Aleixandre
Eran los tontos y lluviosos 50 y me cay¨® en las manos sucias el tomito de Pasi¨®n de la tierra, uno de sus mejores libros, y me qued¨¦ consternado y encendido con aquello de las viejas que respiran por sus encajes. Resulta que contra toda la aventura en lo gris que fue el franquismo hab¨ªa una luz, un poeta, una claridad, un incoloro casi verde, que dir¨ªa el otro: Vicente Aleixandre.O sea, que me compraba yo la revista Insula con la propina escasa de los domingos, en lugar de ir al cine, porque siempre he tenido por Insula un amor jam¨¢s correspondido, para leer los poemas de Aleixandre que daban de vez en cuando, y aquella poes¨ªa clara en un papel claro era como una s¨¢bana de futuro en la negrura del presente. Aquel poema del ni?o que desvariaba con su bicicleta. En Calle Mayor, de Bardem, que ahora han exhumado por la tele, un joven poeta provinciano habla de una carta que ha recibido de Aleixandre dici¨¦ndole que sus versos est¨¢n muy bien, porque nadie, despu¨¦s de Juan Ram¨®n, ha sido tan mentor y motor de la poes¨ªa en castellano -Espa?a y Am¨¦rica- como este poeta (y en tiempos mucho m¨¢s abruptos que los de Juan Ram¨®n).
Todos los adolescentes en sombra de las sojuzgadas provincias espa?olas de postguerra recib¨ªan una carta de Aleixandre, a cambio de unos versos primeros y primerizos, y esa letra azul y optirnista del poeta les salvaba de muchas cosas. Nada m¨¢s conocerse lo del premio, me llaman de una corresponsal¨ªa extranjera:
-?Qu¨¦ ha escrito Aleixandre en prosa? Un libro admirable y generoso titulado Los encuentros. Pero, sobre todo, cartas, muchas cartas, porque ¨¦l fue el gran cartero de la esperanza l¨ªrica cuando no ten¨ªamos otro lirismo, que el de Monta?as nevadas y los Poemas de la Falange eterna, de Federico de Urrutia.
Ven¨ªan de Buenos, Aires aquellos tomitos grises de Losada con toda la poes¨ªa espa?ola que en Espa?a estaba maniatada (o fusilada). Yo rob¨¦ en la librer¨ªa Meseta, de Valladolid, La destrucci¨®n o el amor porque no ten¨ªa dinero para comprarlo, y me sigue pareciendo su mejor libro, no s¨®lo porque lo es, sino porque lo rob¨¦.
Se quer¨ªan, sabedIo, entre la primavera. Ya en Madrid, le he visitado varias veces en su casa del Parque Metropolitano, sin llegar a convertirme en asiduo, porque no me va mucho el visiteo literario. Otra vez fui a verle a Miraflores de la Sierra y me dieron muy buenos vasos de leche en el estanco del pueblo. Me parece que ten¨ªan la vaca en la trastienda, entre los farias. Vicente me dijo, abarcando con la mano el paisaje azul que ten¨ªa en los ojos:
-Es el paisaje de La destrucci¨®n o el amor. Le hice unas fotos entre los viejos del pueblo, contra el ¨¢rbol m¨¢s gordo de la plaza, un ¨¢rbol que ¨¦l habr¨ªa llamado tel¨²rico antes de que la palabra cayese en poder de los horteras de la cultura. Vicente Aleixandre ha aportado a la poes¨ªa espa?ola, adem¨¢s de su gran obra, esa o disyuntiva a la que ha dado un valor l¨ªrico que ni siquiera le hab¨ªa dado Rimbaud. Y encima me parece que ocupa en la Academia el sill¨®n con la letra O.
Desde hace a?os me llegan sus cartas, de vez en cuando, que tienen para m¨ª, aparte la amistad y la generosidad, la sugesti¨®n de traerme la caligraf¨ªa azul, como un mar que hiciese buena letra, en que est¨¢ escrita la mejor poes¨ªa del 27, o casi. Ultimamente s¨®lo nos encontramos en los oculistas, porque el cansancio ha llegado a sus ojos claros como a los m¨ªos de un marr¨®n corriente. El mejor libro sobre ¨¦l lo ha hecho Carlos Bouso?o, aunque tampoco olvido otros muy interesantes de Leopoldo de Luis. Aleixandre tiene la cabeza de un G¨®ngora bondadoso que fuese mayor retirado del ej¨¦rcito colonial ingl¨¦s. Me s¨¦ casi toda su obra de memoria, pero nada como el rel¨¢mpago -tontos y lluviosos 50- de Pasi¨®n de la tierra, que tantas pasiones levant¨® en mi pobre tierra interior y adolescente. Ahora -que ya se me olvidaba- le han dado el Nobel.
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