Camada negra", ante los ataques constantes de la sinraz¨®n
El pasado viernes se estren¨® el ¨²ltimo filme de Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, Camada negra, que es, entre otras cosas, una reflexi¨®n sobre el fascismo. Independientemente, de las cr¨ªticas que la pel¨ªcula ha recibido existen varios datos objetivos: Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n ha demostrado hace tiempo su profesionalismo. Jos¨¦ Luis Borau, productor y coguionista en esta ocasi¨®n, tambi¨¦n. Los actores y t¨¦cnicos est¨¢n todos ellos -con mayor o menor fortuna- en el ¨¢mbito de los profesionales del medio.El filme ha costado m¨¢s de veinte millones de pesetas. Super¨®, no sin dificultades, todos los tr¨¢mites administrativos que el sistema impone, y, por ¨²ltimo, consigui¨® un local donde exhibirse en Madrid, el cine Luchana. Pues bien, todo ello no presupone una exhibici¨®n comercial dentro de la normalidad. Por el contrario, d¨ªas antes del estreno se rompieron los cristales de las vitrinas donde se anunciaba la pel¨ªcula, se pint¨® alguna frase firmada por los Guerrilleros de Cristo Rey y, en definitiva se dejaba constancia de la sinraz¨®n.
El pasado lunes, hacia la 1.30 de la madrugada fue arrojado, un c¨®ctel molotov que, al parecer, origin¨® leves desperfectos.
Todo ello no resulta excesivamente dram¨¢tico -si el dramatismo ha de ser cuantificado en v¨ªctimas- pero, a nuestro juicio, es lo suficientemente inquietante para comprobar, cuando menos, dos cosas: que los defensores del orden, los amantes del tradicionalismo m¨¢s conservador son part¨ªcipes, cuando no iniciadores, del desorden negativo y que las autoridades competentes parecen aceptar como un mal menor estos hechos. Que Camada negra iba a tener dificultades era algo perfectamente previsible. Que las tenga es inquietante, y que se pueda producir algo m¨¢s grave por el mero hecho de que un grupo de profesionales exhiben su trabajo de equipo en la m¨¢s absoluta de las legalidades, ser¨ªa la demostraci¨®n palpable de que todav¨ªa existen ciudadanos de segunda categor¨ªa, algo que cuestiona muy seriamente los deseos argumentados en todas las ¨¢reas del poder, de defender los derechos humanos como pieza clave de la consolidaci¨®n de la democracia.
Las partidas de la porra -que hist¨®rica y ciclicamente surgen en ¨¢mbitos de la derecha m¨¢s reaccionaria- son peligrosas en s¨ª mismas pero lo son en mayor medida, como sistem¨¢tica demostraci¨®n de una aceptaci¨®n deformada de las minor¨ªas radicales, en el caso de no actuar con conciencia de su peligrosidad. Hace tiempo que todos comprendimos la imposibilidad de las arcadias pero ello no debe ser sin¨®nimo de privilegios encubiertos. Es probable que la ley no sea la sublimaci¨®n de la ordenaci¨®n social, pero puesto que existe que se aplique por igual a todos aquellos que pretenden perturbar ese orden.
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