Espa?a democr¨¢tica, Argelia y la cuesti¨®n del Sahara occidental
Director del diario argelino ?El Moudjahid?
Hace algo m¨¢s de dos a?os que en contra de todo lo que se pod¨ªa esperar, Espa?a, con la firma del Acuerdo Tripartito de Madrid, desviaba el proceso natural de descolonizaci¨®n del Sahara occidental y abandonaba as¨ª al pueblo saharaui a la invasi¨®n y a la ocupaci¨®n extranjera, a pesar de sus muy formales y solemnes promesas, sin tener en cuenta la declaraci¨®n fundamental de las Naciones Unidas sobre la descolonizaci¨®n de territorios no aut¨®nomos contenida en la resoluci¨®n 1.514, suscrita solemnemente por Espa?a.
Espa?a habla neg ociado y concluido un verdadero trueque con Marruecos y Mauritania creyendo obtener de la operaci¨®n cierto n¨²mero de ventajas econ¨®micas en los terrenos de los fosfatos y de la pesca, ventajas que, iron¨ªa del destino, iban a ser puestas en cuesti¨®n en la primera tr¨ªa igual oportunidad, como ser¨ªa igualmente puesto en cuesti¨®n el derecho a la autodeterminaci¨®n del pueblo saharaui, privado por la fuerza de su existencia como naci¨®n.
La gravedad del problema no termina aqu¨ª: el acuerdo de Madrid, provocando un cambio de fronteras, desestabiliz¨® toda la regi¨®n noroccidental de Africa Vino a arruinar una pol¨ªtica de buena vecindad y cooperaci¨®n conseguida durante una d¨¦cada en la regi¨®n, a suscitar tensiones inestabilidad e inseguridad, constituyendo un peligroso precedente para el resto del continente africano, ya que uno de los principios fundamentales de su carta afirma la intangibilidad de las fronteras heredadas de la colonizaci¨®n.
Un problema que deb¨ªa haber sido estrictamente de descolonizaci¨®n de un territorio transform¨®, por sus terribles consecuencias, toda la problem¨¢tica regional. Marruecos y Mauritania, que no hab¨ªan contado con la resistencia del pueblo saharaui e incapaces de triunfar, recurren a la f¨¢cil coartada del conflicto bilateral con Argelia y a la amenaza del derecho de persecuci¨®n, de siniestro recuerdo para nosotros.
Es cierto que Espa?a, llamada a ratificar el hecho consumado, ha sabido retirar a tiempo su respaldo pol¨ªtico a un deseo anexionista con la declaraci¨®n valiente y l¨²cida del 26 de febrero de 1976, puesto que despu¨¦s de la reuni¨®n folkl¨®rica de la Djemaa hab¨ªa visto claramente los aspectos m¨¢s s¨®rdidos.
Pero los env¨ªos continuos de armamento y de equipo, el silencio y el inmovilismo de Espa?a frente a la tragedia del pueblo saharaui y el peligro de extensi¨®n del conflicto del Sahara a toda la regi¨®n dan a la pol¨ªtica espa?ola una impresi¨®n de confusi¨®n, de ambig¨¹edad y de dimisi¨®n.
Espa?a democr¨¢tica no puede sin riesgo para ella misma, para la credibilidad de los valores y principios que pretende encarna hoy d¨ªa frente al mundo, persistir en su indiferencia respecto a un pueblo saharaui que ha puesto sus esperanzas en la democracia espa?ola y que ha rechazado con coraje y tenacidad los falsos destinos que le han querido imponer por la fuerza y la violencia.
Despu¨¦s del acontecimiento del 15 de junio, trascendente y dolorosa prueba del m¨¢s reciente pasado, el pueblo saharaui, encarnado en su leg¨ªtimo representante: el Frente Polisario, ha multiplicado sus propuestas y sus gestiones cerca de todos los representantes aut¨¦nticos del pueblo espa?ol y de su Gobierno. Sin exclusiones y sin pre¨¢mbulos, les ha tendido la mano en nombre de ese generoso pasado com¨²n y para salvaguardar las posibilidades y las promesas del porvenir.
Se trata, para este pueblo orgulloso de su pasado y de su historia reciente escrita con letras de sangre sobre la arena del desierto de sobrepasar los par¨¦ntesis tr¨¢gicos del pasado y crear el es quema del porvenir sobre relaciones confiadas y fructuosas con Espa?a democr¨¢tica.
Se trata, pues, de reunir sin complejos las condiciones de un di¨¢logo que abra el camino de la paz a la cual aspiran tanto el pueblo saharaui como los otros pueblos de la zona.
Recientemente, con ocasi¨®n de la 32 sesi¨®n de las Naciones Unidas, Espa?a ha tomado una iniciativa en este sentido.
Argelia, preocupada por aprovechar toda probabilidad de paz, ha aceptado esta iniciativa y a?ade hoy la llamada a profundizar la reflexi¨®n y el acuerdo para traducir estas convergencias en una l¨ªnea de acci¨®n concreta para el retorno de la paz, de la estabilidad y de la seguridad en la regi¨®n.
Espa?a, para ser consecuente con su deseo de paz, deber¨ªa decretar un embargo inmediato y total de los env¨ªos de armas destinados a cualquiera de los pa¨ªses implicados en el conflicto, reconocer a ejemplo de otros pa¨ªses la personalidad jur¨ªdica del pueblo saharaui (y si ella tien¨¦ todav¨ªa alguna duda sobre su representatividad, por lo menos reconocerle como interlocutor y como parte en el conflicto), emprender la iniciativa de la convocatoria de una conferencia regional sobre el Sahara occidental con presencia de todos los pa¨ªses implicados y del Frente Polisario, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, para examinar las modalidades de una consulta a todas las poblaciones saharauis, libre y legal, que es adem¨¢s la mejor garant¨ªa de una cooperaci¨®n regional con todos los pa¨ªses del Magreb sin exclusiones y, por qu¨¦ no, con un Estado saharaui independiente abierto a una cooperaci¨®n econ¨®mica y cultural privilegiada con Espa?a, cooperaci¨®n derivada de la historia y la cultura com¨²n, la proximidad geogr¨¢fica, las complementariedades econ¨®micas y el peso de las realidades geopol¨ªticas.
Es decir, Espa?a tiene todav¨ªa medios para asumir plenamente sus responsabilidades de pa¨ªs miembro de la comunidad internacional, de pa¨ªs vecino y de potencia media que tiene sustanciales intereses en la regi¨®n.
Es importante subrayar aqu¨ª, en contra de una idea extendida con mala fe, que nadie, ni Argelia, ni el Frente Polisario, ni la ONU, desean ni reclaman el retorno de las tropas espa?olas al Sahara occidental.
El problema se establece en t¨¦rminos de compromiso pol¨ªtico, jam¨¢s en t¨¦rminos de compromiso militar. Se trata de abrir paso a una soluci¨®n pacifica de este doloroso conflicto.
Argelia (volviendo a afirmar que no busca ninguna ventaja econ¨®mica o territorial) y Espa?a deben aportar, en una reuni¨®n colectiva con las otras partes implicadas a fuerza de valent¨ªa, perseverancia y esfuerzo, una contribuci¨®n positiva a la causa de una paz justa y duradera. Se trata ciertamente de un formidable reto que hay que se?alar como inter¨¦s objetivo y mutuo de todos los pueblos, desde los Pirineos al Atlas, inter¨¦s, bien entendido, de Espa?a y del Magreb.
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