Los intereses comunitarios
LA REUNI?N en Madrid de la comisi¨®n mixta Espa?a-CEE, as¨ª como el anunciado viaje del presidente Su¨¢rez a Londres, Dubl¨ªn y Luxemburgo,- pone de nuevo ante el tapete el espinoso tema de los obst¨¢culos que los diferentes pa¨ªses comunitarios van a plantear ante la entrada espa?ola en el Mercado Com¨²n. Aun cuando esos obst¨¢culos existen y est¨¢n relativamente claros, los responsables espa?oles se esfuerzan en camuflarlos tras una cortina de humo hecha de aceptaciones que a nada comprometen, viajes oficiales espectaculares y declaraciones vagas, pero siempre ¨®ptimistas.En estas circunstancias vale la pena intentar aclarar el panorama de lo que pueden ser las negociaciones con la Comunidad, clasificando en tres grupos los problemas inherentes a nuestra incorporaci¨®n en Europa.
En primer lugar deben citarse las presiones. de los pa¨ªses peque?os -Irlanda y Dinamarca, por ejemplo- para aprovechar la petici¨®n espa?ola como pretexto para poner en tela de juicio la cuesti¨®n del voto por unanimidad. Como es sabido, el Tratado de Roma estableci¨® que, al principio, los acuerdos se tomar¨ªan por unanimidad, pasando despu¨¦s a adoptarse por mayor¨ªa. El cambio de uno por otro sistema no se a fijado todav¨ªa ahora de las naciones peque?as pretende ir cors¨¦ que impone el derecho a veto que los grandes pa¨ªses tienen con el sistema de unanimidad, ?entras que a ¨¦stos no les agrada la posibilidad de que los pa¨ªses peque?os les impongan por mayor¨ªa acuerdos contrarios a sus intereses. Franc¨ªa e Italia presentan obst¨¢culos de un tipo diferente y m¨¢s relacionados con motivaciones pol¨ªticas y electorales, al tiempo que de defensa de intereses econ¨®micos muy claros. El temor de los agricultores franceses a la competencia espa?ola roza lo patol¨®gico, y la defensa que de ellos hace Chirac, actual presidente del partido gaullista y antiguo ministro e Agricultura, es feroz. No est¨¢ tampoco de m¨¢s record que las posturas de dirigentes de la izquierda como Miterrand y Marchais no son mucho m¨¢s generosas.
La postura italiana es m¨¢s complicada y se presenta ligada a su batalla para conseguir de la oportunidad y para los llamados productos agr¨ªcolas mediterr¨¢neos -frutas, hortalizas y vinos- el mismo trato preferencial que gozan los del Norte -fundamentalmente, Irigo y productos ganaderos- Los italianos apoyan su peticiones en el car¨¢cter perecedero de los productos mediterr¨¢neos, lo cual es cierto para los dos citados en primer lugar, pero no para el vino, que es alma¨¦enable La soluc¨ª¨®n l¨®gica de esta disputa ser¨ªa conseguii a uer¨¢os d regulaci¨®n de las producciones, pero esta posibilidad dis usta tanto a fran ceses como a alemanes. A los primer , porque su agri cultura saldr¨ªa en todo caso perjudica a a los segundos, porque temen, con raz¨®n, que ellos fi nciar¨ªan la mayor parte del esquema de regulaci¨®n. Lo cierto es que a los intereses espa?oles les convendr¨ªa un triunfo de las tesis italianas. Si los productos mediterr¨¢neos italianos consiguen alg¨²n tipo de soluci¨®n favorable, ello, su pondr¨ªa asegurar buenos precios de garantia para nue tros vinos, frutas y hortalizas, con lo que estos cultivos aumentar¨ªan su rentabilidad y se incrementar¨ªan sus producciones. La naranja no plantea dificultades insalvables, pues en este fruto la CEE es poco proteccionista.
Con Alemania Federal y Gran Breta?a los problemas son de otro tipo y los factores de orden general y las consideraciones de tipo pol¨ªtico tiene mayor peso espec¨ªfico. En el caso alem¨¢n el factor determinante es su p¨¢nico a la entrada masiva de trabajadores extranjeros que podr¨ªa producirse si Espa?a se convierte en miembro de la Comunidad y se ven por tanto imposibilitados de imponer cortapisas a la libertad de trabajo que existe dentro de los pa¨ªses comunitarios. Seg¨²n su tesis, la incorporaci¨®n espa?ola a la CEE exigir¨ªa una reestructuraci¨®n en la agricultura y en la industria espa?olas, para lograr lo cual abogan por un nuevo Plan Marshall para los pa¨ªses mediterr¨¢neos como Espa?a y Grecia. Dicho plan estar¨ªa dirigido a asegurar una fuerte inversi¨®n que favoreciesela industrializaci¨®n de esas naciones. De esta forma se evitar¨ªa la emigraci¨®n, pues los salarios industriales subir¨ªan, arrastrando en su ascenso a los agr¨ªcolas y produci¨¦ndose un alza en los precios de los productos del campo. Los menores excedentes que esas subidas de costes originar¨ªan tender¨ªan, adem¨¢s, a igualar los precios agr¨ªcolas espa?oles con los comunitarios.Pero ?quien va a invertir en Espa?a? Los alemanes han aseguriado, m¨¢s de una vez, que en condiciones pol¨ªticas normales ellos est¨¢n dispuestos a hacerlo. Al fin y al cabo los salarios espa?oles son todav¨ªa considerablemente m¨¢s bajos que los alemanes. Sus reticencias vienen por otro lado y hacen referencia a lo que consideran una regulaci¨®n ineficiente del comercio exterior, tanto en su vertiente del Ministerio de Hacienda como del de Comercio.
?Y Gran Breta?a? Con los ingleses no existen inconvenientes insalvables en el terreno econ¨®mico, la entrada espa?ola en la Comunidad les garantizar¨ªa productos agr¨ªcolas m¨¢s baratos que en la actualidad y los industriales no presentan para ellos motivo de preocupaci¨®n. Al fin y al cabo, el acuerdo de 1970 aseguraba a los productos espa?oles una rebaja arancelaria del 60%; pasar en un futuro pr¨®ximo al 100% a cambio de tener acceso al mercado espa?ol es, piensan, un buen negocio. A otro nivel se plantean el tema de Gibraltar y la visi¨®n inglesa de lo que deber¨ªa ser la CEE.
Respecto al primero no debe olvidarse que Gibraltar est¨¢ incluida en la Comunidad y que la entrada espa?ola en la misma supondr¨ªa una hoinogeneizaci¨®n de hecho de vital importancia para resolver el contencioso que sobre la roca mantienen desde hace siglos Madrid y Londres. Por otro lado, la incorporaci¨®n espa?ola, as¨ª como la de Grecia y Portugal, permitir¨ªa a Gran Breta?a retrasar la entrada en funcionamiento de esquemas como la itserpiente? de las monedas comunitarias y la coordinaci¨®n estrecha de las pol¨ªticas econ¨®micas de los pa¨ªses miembros. No -hay que olvidar que la filosofla inglesa sobre el fen¨®meno llamado Mercado Com¨²n ha sido siempre fundamentalmente librecambista y que su adhesi¨®n al Tratado de Roma no ha alterado b¨¢sicamente ese enfoque insular.
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