M¨ªguel G¨®mez Mart¨ªnez, en la Opera vienesa
El ambiente oper¨ªstico de Viena est¨¢ hoy dominado por la atracci¨®n de un nuevo ¨ªdolo. No es que los vieneses lo hayan descubierto ahora, sino que en estos momentos le han otorgado ya esa categor¨ªa entre m¨ªtica y popular definidora de los grandes divos de la l¨ªrica. Estoy aludiendo al espa?ol Jos¨¦ Carreras, cuya Tosca, cuya Boheme, han encendido el entusiasmo de todos. Triunfador m¨¢s antiguo en la Opera de la capital austr¨ªaca es Pl¨¢cido Domingo, quien, con frecuencia, revalida ante el entendido -y exigente- p¨²blico vien¨¦s la categor¨ªa de su arte y el ?mordente? de su expresi¨®n vocal.
Otro nombre espa?ol: el director Miguel Angel G¨®mez Mart¨ªnez al que he podido escuchar Rigoletto. No se trata de novedad, ya que de la versi¨®n dirigida por Ernst Poettgen, con decorados y figurines de Benois, se han dado ya 120 representaciones. Este es uno de los encantos de la ¨®pera vienesa: el de su cotidianidad. Ir a la ¨®pera es tan natural como, entre nosotros, asistir a la proyecci¨®n de un filme. El encaje de los directores o cantantes que, peri¨®dicamente, se incorporan tiene, tambi¨¦n, la dificultad y el riesgo de su insercci¨®n en algo diario, habitual.No es nuevo el nombre de Miguel G¨®mez Mart¨ªnez (aqu¨ª le suprimen el Angel) en la ¨®pera de Viena. Los frecuentadores del g¨¦nero lo han hecho suyo, y el joven maestro, a su vez, ha avanzado notablemente en el dominio de ese mundo complejo que es la direcci¨®n oper¨ªstica como fen¨®meno que Junta una serie de factores muy diversos solo dominables desde la estricta profesionalidad. Hoy, G¨®mez Mart¨ªnez posee en alto grado esa profesionalidad caracter¨ªstica, a la que a?ade algunos toques de expresi¨®n personal dentro de una l¨ªnea afectiva y delicada de sonoridades.El personaje central de Rigoletto es el buf¨®n. Ya lo escribi¨® Verdi: ?Encuentro verdaderamente bello representar este personaje externamente deforme y rid¨ªculo e interiormente apasionado lleno de amor.?En Rigoletto (una de las piezas de la llamada trilog¨ªa popular del m¨²sico de Parma, completada por El trovador y La traviata), el poder de s¨ªntesis dram¨¢tico-musical que tipificar¨ªan el genio verd¨ªano alcanza calidades de primer orden. El sicologismo est¨¢ servido tambi¨¦n desde la orquesta tanto como desde las melod¨ªas que se cantan en la escena. Todo ello puede evidenciarse en grado sumo si se cuenta, como en esta ocasi¨®n, con un protagonista de la talla de Piero Cappuccilli, al que dio adecuada respuesta, en su ingenua tenerazza, la Gilda de Sona Ghazarian,y la desfachatez l¨ªrica del Mantua encarnado por Peter Dvorsky. Nada hay que decir de orquesta, coros, decorados, etc¨¦tera, pues no en vano la de Viena es una de las primeras ¨®peras del mundo. A m¨ª, forzosamente, me interes¨®, de modo especial, ver a G¨®mez Mart¨ªnez desenvolverse en ese mundo con agilidad y gracia personal.
Don Giovanni, en la Opera de Viena, es siempre una fiesta. El montaje que ahora se representa es original de Franco Zefirelli, incluidos los escenarios y figurines, lo que garantiza belleza y renovaci¨®n, sin ruptura, de la l¨ªneas tradicionales. Garant¨ªa tambi¨¦n de la mejor l¨ªnea mozartiana es la presencia, en la direcci¨®n musical, de Horst Stein, que, en algo, me record¨® al B?hm de hace quince o veinte a?os. Maestro en la interpretaci¨®n del protagonista es quien tantas veces lo encarn¨®, Eberhard W¨¹chter, capaz de dotar a su personaje de suprema elegancia. Magistral Leporello el de Fernando Corena, y de no menor calidad la Zerlina de Luc¨ªa Popp. La parte de Do?a Elvira nos hizo descubrir las posibilidades, aunque larga de en ese personaje en tanto la invitada Anabelle Bernard (de la ¨®pera de Berl¨ªn) qued¨® corta de posibilidades, aunque larga de experiencia, en Do?a Ana. Pero, en todo caso, la labor de conjunto, regida por el esp¨ªritu vital, din¨¢mico y. cuando es necesario, fuerternente dram¨¢tico, de Horst Stein supuso lecci¨®n: la de un Mozart que se hace as¨ª todos los d¨ªas. Cada vez que vuelvo a la Opera de Viena recuerdo una vieja, olvidada, revista espa?ola de la anteguerra que advert¨ªa en su cabercera: ?Esta publicaci¨®n lanza, ¨²nicamente, n¨²meros extraordinarios.? Esto tienen y cuidan los vieneses en ¨®pera: lo extraordinario como norma.
Babelia
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