Planificaci¨®n urbana y coyuntura pol¨ªtica
Una terminolog¨ªa muy querida por los profesionales de la pol¨ªtica en los procesos de cambio, es aquella que encierra en su expresi¨®n el concepto de coyuntura, quiz¨¢ por la similitud y aproximaci¨®n a los presupuestos t¨¢ct¨ªcos, que con tanta facilidad desarrolla la intuici¨®n del buen pol¨ªtico. La coyuntura pol¨ªtica viene a ser como unos ejercicios de tanteo, programados para tiempos muy cortos del acontecer hist¨®rico. Frente a estos enunciados, o al menos como respuesta m¨¢s consoladora estar¨ªa la alternativa planificatoria, supuesto que en cierto modo representar¨ªa un modelo estrat¨¦gico dispuesto para unos tiempos m¨¢s dilatados dentro de este mismo acontecer. Si estas referencias conceptuales las extrapolamos a los mecanismos de la planificaci¨®n urbana, tendremos un par enfrentado de dif¨ªcil correlato dial¨¦ctico, planificaci¨®n urbana frente a coyuntura pol¨ªtica, espontaneidad versus proyecto; t¨¢ctica y estrategia.Unas declaraciones del ministro Garrigues, en torno al programa de construcci¨®n de viviendas, ponen en evidencia y de manera contundente, la ideolog¨ªa que el reci¨¦n creado Ministerio de Obras P¨²blicas y Urbanismo, tiene respecto a la planificaci¨®n urbana. En un alarde de lo que podr¨ªamos denominar comunicaci¨®n directa y de f¨¢cil entendimiento, el ministro afirma: ?De socializar el suelo, ni habl¨¢r.? Completa el slogan una aclaraci¨®n: ?Nosotros no nos hemos planteado la socializaci¨®n del suelo. Este es un objetivo que no se persigue seriamente en ninguna de las democracias occidentales, porque ning¨²n presupuesto lo puede abordar. Las medidas que nosotros podamos articular est¨¢n encaminadas a potenciar la iniciativa privada, solucionar el problema de la vivienda, en la medida que podamos crear puestos de trabajo.?
Ignoramos cu¨¢les pueden haber sido las causas para inaugurar con unas declaraciones as¨ª, las prerrogativas ideol¨®gicas del nuevo Ministerio, en unos momentos tan propicios para evidenciar y reconsiderar los dram¨¢ticos resultados de un urbanismo sustentando en los mismos principios que ahora se tratan de impulsar de nuevo. ?C¨®mo es posible ignorar las deformaciones producidas por un sistema pol¨ªtico, aislado y cerrado, que ha llegado a conformar una estructura social-comunitar¨ªa, coercitiva y autoritaria, exhausta para reflexionar sobre los problemas intr¨ªnsecos a la propia convivencia humana y al medio f¨ªsico donde ¨¦sta se desarrolla? ?Lo desconoce el se?or ministro y sus responsables m¨¢s inmediatos?
Se ha se?alado en alguna ocasi¨®n, y estas declaraciones -parecen ignorarlo, ?que la ideolog¨ªa del anti-proyecto es un lujo intelectual de la sociedad de consumo, una prerrop-ativa de los pueblos saturados le bienes y servicios. Los pueblos sumergidos en la necesidad y en la indigencia no pueden permitirse tal actitud. Para ellos la voluntad de sobrevivir se identifica con la voluntad deproyectar, porque, para ellos,proyectar es principalmente, proveerse de las estructuras m¨¢s elementales para afrontar la hostilidad represiva de la indigencia ?. En otras palabras, favorecer la organizaci¨®n de unos mecanismos pol¨ªticos que permitan potenciar al m¨¢ximo los recursos disponibles y reducir al m¨ªnimo los factores que favorecen el despilfarro de esos mismos recursos.
Una propuesta pol¨ªtica destinada a construir un determinado n¨²mero de viviendas, sin una previa revisi¨®n de los catastr¨®ficos planes generales y parciales vigentes a¨²n en muchas de nuestras ciudades, redactados bajo las premisas de un urbanismo segregacionista y atento a las plusval¨ªas, no puede, ni squiera artificialmente, simular o paliar el problema del paro si adem¨¢s de todo esto se pretende estimular una iniciativa privada, saturada en un tanto por ciento muy elevado con unos beneficios desmesurados en per¨ªodos anteriores, este programa s¨®lo se puede entender como unas normas para mantener la especulaci¨®n del suelo. Los enunciados no pueden comprenderse m¨¢s que como una actitud de consentimiento para con una clase social, en cuanto a que tal propuesta coincida, de hecho, con una evidente situaci¨®n de abste ntismo, de negligencia o de abierto obstrucionismo, respecto a un nuevo modelo opuesto al de las ¨¦pocas precedentes y que, postulado desde los d¨ªscursos program¨¢ticas del Gobierno, parece responder a una ideolog¨ªa diferente a la acci¨®n articulada, el gesto comunitario, una planificaci¨®n socialmente responsable para nuestro entorno ciudadano, abierta a postulados m¨¢s generosos para sus propios moradores, aparecen como prem¨ªsas elocuentes. Tendr¨ªamos que preguntarnos que coherencia existe' entre los postulados program¨¢ticos y estas se?ales de identidad tan temocr¨¢ticas.
?D¨®nde estriba la diferencia cualitativa, en cuanto a pr¨¢ctica pol¨ªtica se refiere, entre el nuevo Ministerio y los enunciados de lo! criticados titulares que pasaron por el extinguido Ministerio de la Vivienda, en aquellos tiempos donde planificar era concebido casi como delito?
?Se pretende acaso que el desarrollo incontrolado de nuestras poblaci¨®nes y la indiscriminada destrucci¨®n de nuestros paisajes, pueda ser atajado con la incorporaci¨®n de nuevo de la iniciativa privada, exc¨¦ptica en su mayor¨ªa ante el cambio y agn¨®stica en la mengua de sus benefici¨®s?
?C¨®mo es posible un enunciado tan descarnaoo, que no denuncia previamente el ca¨®tico espontaneismo urbano, la corrupci¨®n tecnocr¨¢tica y no ofrezca al menos corno sugerencia te¨®rica, alguna intervenci¨®n org¨¢nica de planificaci¨®n ambiental, frente a la congesti¨®n explosiva tan evidente en todo el territorio del pa¨ªs? ?Tendremos que aceptar como recurso la hip¨®tesis determinista, ante la incapacidad para planificar y proyectar, que lo mejor es potenciar el caos hasta sus ¨²ltimas consecuencias?
En 1920 un fil¨®sofo alem¨¢n, Friederich Dessauer, llamaba la atenci¨®n frente a la demagogia de algunos pol¨ªticos de la ¨¦poca, con una reflexi¨®n muy propicia para este Ministerio. ?El fin de la construcci¨®n, se?alaba Dessauer, no es la casa, sino el habitar... el fin de la producci¨®n de loromotoras ne, es la locomotora sino el transporte,? un pensamiento que a muchos espa?oles nos hubiera parecido en las palabras de un ministro, m¨¢s creador, sugestivo y esperanzador que elcast¨ªzo slogan ?de socializar el suelo, ni hablar?, porque entendemos que una afirmaci¨®n tan categ¨®rica, como provocativa, lleva impl¨ªcito un desprecio total de las necesidades que plantean las comunidades de la sociedad industrial de n uestro tiempo, por lo que respecta a sus formas de vida material y espirit¨²al y son prerrogativas que les pertenece enunciar al consenso de toda la sociedad, m¨¢xime cuando postulados como los comentados, han configurado unas ciudades y unas formas de vida como las que padecemos, han destruido un paisaje y han negado sistem¨¢ticarnente la planificaci¨®n como un control contra la especulaci¨®n del suelo.
Son evidentes las dificultades que encierra formular hip¨®tesis pol¨ªticas en una ¨¦poca de cambio, sobre todo si ¨¦stas son creadoras, es decir transformadoras del medio anterior, pero si siempre resulta peligroso confundir los medios con los fines, lo es m¨¢s en per¨ªodos donde los grupos sociales, y las propuestas pol¨ªticas se manifiestan como sistemas abiertos, porque en ambos casos, sus necesidades vienen inscritas en la realidad hist¨®rica que viven y no en las ficciones de su historia.
El urbanismo que reclaman nuestras ciudades, viene postulado por unos principios de racionalidad, planificaci¨®n y proyecto, alejados de aquel racionalismo-tecnocr¨¢tico, planeamiento-mecanicista y- proyecto simb¨®lico que caracteriz¨® al urbanismo y la arquitectura de nuestro entorno m¨¢s inmediato. El crecimiento y la.evoluci¨®n de la ciudad ya no es posible aceptarlo hoy como un proceso acumulativo de objetos (viviendas, autopistas ...) por muy bien dise?ados que ¨¦stos se presenten y por muchas razones que se manipulen desde la coyuntura pol¨ªtica, el uso y la distribuci¨®n del suelo debe pertenecer a las decisiones de la comunidad.
Stafford Beer, publicaba en 1975 un libro (Platform for Change, J. Wiley and Sons. London) cuya lectura, de no conocerlo, recomiendo a los responsables de nuestro urbanismo, en el que Beer precisaba con gran oportunidad el ocaso del Homo Faber. ?El Homo Faber percibe el mundo a trav¨¦s de las cosas que hace... hacer las cosas nunca fue mayor problema. El Homo Faber est¨¢ claramente superado?.
El Homo Faber de la segunda generaci¨®n, en la que se ven inscritos los hombres de nuestro tiempo, no perciben el mundo en t¨¦rmino de cosas o de casas, sino en t¨¦rminos de necesidades a satisfacer y este es el desaf¨ªo, si se quiere prosaico, que tendr¨¢n que abordar los proyectos de las ciencias que construyen el medio f¨ªsico. Rodear los viejos tumores con aleg¨®ricas formas de una arquitectura o un urbanismo en tecnicolor, nunca fue considerado com mo un acto creador ni transformador del entorno del hombre, fue, y puede seguir siendo, un gesto mediador de la coyuntura. pol¨ªtica.
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