Peque?os comerciantes y grandes y supermercados
LA GUERRA entre el peque?o comercio y las grandes cadenas de supermercados es constante en todo el mundo occidental. Latente en nuestro pa¨ªs tambi¨¦n desde hace a?os, amenaza ahora con saltar a la luz p¨²blica con mayor fuerza que nunca. El caso del compromiso prestado por los representantes de tres importantes partidos -UCD, PCE y AP- en favor de la Federaci¨®n Sindical de Peque?os y Medianos Comerciantes y Artesanos, es un indicio claro de que la batalla se est¨¢ planteando. Indicio que se une, en el contexto madrile?o, a la guerra desencadenada contra la construcci¨®n de un centro comercial en la Vaguada del barrio del Pilar por parte de los comerciantes de la zona.
En realidad esta guerra no ha tenido soluci¨®n satisfactoria en ning¨²n pa¨ªs industrializado. La coexistencia entre canales comerciales tradicionales, basados en la diversidad y el individualismo, y los canales superconcentrados en pocas manos, es siempre dif¨ªcil. Pero se hace necesario llegar a un equilibrio pac¨ªfico. Los grandes almacenes -aunque en realidad son cadenas de grandes almacenes, muchas veces formando parte de gigantescas compa?¨ªas multinacionales- ofrecen caracter¨ªsticas impresionantes para el abaratamiento de los productos, la comodidad de su adquisici¨®n y el freno a la inflaci¨®n. Por el contrario, su vocaci¨®n irreprimible de alcanzar situaciones de monopolio es una constante amenaza.
No hay duda alguna de que los grandes supermercados ofrecen los productos a precio m¨¢s bajo y en mayor concentraci¨®n de la oferta que los comerciantes tradicionales. Pero su imagen, dada su despersonalizaci¨®n y su gigantismo, no es excesivamente buena a los ojos del p¨²blico. Los grandes supermercados limitan la capacidad de elecci¨®n e imponen sus productos merced a esta oferta m¨¢s barata, m¨¢s c¨®moda y masiva. El peque?o comercio, que no puede competir en este terreno de los precios, puede ofrecer productos de otro tipo, diversificando la oferta al multiplicar los puntos de venta, y no ha perdido su car¨¢cter personalizado -m¨¢s humano- frente al consumidor. De alguna manera, a los ojos de la opini¨®n, los grandes almacenes ofrecen comodidad y baratura, y los peque?os comerciantes, una relaci¨®n personal y una mayor libertad.
Pero tanto unos como otros revisten el peligro de monopolizar la venta al p¨²blico de algunos productos y poder imponer sus propios precios a su antojo. Una reglamentaci¨®n equilibrada y justa debe evitar este doble peligro.
Los peque?os comerciantes gozan, adem¨¢s, en los pa¨ªses democr¨¢ticos, de una baza excepcional: son una peque?a legi¨®n de votantes que pesan considerablemente en las elecciones. En Espa?a son 650.000, que, unidos a sus familias y relaciones, ofrecen un peso electoral precioso. De ah¨ª que los partidos y gobiernos cuiden a este sector con todo mimo. Por lo dem¨¢s, la coincidencia entre centristas, aliancistas y comunistas, anteriormente citada, muestra que el electoralismo no es ajeno a estas maniobras.
En cualquier caso, la ¨²nica soluci¨®n posible para esta guerra interminable nos parece la de reglamentar la coexistencia pac¨ªfica entre ambas modalidades comerciales. Salvaguardar -porque adem¨¢s es de justicia- la existencia de un peque?o comercio pr¨®spero y diversificado al lado de las grandes cadenas de supermercados -con sus ventajas objetivas para el consumidor-, limitando tanto a unos como a otros en su desarrollo excesivo.
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