligroso, precisamente por su actitud no beligerante, sinceramente dialogante y.profundamente religiosa.Uno de los ?lugares mayores? de esta ?vieja guardia? es precisamente la ?Semana Santa?: palabra con la que se quiere decir una cosa muy concreta, que a los lectores corrientes puede parecerles extra?a. Desde hace varios a?os el obispo, asesorado por el clero y por los militantes de la comunidad cat¨®lica, viene intentando publicar unos nuevos estatutos por los que se pueda regir la vida religiosa de las cofrad¨ªas de Semana Santa. En la elaboraci¨®n de estos estatutos. estaban presentes algunos que las propias cofrad¨ªas hab¨ªan escogido libremente para tal finalidad. Una vez que el trabajo estuvo a punto, se envi¨® a los destinatarios para que hicieran todas las observaciones pertinentes, dando para ello un espacio de tres meses. Este plazo fue ampliado dos veces m¨¢s, sin que apenas nadie hiciera alguna observaci¨®n.
Esto dio a entender que, al no haber objeci¨®n alguna, se pod¨ªa proceder a su promulgaci¨®n. Cosa que hizo el obispo. Y aqu¨ª vino la gorda.
Democracia interna y feminismo
En una de las entrevistas publicadas por el diario SUR se recriminaba a la jerarqu¨ªa malague?a el que, por medio de esta nueva legislaci¨®n, se introdujera en el interior de las hermandades el ejercicio de la democracia y de los derechos de la mujer. En efecto, se trata de conseguir que los cargos (sobre todo, los altos cargos) de las cofrad¨ªas se elijan democr¨¢ticamente y por un tiempo determinado, para que as¨ª no se reproduzcan actitudes caciquiles que tanto han da?ado el funcionamiento religioso de las hermandades. Adem¨¢s, se introduc¨ªa la novedad de la posibilidad de que las mujeres entraran tambi¨¦n en el lote de candidatos a elegir.
Esto parece que ha irritado a muchos cofrades, que quiz¨¢ vean en este procedimiento la imposibilidad de mantener indefinidamente el mando obtenido con duros esfuerzos. Adem¨¢s, la posibilidad de compartir con las mujeres la candidatura disminuye las oportunidades en las diversas elecciones.
Pero hay m¨¢s: en la misma entrevista se pregunta a uno de los vicarios episcopales sobre la posibilidad de considerar a las cofrad¨ªas como ?pe?as? puramente culturales: ?qu¨¦ poder tendr¨ªa sobre ellas la Iglesia? El vicario contesta l¨®gicamente que, si una cofrad¨ªa ha nacido, se ha desarrollado y ha funcionado bajo la etiqueta de asociaci¨®n religiosa, todo lo que a esta ¨²ltima pertenezca se encuentra en el ¨¢mbito de la Iglesia; por tanto, de realizarse una reconversi¨®n de ?cofrad¨ªas? en ?pe?as?, la Iglesia tendr¨ªa que hacerse cargo de los bienes de las extintas cofrad¨ªas. El entrevistador rearguye subrayando que se trata de ?bienes del pueblo?, sin comprender que el pueblo ha de ser entendido con su propio lenguaje: aquellos bienes ten¨ªan un destino ?religioso?, aunque hubiera que corregir la propia religiosidad en lo que tuviera de pato l¨®gico.
Finalmente, la traca mayor contra el ?obispo intruso? es la pretensi¨®n de descubrir en ¨¦l al extra?o que ha venido a tergiversar la religiosidad popular del pueblo andaluz. En el SUR del 26-7-77, el se?or Melero afirma que ?hist¨®ricamente, la Iglesia en Andaluc¨ªa ha estado asociada a los estamentos m¨¢s reaccionarios en su opresi¨®n al pueblo ?; por eso se explica que del pueblo andaluz es, entre todos los pa¨ªses espa?oles, el que menos va a misa?. La raz¨®n de todo ello la encuentra el se?or Melero "en que el pueblo andaluz padece una colonizaci¨®n cultural que le obliga a violentar sus impulsos?; y as¨ª ?tuvo que asumir como propios principios metaf¨ªsicos que son muy contradictorios con nuestra forma hedonista y habitualmente suave de entender la vida?.
Creo que el se?or Melero lleva toda la raz¨®n, pero los argumentos se vuelven contra ¨¦l: los que somos andaluces a nativitate (y adem¨¢s ejercemos como tales) ya hace tiempo que hemos comprendido que en el ¨¢mbito de las cofrad¨ªas malague?as se hab¨ªa introducido una peligrosa colonizaci¨®n cultural y religiosa, que nos ven¨ªa de arriba, del v¨¦rtice, de suerte que la perteneciente a ciertas cofrad¨ªas (sobre todo la ocupaci¨®n de altos cargos dentro de ellas) era una garant¨ªa para hacer progresos en la escala social, econ¨®mica y pol¨ªtica de cada coyuntura hist¨®rica. Por eso, como andaluces y como hombres religiosos nos vemos obligados a aplaudir ese intento de democratizar el montaje interior de las cofrad¨ªas y de reanimarlas con un esp¨ªritu realmente religioso.
Porque, a decir verdad (y utilizo las mismas palabras del se?or Melero), ?la Semana Santa de M¨¢laga es, m¨¢s que una celebraci¨®n religiosa, una maravillosa manifestaci¨®n de artes populares a la que todos los malague?os contribuimos o hemos contribuido en mayor o menor medida?. ?M¨¢s claro, agua! Si la Semana Santa malague?a apenas es religiosa, ?qu¨¦ cosa m¨¢s natural que un obispo que sea creyente (como es el caso de Ram¨®n Buxarrais) se preocupe seriamente por poner las cosas en su punto? Lo contrario ser¨ªa una doble injuria: a nuestra comunidad diocesana y al pueblo andaluz.
Pero lo m¨¢s curioso del caso es que, afortunadamente, las cofrad¨ªas malague?as no son de hecho lo que una minor¨ªa caciquil quiere hacer creer que son: en su interior hay muchos y sinceros cristianos que todav¨ªa no han logrado superar la presi¨®n de las oligarqu¨ªas, pero que est¨¢n deseando reencontrar el viejo rostro de la tradici¨®n religiosa heredada de sus mayores. Pero entonces no habr¨¢ ya lugar ni para ¨¦l folklore ni para la escalada. ?Menos mal!
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