Videla: la guerra a¨²n no ha terminado
No habr¨¢ Navidades en paz en Argentina. El general Jorge R. Videla, presidente de la Rep¨²blica, que comparte con otros dos militares la jefatura del Estado argentino, hab¨ªa formulado ese deseo hace dos meses. No lo podr¨¢ ver satisfecho porque, seg¨²n ¨¦l mismo, la guerra no ha terminado.El martes pasado, ante un grupo de periodistas japoneses, explic¨® su teor¨ªa: ?En toda guerra hay personas que sobreviven, otras que mueren y otras que desaparecen. Argentina est¨¢ finalizando esta guerra y, consiguientemente, debe estar preparada para afrontar sus consecuencias. La desaparici¨®n de algunas personas es una consecuencia no deseada de esa guerra?.
El general Videla no hac¨ªa m¨¢s que tratar de justificar un hecho que sigue siendo habitual en Argentina: el de las desapariciones misteriosas de personas, que es -precisamente- el motivo de que ¨¦stas tampoco sean unas Navidades alegres.
Diez mil familias argentinas se preguntar¨¢n, especialmente estos d¨ªas, d¨®nde estar¨¢ el deudo desaparecido, y si vive o no. Este a?o ha habido 625 muertes por causas de violencia pol¨ªtica, de uno u otro signo. Desde que la Junta Militar derroc¨® -con evidente complacencia popular, porqu¨¦ negarlo- a la viuda de Per¨®n, han muerto por las mismas causas 2. 100 personas. Desde el comienzo de la actividad guerrillera -a principios de la d¨¦cada de los sesenta-, cerca de 7.000 montoneros o miembros del ERP (Ej¨¦rcito Revolucionario del Pueblo) han perecido en enfrentamientos con el Ej¨¦rcito y la Polic¨ªa.
La violencia, la inseguridad pol¨ªtica, los ciclos militares y civiles parecen ser la triste constante de la vida argentina durante los ¨²ltimos veinte a?os. Videla y sus compa?eros de armas, evidentemente, est¨¢n ganando la guerra mediante la aniquilaci¨®n del enemigo.
Nuevos secuestros
Hace tres semanas, el secretario norteamericano de Estado, Cyrus Vance, salud¨® en plena plaza de Mayo bonaerense a un grupo de mujeres, que le gritaban: ?Vance, ay¨²danos?. Eran esposas, madres, hermanas y novias de personas desaparecidas. Se re¨²nen, desde hace tiempo, todos losjueves, a la misma hora, frente a la Casa Rosada, para expresar su angustia por la suerte de los desaparecidos. Es una forma silenciosa de protesta, que asombra a los bonaerenses por la osad¨ªa que demuestra el grupo al enfrentarse abiertamente a los militares y la polic¨ªa.
Probablemente ya no volver¨¢n; el ¨²ltimo jueves la mayor parte del grupo, reunido en una iglesia, fue obligada por civiles armados a subir a autom¨®viles sin placas de matr¨ªcula. Entre las personas secuestradas, de las que no se ha vuelto a saber, hab¨ªa dos monjas.
Coincidiendo con la visita de Vance a Buenos Aires, las asociaciones norteamericanas de defensa de los derechos humanos hicieron llegar a las autoridades argentinas una petici¨®n de informaci¨®n sobre 7.500 casos de personas desaparecidas, de las que se ten¨ªa constancia. Las mismas organizaciones aseguran que el n¨²mero real de desaparecidos alcanza el doble, por lo menos, de esa cifra.
Para erradicar el virus de la subversi¨®n, como acostumbran a llamarlo los militares argentinos, el terrorismo de Estado se dirige, fundamentalmente, a intelectuales, periodistas, profesores universitarios, investigadores. Ni siquiera !e libran personas pr¨®ximas al propio Gobierno, como el embajador argentino en Caracas, Hidalgo Soler, desaparecido a mediados del a?o pasado en el transcurso de una breve visita a Buenos Aires, adonde hab¨ªa acudido llamado por sus superiores.
Extra?as alianzas
Resulta parad¨®jico que un pa¨ªs como Argentina, donde todo lo que huela a marxismo es considerado, llanamente, como poco, subversivo, tenga ahora como prin cipal aliado econ¨®mico a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Hace muy poco, casi de manera simult¨¢nea con el bombardeo de pesqueros sovi¨¦ticos por parte de la armada argentina, los dos pa¨ªses firmaban un convenio mediante el cual la URSS se com promete a comprar durante los pr¨®ximos diez a?os los excedentes agr¨ªcolas argentinos.
Esta extra?a luna de miel entre Argentina y la URSS es quiz¨¢ la explicaci¨®n de la rara tolerancia de que disfruta el Partido Comunista argentino, fielmente prosovi¨¦tico, y la ¨²nida fuerza pol¨ªtica que coincidi¨® con la dictadura en calificar la pol¨ªtica norteamericana de derechos humanos como ?injerencia en los asuntos internos?. El PC de argentina critic¨® abiertamente al eurocomunismo y a Santiago Carrillo, en particular, por haber recibido a dirigentes guerrilleros argentinos, a los que califican de aut¨¦nticos ?conculcadores de los derechos humanos?.
Son las paradojas de la pol¨ªtica. Realmente, desde este punto de vista, el caso argentino es mucho m¨¢s interesante que el chileno. Quiz¨¢ porque, a diferencia de ese pa¨ªs, la actividad p¨²blica de los pol¨ªticos y sindicalistas es mucho m¨¢s tolerada en Argentina y porque las divisiones internas en el seno de las Fuerzas Armadas son mucho m¨¢s visibles y conocidas que en Chile.
Divisiones
En la c¨²spide del poder aparecen tres soldados: Videla, jefe del Ej¨¦rcito, Massera, almirante supremo de la Armada, y Agosti, comandante de la Fuerza A¨¦rea. Los tres ejercen de manera con junta la jefatura del Estado, aunque la presidencia de la Rep¨²blica est¨¢ en manos del primero.
Videla, junto con el general Viola, jefe del Estado Mayor y mano derecha del presidente, est¨¢n considerados como moderados, partidarios del di¨¢logo y de una r¨¢pida soluci¨®n constitucional al problema argentino. Ambos hacen permanentes afirmaciones de que la democracia es el mejor sistema de organizaci¨®n pol¨ªtica y de que hacia ¨¦l va Argentina, ?cuando hayamos cumplido nuestros objetivos?. Seg¨²n los observadores, Videla, por estos planteamientos, tiene una posici¨®n m¨¢s d¨¦bil en Argentina que Pinochet en Chile.
Massera (de quien se dice que es el m¨¢s pol¨ªtico de los tres y que goza fama de duro, aunque se confiese, igualmente, dem¨®crata y acepte que ?los militares latinoamericanos no sabemos gobernar?), no es ajeno a la bien ganada leyenda de reaccionarismo que tienen casi todas las marinas del mundo. Agosti, por fin, parece, a primera vista, el menos comprometido de los tres.
Seg¨²n las propias promesas de la junta que tom¨® el poder en 1976, el 24 de marzo del a?o que viene Videla, Massera y Agosti pasar¨¢n a la reserva y, por tanto, dejar¨¢n de formar parte de la Junta Militar. Lo m¨¢s probable es que Videla, en ese momento, sea nombrado por sus compa?eros de armas presidente de la Rep¨²blica, asesorado por la Junta Militar, que seguir¨¢ estando integrada por los jefes de las tres armas.
Hay oposici¨®n en el seno de las Fuerzas Armadas a esta soluci¨®n, sobre todo entre aquellos sectores que consideran peligrosa la postura t¨ªmidamente dialogante de Videla y sus allegados.
El ministro del Interior, general Harguindey, y losjefes del Primero y Tercer Ej¨¦rcito (Buenos Aires y C¨®rdoba), generales Su¨¢rez Mas¨®n y Meri¨¦ndez, respectivamente, y el jefe de la brigada de Tucum¨¢n, general Bussi, aparecen como los m¨¢s fervientes partidarios de que el poder permanezca el mayor tiempo posible en manos de los militares. El primero de estos altos oficiales, el general Harguindey, declar¨® no hace mucho que el proceso de reorganizaci¨®n nacional finalizar¨¢ en 1989, y que hasta esa fecha las Fuerzas Armadas no abandonar¨¢n el Gobierno.
Poco se sabe del proyecto que los militares elaboran para encontrar una salida constitucional a la actual situaci¨®n, ni de los oficiales que trabajan en esta tarea. Presididos por un general que ocupa el Ministerio de Planeamiento, se re¨²nen en el Parlamento, ahora vac¨ªo de congresistas. Los expertos se?alan que, incluso antes de que finalice el a?o, la Junta argentina podr¨ªa adelantar algunos detalles sobre este texto, si se superan las divisiones que ha producido. La mayor¨ªa de los partidos que a¨²n ejercen actividades (Frente Justicialista, Uni¨®n C¨ªvica Radical, Partido Intransigente, Partido Popular Cristiano, Partido Comunista y Movimiento de Integraci¨®n y Desarrollo) se muestran de acuerdo en que, por el momento, no es posible hablar de elecciones. El peronismo, dividido en dos bloques (el Isabelista, de Lorenzo Miguel, Unamuno y Bittel, y el m¨¢s progresista de Italo Luder y Federico Robledo), sigue siendo una fuerza pol¨ªtica importante, de gran influencia, sobre todo, en los sindicatos.
Economia: El "Mago" Mart¨ªnez de Hoz
En Chile la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno de Pinochet no ha dado resultado alguno. En Argentina, s¨ª, aunque haya sido a costa de enormes sacrificios.
Jos¨¦ Mart¨ªnez de Hoz, el ¨²nico civil que, junto al tit¨²lar de Educaci¨®n, ocupa una cartera ministerial en el actual gobierno, ha conseguido reducir la inflaci¨®n del mil por cien al 150%, con que finalizar¨¢ este a?o. La balanza comercial que Mart¨ªnez de Hoz recibi¨®, con un d¨¦ficit de 1.000 millones de d¨®lares, alcanzar¨¢ un super¨¢vit de 2.000 millones de d¨®lares a finales de 1977.
?C¨®mo ha sido ello posible? Muy sencillo; aument¨® los precios, congel¨® dr¨¢sticamente los salarios y redujo el gasto p¨²blico. Posiblemente, el del a?o pr¨®ximo ser¨¢ el primer presupuesto equilibrado de toda la historia de Argentina.
Pero quienes pagan el pato de estos triunfos p¨ªrricos son, como siempre, las clases baja y media. Los poseedores de dinero, los c¨ªrculos financieros, se hacen de oro en esta situaci¨®n, en la que el equipo econ¨®mico autoriza intereses de hasta el 11,7% mensual en opera ciones sencillas de cr¨¦dito.
El propio Ministerio de Trabajo reconoci¨® que una familia en Bue nos Aires necesita, al menos 60.000 pesos (unas 12.000 pesetas) para comprar los art¨ªculos de primera necesidad, entre los que niocuentan vestido, alojamiento ni transporte. La misma fuente aport¨® el dato de que el 75 % de los trabajadores industriales argentinos gana menos de 70.000 peso mensuales (alrededor de 15.000 pesetas) y que el 50% de este grupo percibe ingresos inferiores a 60.000% pesos, cantidad m¨ªnima y m¨¢xima fijada, por ejemplo, para los empleados p¨²blicos.
Reivindicaciones escuchadas
Argentina, como Chile, ha reducido dr¨¢sticamente los grav¨¢menes aduaneros para obtener mayores ingresos fiscales. Las arcas del Estado se han llenado, pero la industria nacional est¨¢ pagando las consecuencias: la competencia de los art¨ªculos importados y escaso poder adquisitivo de los argentinos ha reducido a l¨ªmites de pura subsistencia la producci¨®n industrial y anulado por completo las nuevas inversiones.
El descontento salarial se tradujo, a principios de noviembre, en las huelgas m¨¢s importantes producidas en el pa¨ªs desde marzo de 1976. Un movimiento iniciado en el Metro de Buenos Aires se extendi¨® r¨¢pidamente a los empleados del ferrocarril, obreros portuarios y administrativos del Ministerio de Hacienda y del Banco Nacional. 250.000 trabajadores detuvieron su producci¨®n. Cuando todos esperaban que el Gobierno respondiera con una dura represi¨®n, la Junta decidi¨®, en ausencia del pa¨ªs del ministro Mart¨ªnez de Hoz, un aumento del salario del orden del 40% para los huelguistas.
Fue la primera victoria de los trabajadores en veinte meses y quiz¨¢ el inicio de una etapa claramente reivindicativa. Lo conseguido por los huelguistas de noviembre animar¨¢, seguramente, a otros sectores laborales, respaldados adem¨¢s. por la convicci¨®n de que el Gobierno de Videla no va a emplear m¨¦todos represivos indiscriminados cuando, por todos los medios, trata de mejorar su imagen exterior y hacer del pr¨®ximo Campeonato Mundial de F¨²tbol la mejor campa?a de relaciones p¨²blicas de su aislado r¨¦gimen.
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