Libros de texto los problemas de su venta
Hace un a?o, un colega de la prensa de Madrid titulaba as¨ª un art¨ªculo: ?La guerra de los libros puede comenzar sin que termine la del pan.? El presidente del gremio provincial de libreros de Tarragona acaba de hacer sonar lo que podr¨ªa ser considerado como el primer clarinazo de la batalla de los libros, de este a?o. La coincidencia de una guerra y otra, una vez m¨¢s, no puede pasar desapercibida.Los libros de texto, como el pan, constituyen un art¨ªculo de primera necesidad y de obligado consumo. Y sorprende e irrita que pueda comenzar un nuevo curso sin que se llegue a una soluci¨®n digna y convincente para todos los interesados en el tema de su venta: colegios, padres, editores, libreros y distribuidores.
Es cierto, no obstante, que el curso pasado algo pudo avanzarse, pues parece estar claro que las ventas directas de los libros de texto por parte de los directores de los colegios disminuyeron considerablemente, como consecuencia de las campa?as promovidas en este sentido por parte de las asociaciones de libreros y la intervenci¨®n de las asociaciones de vecinos y de padres de alumnos.
Pero tambi¨¦n es verdad que quiz¨¢s el problema no ha hecho sino desplazarse, porque lo que caracteriz¨® al curso pasado fue la protesta de los libreros contra los propios padres y asociaciones de vecinos. Estos, ante la renuncia a vender por parte de los directores de colegios, decidieron ocupar el puesto que los directores les dejaban, pasando a ser los padres los que se habr¨ªan de entender directamente con las editoriales.
Naturalmente, esta sustituci¨®n de los directores vendedores por los padres no agrad¨® al gremio de libreros, que, en defensa de sus intereses, empezaron a considerar a las asociaciones de padres y de vecinos como el enemigo a batir. Mientras tanto, las editoriales parecen no estar muy dispuestas a atender la petici¨®n de los libreros de que se les apliquen a ellos los interesantes descuentos que antes se hac¨ªan a los directores y ahora benefician a los padres.
Pero si esto es as¨ª, y para confirmarlo bastar¨ªa recordar las intervenciones de la fuerza p¨²blica que, a instancias de los libreros, se produjeron el curso pasado en contra de las ventas que las asociaciones de vecinos realizaban en sus locales, los libreros har¨¢n muy bien en reconsiderar su estrategia porque va a resultar muy dif¨ªcil convencer a la opini¨®n p¨²blica de que sus intereses est¨¢n por encima de los intereses de los consumidores.
Est¨¢ claro que los padres de los alumnos no pueden desear el perjuicio de nadie y mucho menos el de los libreros que, sobre todo en las barriadas de la periferia, constituyen, en la pr¨¢ctica, su ¨²nico posible enlace con la cultura. Pero nadie podr¨¢ acusar al sufrido padre de familia de que realice toda clase de esfuerzos para conseguir que la educaci¨®n de sus hijos le resulte algo m¨¢s barata, pactando este abaratamiento con quien sea, en este caso, con los editores.
Parece deducirse de todo ello que quienes est¨¢n obligados a entenderse y ponerse de acuerdo, sin merma de las aspiraciones de los padres, son, en definitiva, editoriales y librer¨ªas.
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