El nuevo Museo de Arte Moderno de Nueva York
El reciente reconocimiento de la paternidad leg¨ªtima de Espa?a sobre el Guernica ha suscitado en algunos medios de la naci¨®n la urgente solicitud de que el c¨¦lebre cuadro picassiano salga cuanto antes del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Nueva York. En este sentido se pronunciaba un escrito de Fernando Mor¨¢n, avalado por la firma de un pu?ado de intelectuales, y no otro era el sentir de las declaraciones que no hace mucho hizo a EL PAIS Jos¨¦ Marlo Armero. Tal vez se nos brinde, que ni so?aba, la ocasi¨®n de liberar de su sempiterno dep¨®sito a nuestro anhelado Guernica, ahora, justamente, cuando el proyecto de ampliaci¨®n del museo neoyorquino ocupa la atenci¨®n de sus mentores y choca con mil dificultades, que ni los m¨¢s optimistas podr¨ªan imaginar. Sea as¨ª o no, me parece oportuno informar al lector acerca de la compleja tramitaci¨®n que encuentra en USA runa obra de semejante fuste, frente a la alegr¨ªa con que por estos pagos se llevan a efecto otras de mayor o menor afinidad.Bajo el t¨ªtulo Dudoso plan de supervivencia para el Museo de Arte Moderno, dejaba escrito, hace apenas un mes, Ada Louise Huxtable en las p¨¢ginas del New York Times: ?Est¨¢ empezando a abrirse camino entre la mara?a de ordenanzas mun¨ªcipales lo que podr¨ªa constituir el m¨¢s ambicioso proyecto de edificaci¨®n de la ciudad de Nueva York: la idea de ampliar el Museo de, Arte Moderno, en su propio emplazamiento de la calle 43-Oeste, a base de agregarle una gran torre destinada a apartamentos de lujo.?
?Para qu¨¦ -se preguntar¨¢ usted- compaginar la ampliaci¨®n del museo con un enjambre de lujosas viviendas? La respuesta es as¨ª de sencilla: para poder mantener a aqu¨¦l (con un cierto decoro) a expensas de los beneficios que ¨¦stas puedan reportar. Las implicaciones del proyecto de un remozado Museo de Arte Moderno van m¨¢s all¨¢ de la arquitectura y de la planificaci¨®n urbana, ci?¨¦ndose primordialmente a asuntos de pol¨ªtica y econom¨ªa. Los responsables del museo no se recatan en hacer depender su futuro de esta nueva edificaci¨®n, que s¨®lo ser¨¢ posible a trav¨¦s de un complej¨ªsimo e inhabitual acuerdo urbano-fiscal y merced a una ley especial, arbitrada por el estado de Nueva York. En contra de cualquier apariencia o conjetura, el objetivo-no es otro que apuntalar la tambaleante situaci¨®n financiera de una de las instituciones culturales de mayor prestigio en el mundo.
Pese a las facilidades dadas por el Poder con may¨²sculas, un proyecto de tales caracter¨ªsticas no puede medrar en Nueva York sin el dictamen favorable de una media docena de despachos municipales y organismos de planificaci¨®n comunitaria. Ha de ser examinado, ante todo, a la luz de la Carta Municipal, con activa participaci¨®n de las asociaciones de vecinos (el invento es m¨¢s antiguo de lo que alguien pretende y otros se empe?an en negar), familias afectadas y colegios profesionales implicados en el caso: el reverso, exactamente, de lo que entre nosotros ha venido ocurnendo a lo largo de estos ¨²ltimos cuarenta a?os.
Situaci¨®n deficitaria
Los mentores del museo no dejan una y otra vez de manifestar que el proyecto resulta absolutamente indispensable para la propia supervivencia de la instituci¨®n, invocando reiteradamente el estado peligrosamente deficitario a que les han -conducido tanto el ¨ªndice progresivo de inflaci¨®n como la escasa generosidad de las habituales donaciones. Algunas de las impugnaciones obedecen a reacci¨®n reflejada contra el establishment, pero otras muchas ah¨ªncan su origen en leg¨ªtimas y muy meditadas dudas sobre las intenciones de los promotores y sobre su repercusi¨®n real en el ¨¢mbito arquitect¨®nico y urban¨ªstico.?En qu¨¦ consiste realmente el proyecto? Ada Louise Huxtable lo resume en estos t¨¦rminos literales: ?Se trata de construir una estructura de doble uso, duplicando, con seis pisos, el espacio actual y agreg¨¢ndole una torre de cuarenta y dos plantas, destinadas a apartamentos de lujo, de cuyas rentas se beneficiar¨ªa la instituci¨®n.? Con la ley en la mano, el proyecto ser¨ªa inviable, por tratarse de una instituci¨®n que goza de exenci¨®n fiscal. Puede, sin embargo, facilitarse la soluci¨®n al problema a trav¨¦s de una entidad de reciente creaci¨®n, denominada Asociaci¨®n de Recursos Culturales. Por su gracia, le es posible al museo designar a un promotor (se ha elegido para el caso la firma Arlen Properties) que se encargue de fiscalizar el proyecto y cobrar los beneficios de la operaci¨®n -que en otro caso revertir¨ªan en la ciudad- as¨ª como con rolar los alquileres.
Todos estos escollos, y otros m¨¢s, han sido salvados, aunque a m¨¢s de uno se le haga discutible la legalidad del proced Imiento. La propia Ada Louise Huxtable comenta al respecto: ?No me siento capaz de emitir un juicio acerca de los presupuestos legales en que se ha fundado la operaci¨®n, y mucho me temo que las futuras repercusiones de la ley, hecha a la medida del caso, puedan ser aprovechadas por otras instituciones apuradas en el apartado financiero.? Examinada en su totalidad, la nueva ley ofrece algunos aspectos inquietantes en cuanto al car¨¢cter semioculto con que se ha venido interpretando su condici¨®n de r¨¦gimen espec¨ªal.
El proyecto ha sido llevado a cabo por un comit¨¦ de prestigiosos expertos, entre los que se cuentan C¨¦sar Pelli, arquitecto de la antedicha Asociaci¨®n de Recursos Culturales, y del propio museo, Jaequelin Robertson, arquitecto de la tambi¨¦n c¨ªtada promotora Arlen Properties, y Richard Weinstein, arquitecto y urb¨¢nis-ta, que desempe?a un important¨ªsimo papel en todo lo que al museo concierne. Frente a la opini¨®n desfavorable de los menos, Ada Louise Huxtable no duda en resaltar la excepcional calidad del proyecto. Entre otros aciertos destaca la fachada trasera de cristal y los cuerpos retranqueados que confieren nueva fisonom¨ªa al edificio y al entorno, as¨ª como las su aves y elegantes trazas de la torre que, en opini¨®n de Tinker Bell, resultan dif¨ªciles de creer, de tan bellas.
Reconocidas tales excelencias, no dejan algunos comentaristas de mostrar sus temores ante el deterioro de la imagen del viejo museo (fundamental, a juicio suyo, en la fisonom¨ªa de Nueva York) si se tiene, sobre todo, en cuenta que va a quedar eliminada la familiar fachada de 1933. Obra de Goodwin y Stone, dicha fachada entra?a un soberbio y refinado ejemplo (tal vez ¨²nico) del estilo internacional. ?El museo se construy¨® -apunta Ada Louise Huxtable- con verdadera pasi¨®n por ese estilo, con el que estaba esencialmente identificada la mirada hasta fijarlo como un hitode la historia. De alg¨²n modo parece impensable que vaya a ser demo lida una imagen que surgi¨® por v¨ªa de confluencia de, factores culturales, hist¨®ricos y art¨ªsticos.?
P¨¦rdida fison¨®mica
Y es, justamente, de esta mengua fison¨®mica (con la consiguiente p¨¦rdida de los valores hist¨®ricos, art¨ªsticos y culturales que dieron cuerpo a la imagen del viejo museo) de donde toman pie las cr¨ªticas m¨¢s adversas al nuevo (por parte, incluso, de quienes, como Ada Louise Huxtable, reconocen la buena factura de sus trazas, consideradas en s¨ª mismas). Pese al empe?o de sus autores en conservar huellas o suscitar recuerdos del edificio de 1933, la verdad es que no va a quedar rastro de ¨¦l. ?En realidad -escribe nuestra comentarista el c¨®digo usado es particularmente insidioso. Hablan de rastros del proyecto original y proponen modos de sugerir su car¨¢cter. Enga?osa insensatez. Jam¨¢s unas misteriosas referencias de segunda mano pueden suplir la entidad de un edificio conocido y reconocido.?Valga esta aguda sentencia de Ada Louise Huxtable para poner punto final al esquema somero que de su larga cr¨®nica he procurado perge?ar. Ignoro si de la mudanza del viejo al nuevo edificio nos vendr¨¢, o no la ocasi¨®n pintada para redimir de su ya hist¨®rico dep¨®sito el controvertido cuadro picassiano y hacerlo m¨¢s tarde retornara Espa?a. Prefiero, entre tanto, dejar en claro alg¨¢ nos puntos cr¨ªtico-comparativos entre las dificultades con que tropieza el proyecto del nuevo museo neoyorquino, y la alegre facilidad con que por aqu¨ª se han alzado, y siguen alz¨¢ndose, torreo nes y mamotretos fuera de escala y con destino no precisamente cultural.
Perc¨¢tense, de otro lado, nuestro responsables del gremio, de que cualquier entidad destinada a asuntos de cultura, y en cualquier parte del mundo, dista mucho de ser inmediatamente rentable. Si el Museo de Arte Moderno de Nueva York (el m¨¢s visitado, posiblemente, a escala mundial) arrastra una deuda que le hace tambalearse y poner en riesgo su propia subsistencia, ?hasta qu¨¦ punto no habr¨¢n de ser oficialmente subvencionadas y protegidas las precarias manifestaciones del arte que entre nosotros suelen producirse y urge incrementar!
Observe el lector, por ¨²ltimo, la importancia que en Nueva York se otorga a la imagen de una simple fachada de dif¨ªcil localizaci¨®n en el enmara?ado bosque de los rascacielos. Los mismos que elogian sin titubeo la perfecci¨®n y belleza del nuevo edificio, no tienen escr¨²pulo en Combatirlo por cuanto que atenta contra la fisonom¨ªa y la historia de la ciudad (una fisonom¨ªa de complejidad harto comprobable, y una historia que, en lo tocante al museo, cuenta con poco m¨¢s de cuarenta a?os). Debe entenderse por centro hist¨®rico (y no me cansar¨¦ de repetirlo) el condicionamiento que una estructura del pasado impone al presente, por cuya virtud se hace reconocible la evoluci¨®n, la identidad fison¨®mica, de una ciudad o de un n¨²cleo urbano. Demolerlo equivale a destruir un cap¨ªtulo de la historia. Si, en Nueva York, la conservaci¨®n. de una simple fachada y de 1933 es causa de oposici¨®n al alzado de un edificio (cuya excelencia no dejan los propios impugnadores de reconocer), ?cu¨¢ntas impugnaciones no ten¨ªan que haberse producido ante tantas y tan desventuradas construcciones como por estas latitudes han visto la luz, desvergonzadamente atentatorias contra una historia centenaria!
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