La ¨²ltima batalla de Rosellin¨ª
Cerde?a viene a ser en la Italia de hoy lo que Las Hurdes en la Espa?a de hace a?os: lugar de cita y objeto de estudio ¨¦tnico-social, campo de batalla de an¨¢lisis y reivindicaciones sociales. Escritores y realizadores cinematogr¨¢ficos, como Bu?uel en su tiempo, entre nosotros, han sacado a la luz sus problemas, a veces peculiares, elev¨¢ndolos, como en este caso, a categor¨ªa universal, com¨²n a cualquier regi¨®n en v¨ªas de desarrollo. Desde Bandidos de Orgosolo, filme excelente, a pesar de su escaso ¨¦xito comercial, hasta este Padre patr¨®n, s¨ªntesis de lirismo y sociolog¨ªa, hay un camino repleto de informes y memorias entre los que bien podr¨ªa mencionarse Diario de una maestra, de Mar¨ªa Giacobbe, o el libro que ha dado tema a este filme, oni ginal de Gabino Ledda.Si el filme de De Seta, con su final desesperado, pas¨® m¨¢s o menos desapercibido, ¨¦ste de los Taviani ha tenido mejor suerte; suerte que vendr¨ªa a concretarse en la presencia de Rosellini en el jurado de Cannes. Puede que de otro modo esta historia, cuyo doble protagonista se enfrenta, para: bien o para mal, al cerco del subdesarrollo espiritual y econ¨®mico, quiz¨¢s hubiera corrido un riesgo parecido al de su protagonista, incapaz de comunicarse con sus contempor¨¢neos, m¨¢s all¨¢ del limitado universo de su isla. Sin embargo, aqu¨¦l conquistar¨¢ a la postre su libertad, llegar¨¢ de simple pastor a profesor de ling¨¹¨ªstica, acabar¨¢ liber¨¢ndose gracias a la palabra que le llevar¨¢ al enfrentamiento con su padre, s¨ªmbolo de un modo arcaico de pensar, de una ciega disciplina sentimental, capaz de impedir a los hijos realizarse.
Padre patr¨®n
Direcci¨®n: Paolo y Vittorio Taviani. Int¨¦rpretes: Homero Antoniutti, Saverio Marconi, Marcela Michelangeli, Patricio Forte. Fotograf¨ªa: Mario Masini. M¨²ska: Egisto Macchi. Italia. Dram¨¢tico. 1977. Local de estreno: Palace.
Con numerosas anotaciones sociales, el filme nos lleva desde la infancia hasta la madurez. .
Bien interpretada por dos actores de teatro suficientemente desconocidos como para que su presencia cobre verosimilitud, cuenta con una eficaz banda sonora, que sabe jugar el Miserere sardo con la m¨²sica de Strauss o el rumor f¨²nebre de la campana del pueblo, con las canciones de Mina, subrayando la intenci¨®n de las im¨¢genes, aun a riesgo, en ocasiones, de erigirse en protagonista.
El estatismo de ciertas escenas, habitual en este tipo de relatos, el recrearse en el paisaje, la religi¨®n como evasi¨®n en las horas dif¨ªciles, o el odio a una tierra que convierte en esclavos a los pastores, seguramente llegar¨¢n a emocionar al p¨²blico de ciertos pa¨ªses de espaldas a tales realidades desde hace d¨¦cadas, mas la verdad es que Padre patr¨®n, por encima de su lecci¨®n rebelde, de su doble alegor¨ªa, de su an¨¢lisis social, deja al espectador un tanto fuera, fr¨ªo, tal como si leyera un buen informe acerca de unos cuantos problemas sabidos.
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