Las chicas de Hamilton
Hamilton, Hamilton, las chicas de Hamilton, un Deg¨¢s con pel¨ªcula ultrasensible, las adolescentes en sombra, entrevistas en aquellas publicaciones prohibidas en tiempos por Reguera, cuerpo, atisbadas ya hoy en la fiesta de? voyeurismo y el desplegable, vivas en una pel¨ªcula de Harnilton que ahora se estrena en Madrid, ilustrando el B¨ªlitis insoportable de un Pierre Louys que pas¨® por er¨®tico y que senos queda ya en una especie de Pern¨¢nsin monjitas y sin Gonz¨¢lez-Byass. Lo que ocurre es que, si se pasea uno por Serrano, todas son ya chi cas de Hamilton, porque, como dice mi t¨ªa, est¨¢ cambiando la raza -Franco, Franco, Franco, a t¨ª te lo debemos-, que son cuarenta a?os de comer mejor y hacer gimnasia con Pilar, en La Mota, s¨®lo que yo creo que no, que la chica espa?ola de Hamilton no ha nacido del franquismo, sino. precisamente contra el franquismo, porque en los primeros posters de posguerra la lactancia era un acto militar de servicio a la patria, y una manera de ocultar que no hab¨ªa leche de vaca ni vacas para todos, que algunas vacas eran muy republicanas y tuvieron que irse al exilio, desde donde me escribe hoy do?a Victoria Kent, una bella e inteligente carta. Ella fue chica de Hamilton a su manera, antes de la guerra, con la boina ladeada y las ojeras de los sombr¨ªos treinta.Elsa Maxwell, madre madrastra de todos los columnistas que en el mundo somos, llamaba a Grace Kelly ?capitana de la brigada de los bustos lisos?, y las yanquis ten¨ªan el busto liso porque las pioneras de rifle y las estrellas de tel¨¦fono blanco sacaban adelante un h¨¦roe de la democracia y el napalin en Vietnam a base de ma¨ªz h¨ªbrido y cinco cereales, sin darle para nada el pecho, que lo ten¨ªan asegurado en varios miles de d¨®lares, como Cyd Charisse las piernas.Luego la espa?ola aprendi¨® esas artes, a espaldas de Pilar, y las abuelas y las madres de la actual generaci¨®n han parido y criado futuros centristas al amor del pe
larg¨®n, y como el pecho se extingue genera ' cionalmente cuando no se fecunda ni usa, resulta que las que se pasean ahora por Arg¨¹elles y Serrano son todas chicas de Hanifiton, hijas m¨ªas, con el vaquero y los su¨¦ters, de su hermano, porque todo les viene -bien y viven en un efebismo cultural que ha abolido definitivamente a la espa?ola-es
pa?ola con su tipo de manola, lamadrile?a de mant¨®n de la China, la moza de c¨¢ntaro y la lozana andaluza. Digamos que en buena hora.
Eternos atisbadores de las chicas de Hamilton, adolescentes con calidad y cualidad de arpa rubia, ahora constatamos, constata uno, que la espa?ola ha devenido chica de Hamilton o chica de Kiraz pese a la Secci¨®n Femenina y joseantoniana de Pilar. 0 sea, que se ha salvado de la Secci¨®n Femenina, de los carteles patri¨®ticos y de la cocina regional, no porque dar el seno al manoncete sea malo, que yo creo que es muy bueno, sino porque se le preparaba un futuro de perfecta casada con la pierna quebrada, corno la que denuncia Beatriz Balmaseda, un porvenir sedente con un telar inatesa sin lanzadera en lugar de la rueca de la abuela y de los cuentos, para que, poco a poco, hilase la vieja el copo de su resignaci¨®n.
Chicas de Hamilton en el descubrimiento y la cultura de su propio cuerpo, como una Albertina contejanos, cosa muy saludable en un pa¨ªs como ¨¦ste y como todos, donde, seg¨²n la se?ora Hite, estos machos tan machistas nunca gratifican debidamente a la mujer. Est¨¢ cambiando la raza, s¨ª, como dicen las se?oras enla terraza de los hote.es de El Escorial, al paso de una juventud m¨¢s rubia en su dispersi¨®n, seg¨²n reza el verso de Guill¨¦n, ahora premiado con el Alfonso Reyes. Pero est¨¢ cambiando la raza -todas las chicas de Hamilton-, no por la cultura que les hicieron, que nos hicieron, sino por la con tracultura que ellas se han hecho, y lo ¨²nico que a uno le duele, ay, en el coraz¨®n que ya no tiene, es haber llegado demasiado tarde a esta ge neraci¨®n de chicas de Hamilton que leen a Dylan Thornas y dan su amor a los poetas nov¨ªsimos pos-Castellet, ignorando que nosotros no fuimos antologizados por Castellet porque, cuando ¨¦ramos nov¨ªsimos, ten¨ªamos que estar en las monta?as nevadas, prietas las filas, al mando de un tal Su¨¢rez.
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