Sahara, el fracaso de una pol¨ªtica/ y 2
En la sorda pugna que enfrent¨® a Exteriores con Presidencia en los diez a?os que dur¨® la historia nadie con m¨¢s autoridad vino a dirimir el conflicto. La explicaci¨®n es muy sencilla. Tanto una como otra actitud favorec¨ªan el decidido prop¨®sito de Franco de no hacer nada.Estamos ya en condiciones de hacer un primer balance de los errores del entonces jefe del Estado. Equivocaci¨®n n¨²mero uno. Creer que el Sahara pod¨ªa seguir siendo espa?ol eternamente. Dos. No comprender que con su s escasos recursos materiales y humanos y su nula autonom¨ªa internacional, lo ¨²nico a lo que pod¨ªa aspirar era a un entendimiento con su hom¨®logo Hassan II. Y tercero y principal. Utilizar la fuga hacia adelante de Exteriores,. para ejercer la ¨²nica pol¨ªtica que conoc¨ªa: ganar tiempo.
A pesar de que Franco no sab¨ªa demasiado de pol¨ªtica exterior deber¨ªa haber comprendido que la mezcla de asamblea general, trilateralizaci¨®n de la controversia y promesas de descolonizaci¨®n en el continente africano era demasiado explosiva como para que pudiera servir de veh¨ªculo a una t¨¢ctica dilatoria. La arena internacional no ten¨ªa nada que ver con la patria desolada en la que impPnian su diktat Alonso Vega o Mu?oz Grandes. Y la verdad es que esa combinaci¨®n de tercermundismo oral y franquismo f¨¢ctico estuvo a punto de terminar en hecatombe.
Dejar pasar el tiempo permiti¨® a Marruecos buscarse apoyos internacionales, galvanizar a su poblaci¨®n y preparar la marcha verde y/o la guerra. Apoyar la Djem¨¢ como asamblea representativa saharaui y gobernar el territorio a base de exportar franquismo pol¨ªtico produjo el hundimiento de la- farsa nacionalista teleguiada desde Presidencia y el nacimiento de un movimiento de liberaci¨®n. saharaui proargelino. Esos dos factores originados por, nuestra torpeza, presi¨®n de Rabat bien preparada y nacionalismo saharaui socialista, hicieron imposible la independencia.
Para empezar quien se hab¨ªa ganado el derecho a ser interlocutor real de la descolonizaci¨®n, el Polisario, rebasaba con mucho el techo ideol¨®gico admisible en Madrid, Par¨ªs y Washington. Despu¨¦s, mantener esa independencia hubiera supuesto ya una aventura b¨¦lica permanente frente a Marruecos a un coste econ¨®mico y pol¨ªtico incalculable. Y adem¨¢s, un soberano desprop¨®sito. Era inimaginable ver a un r¨¦gimen como el franquista defendiendo manu miliatari la existencia de un Estado socialista. Con otros dos escollos por a?adidura. No pod¨ªamos contar con el apoyo de Argelia en caso de conflicto -lo dijo cuantas veces se le pregunt¨® y fueron varias- ni desde luego en el de EEU U. Lo que ellos quer¨ªan era una reorganizaci¨®n territorial del Maghreb en favor de Marruecos y no un mini Estado proargelino. Menos a¨²n si lo garantizaba un pa¨ªs sin m¨¢s instituci¨®n pol¨ªtica que un jefe de Estado proyecto.
El lector est¨¢ ya en situaci¨®n de comprender que el desenlace no pod¨ªa ser otro que la entrega a Marruecos del Sahara. Puestas as¨ª las cosas, lo que mejor pudo suceder es que el abandono se hiciera como se hizo, con su aura de 98 y de desastre. Por primera vez la satisfacci¨®n, de los intereses de la clase domin ante se hizo a costa de un perder la cara tan espectacular, de un sonrojo colectivo tan apabullante que hasta los m¨¢s m¨ªopes pudieron comprender cu¨¢l era la catadura moral de quienes nos gobernaban.
El aspecto negativo de aquella ignorancia de aprendiz de brujo son las consecuencias que se nos han venido encima.
Como era de esperar, Marruecos est¨¢ utilizando su reci¨¦n ampliado territorio para ganar capacidad de maniobra. Dado el espacio geoestrat¨¦gico en el que se produce esta penetraci¨®n, su avance s¨®lo es posible a costa de nuestro repliegue. Este ha empezado ya con el acuerdo de pesca.
A largo, plazo, tampoco es dificil averiguar las intenciones de Hassan Il. Ha abierto un consulado en Palma; est¨¢ invirtiendo en las Islas; env¨ªa emigrantes cualificados y ofrece trabajo en el continente. Y lo que es peor. Bajo su punto de vista Marruecos no debe su nueva patria a Espa?a, sino a su astucia. Pero nosotros a ¨¦l le seguimos debiendo Ceuta y Melilla, aunque por ahora no lo manifieste.
Respecto a Argelia nadie puede extra?arse de que su respuesta haya sido violenta ni de que utilice a Cubillo como medio de presi¨®n. Durante diez a?os fuimos nosotros los que exigimos la presencia de Argelia en toda mesa de negociaci¨®n en la que trataba el Sahara. Y su apoyo al MPAIAC ya lo conoc¨ªamos desde el principio. Lo que a Argelia le hemos concedido -parece increible- es la oportunidad de compaginar su opci¨®n ideol¨®gica con sus intereses nacionales. De ah¨ª las emisiones de Cubillo y el esfuerzo argelino en pro del reconocimiento del MPAIAC ante la OUA (1).
Este deterioro de las relaciones hispano-argelinas puede tener graves consecuencias para nuestra pol¨ªtica y nuestro comercio exterior. Pero como no podemos denunciar el acuerdo de Madrid -por ahora- ni tampoco podemos romper con Argelia -por ahora- no nos queda m¨¢s remedio que aguantar la provocaci¨®n anticanaria.
Y por fin la inestabilidad. La frustraci¨®n del pueblo saharaui y.la voluntad pol¨ªtica de Argelia amenazan el statu quo de la zona; Mauritania est¨¢ en peligro de desmembraci¨®n; Marruecos y Argelia se amenazan con un conflicto armado directo. Y al calor de la lucha s¨¦ est¨¢ forjando un nacionalismo saharaui de signo supranacional que se extiende por Mali, Mauritania y el sur de Argelia.
Volvamos ahora al gran trapecio irregular del que hablamos al principio del art¨ªculo. Esa figura geom¨¦trica imaginaria es nuestro espacio geoestrat¨¦gico, el ¨¢rea m¨¢s vital para nuestra seguridad. Mantenerlo intacto es el primer deber de todo gobernante espa?ol. Pues bien: tanto su equilibrio como su cohesi¨®n se han visto alterados precisamente en su extremo m¨¢s vulnerable. Eso es lo que tenemos. que agradecer a nuestra derecha, creadora de un r¨¦gimen sin m¨¢s preocupaci¨®n que la de garantizar sus intereses y sobrevivir a corto plazo.
Aparte de la obvia conclusi¨®n pol¨ªtica que antecede debo a?adir dos m¨¢s de car¨¢cter t¨¦cnico.
Primera: con independencia del Gobierno que est¨¦ en el Poder se impone desmantelar el franquismo administrativo en materia de pol¨ªtica exterior. Hay que establecer de una vez en este campo el reparto de competencias, la coordinaci¨®n de decisiones y la atribuci¨®n de recursos. Sin ello no ser¨¢ posible una defensa racional de nuestros intereses.
Segunda: defender la espa?olidad de las Canarias se ha convertido en un elemento permanente m¨¢s de nuestra pol¨ªtica exterior. A ello tiene que contribuir un pueblo canario satisfecho en sus reivindicaciones pol¨ªticas y econ¨®micas y una acci¨®n exterior coordinada en el que las grandes opciones (OTAN, por ejemplo) se consideran siempre teniendo en cuenta su incidencia sobre el Archipi¨¦lago.
Quisiera completar estas conclusiones con una observaci¨®n que es casi una advertencia. Los descalabros en materia de defensa nacional o pol¨ªtica exterior son pocos, pero cuando se producen suelen ser fatales y casi siempre irreversibles. Para evitarlos hay que contar con un adecuado dispositivo humano e institucional y prolongar el esfuerzo del trabajo durante generaciones. Naturalmente que nada de eso es posible sin un marco pol¨ªtico adecuado. Se necesita transparencia informativa, libertad de expresi¨®n y opini¨®n p¨²blica instruida.
Es de esperar que desatinos como el del Sahara contribuyan a consolidar estas variables. Y con ellas, los partidos, cuyo ¨²nico norte sea la defensa de los intereses de todos.
(1) Provocaci¨®n que continuar¨¢ en lo sucesivo debido a las esperanzas que despierta en Argel la postura de la oposici¨®n.
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