Trucos sin moral
El tema econ¨®mico en el f¨²tbol, como en todos los ¨®rdenes de la vida resulta, obviamente, fundamental. Los millones que se barajan para el pr¨®ximo contrato de Kubala han vuelto a suscitar el tema.Si tachamos de inadmisible una subida del 50 % en los emolumentos l¨ªquidos del seleccionador y la sesuda federaci¨®n sale con el invento de un nuevo contrato en lugar de renovaci¨®n, parece haber encontrado otro truco para saltarse a la torera lo acordado en el pacto de la Moncloa. El primero, que demuestra ni m¨¢s ni menos el extra?o ¨¢mbito en que se mueve el f¨²tbol espa?ol, es que a Kubala como t¨¦cnico de f¨²tbol no le une con la federaci¨®n una relaci¨®n de tipo laboral, sino de arrendamiento de servicios. O sea, que no es funcionario, pues se recuerda el reciente caso de Max Merkel en el Atl¨¦tico y no le afectar¨ªan por ello los topes salariales del pacto de la Moncloa.
Son dos maneras -y habr¨ªa muchas m¨¢s, claro-, de eludir lo que moralmente todos -incluido el ?selv¨¢tico? f¨²tbol de este pa¨ªs- deber¨ªan cumplir. El ejemplo p¨²blico no puede ser m¨¢s lamentable cuando a fin de cuentas ese dinero, que nace del pueblo espa?ol y de las quinielas -?ben¨¦ficamente? cedidas por el Estado- llega por fuente oficial. La Administraci¨®n deber¨ªa perfeccionar la ?ley? para evitar tanta ?trampa? que nos mantiene en los mejores tiempos del fraude organizado.
Por otro lado, tambi¨¦n cabe recordar que existen varios entrenadores de clubs de Primera Divisi¨®n que cobran -y cobrar¨¢n, en otro ?patri¨®tico? gesto de anticongelaci¨®n de salarios- m¨¢s que Kubala. Sin embargo existe una diferencia. Los clubs, aunque malvivan la mayor¨ªa, precisamente por no congelar esos salarios hace bastante tiempo, dependen solo de sus socios, de su p¨²blico y de los cr¨¦ditos de la banca privada; ni siquiera de la oficial, que podr¨ªan perder de incumplir lo pactado. As¨ª pues, aunque tambi¨¦n sea lamentable, en esos casos, justamente los de los clubs poderosos s¨ª pueden hacer de su capa un sayo y cubrir m¨¢s legalmente el pacto de la Moncloa. La Federaci¨®n, no.
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