Miguel Angel Asturias, con los ojos abiertos
Unos amigos m¨ªos, franceses, se me quejan, en una carta, de algo que ellos estiman sorpredente: el olvido en que la gran prensa espa?ola, incluidas sus p¨¢ginas literarias, tiene a ese escritor de nuestra lengua, Premio Nobel 1967, Miguel Angel Asturias.Asturias -recuerdo yo- deluri¨® en nuestro pa¨ªs en el verano de 1974, cuando iba por nuestras universidades hablando de Espa?a, de la novela y, en la medida que le era permitido de la libertad. Muri¨® en medio de ese pueblo se?or, como ¨¦l lo titulaba, seguramente porque s¨®lo le ve¨ªa por su cara m¨¢s noble.
Ha pasado el tercer aniversario de su muerte -a?aden mis comunicantes- y nada. No hemos visto ah¨ª ni un s¨®lo art¨ªculo que evoque su obra.
Es el silencio que sigue a la muerte. Y que en pa¨ªses como el nuestro, no suele ser, para los escritores, m¨¢s que una f¨²nebre acentuaci¨®n del silencio que les rode¨® en vida.
Asturias, que vivi¨® una existencia azarosa -hasta la c¨¢rcel conoci¨® en alguna ocasi¨®n- dijo al recibir el Premio Nobel que para el escritor, los honores siempre llegan tarde. Tarde y m¨¢s de una vez con vigencia muy corta.
Lamentable que tengamos que constatarlo nuevamente en el caso de Miguel Angel Asturias, un alto hito en la novela de la Am¨¦rica de nuestra sangre. Y, sin duda, en la novela mundial. Acompa?a en la imaginaci¨®n y, m¨¢s adentro, en la entra?a, a esos dos grandes novelistas americanos que se llamaron Jos¨¦ Eustaquio Rivera y R¨®mulo Gallegos y prepar¨® el terreno a la gran novela americana de nuestros d¨ªas: Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez.
Miguel Angel Asturias era un mestizo. Espa?ola la l¨ªnea paterna; maya la materna. Tambien las dos l¨ªneas ancestrales se funden en su obra. ?Cu¨¢nta y cu¨¢n profunda tradici¨®n hisp¨¢nica hay en ella! ?Cu¨¢ntas veces le recuerda a uno a Quevedo -al de Los sue?os- y cu¨¢ntas a Valle Incl¨¢n, sobre todo en su Se?or presidente, digno compadre de Tirano Banderas!
Los ojos de los enterrados s¨®lo se cerrar¨¢n cuando la justicia llegue. Esta leyenda maya ha inspirado una de las grandes novelas de Miguel Angel Asturias: Los ojos de los muertos.
La libertad y la justicia. He ah¨ª -independientemente de algunos de los avatares de su vida profesional- las dos ¨ªntimas obsesiones que recorren la obra novel¨ªstica de Asturias. Entra?ablemente fundidas con las leyendas indias de su Guatemala. Sus Hombres de maiz, los peones de su trilog¨ªa bananera, los seres de carne y hueso que, como una multitud de sombras, erran por sus novelas, conviven en ellas con los dioses, con los geniecillos, con las hadas buenas o mal¨¦ficas, de la mitolog¨ªa maya precolombina y conservada, con secreto de religi¨®n negra, durante los siglos de la colonizaci¨®n espa?ola.
Lo que algunos llamaron el surrealismo de Miguel Angel Asturias, no le debe nada al surrealismo propiamente dicho: el franc¨¦s. Naci¨® -precis¨® ¨¦l- del alma de los indios -y tambi¨¦n de tantos mestizos- de su pa¨ªs, que viven permanentemente entre lo real y lo imaginario, entre el sue?o y la realidad.
As¨ª -?cu¨¢ntas veces he pensado en ello!- Asturias ha dado a la novel¨ªstica universal una nueva dimensi¨®n: la de un realismo m¨¢gico.
Personajes y fabulaci¨®n en gran parte irreales, ?pero qu¨¦ realidad tan profunda bajo su envoltura m¨ªtica! M. A. A. es una muestra concluyente de que el realismo no consiste, obligatoriamente, en la estricta verosimilitud de lo descrito, sino en su esencia, en su esp¨ªritu, en el horizonte a que apunta. Ley¨¦ndole he recordado, m¨¢s de una vez, aquella frase de Verdi: ?No me preocupa lo veros¨ªmil; lo que me importa es lo verdadero.?
Asturias dec¨ªa que el espa?ol es la lengua m¨¢s bella del mundo. Pero, ?qu¨¦ espa?ol era el suyo? Era ese espa?ol enriquecido -y embellecido, hay que decirlo- por la savia y la inventiva de una larga constelaci¨®n de pueblos que lo han hecho suyo.
Al morir, una mano espa?ola le cerr¨® los ojos. Apariencia, tan s¨®lo, me digo yo. Miguel Angel Asturias conservar¨¢ bajo tierra los ojos abiertos. Que como los de sus indios, como los de sus peones, como los de sus hombres de ma¨ªz, s¨®lo se cerrar¨¢n cuando la justicia llegue...
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