Jos¨¦ Luis Coomonte
El fon¨®grafo, el cinemat¨®grafo, la biela, la manivela, el fuselaje, el claxon, el corto-circuito, el sem¨¢foro, el timbre, la m¨¢quina de coser, la m¨¢quina de trepanar, la m¨¢quina de sonre¨ªr, la motocicleta, el viol¨ªn rotativo, el ¨¦mbolo, el sistema de poleas, la apoteosis del grifo, el pedal, el cig¨¹e?al, el t¨ªovivo con su ¨®rgano aero-musical, el homo plasticus en plena exaltaci¨®n televisual, el vaiv¨¦n, el entret¨¦n, el cartel de ocasi¨®n, el surtidor del aire, la mujer-fest¨ªn con sus t¨²nicas, flores y frutos de naftalina...Todo esto y mucho m¨¢s (colecciones de artefactos, constelaciones de artilugios, en constante frenes¨ª de su propio derroche) le es dado a usted contemplar y manipular en la trepidante exposici¨®n que por estos d¨ªas presenta Jos¨¦ Luis Coomonte en Madrid.
Jos¨¦ Luis Coomonte
Galer¨ªa Kreisler DosHermosilla
Tras largos a?os de variable y discutible actividad escult¨®rica, Jos¨¦ Luis Coomonte ha tirado por la calle de en medio, d¨¢ndonos ahora a conocer otros secretos resortes de la expresi¨®n y de la mec¨¢nica, en que el escombro, el detritus de la tecnolog¨ªa pasa a ser risue?o espect¨¢culo ferial para alborozo de grandes y chicos. Espl¨¦ndida almoneda, caj¨®n de sastre o indiscriminada factor¨ªa abierta a la pura y gozosa exaltaci¨®n de lo in¨²til, de lo eminentemente improductivo. Todo aqu¨ª salta, se mueve, gira, suena, resuena y perpet¨²a por un instante el esp¨ªritu de fiesta, en trance de desaparici¨®n por mala obra y desgracia de la omnipotente y omnipresente productividad.
Coomonte entra?a un inteligente y oportun¨ªsimo alegato contra el soberano mundo de la producci¨®n, y con las mismas armas de que ¨¦sta se vale. Merced a sus artes, la gigantesca rueda de la industria (el bien orquestado tejemaneje de eso que llaman rendimiento en cadena) se toma gozoso carrusel, sucesi¨®n encadenada de sonidos y vaivenes al alcance de quien tenga a bien probarlos y convertir, sin m¨¢s, en fiesta lo que desech¨® la previsi¨®n tecnol¨®gica. Jos¨¦ Luis Coomonte elige, de aqu¨ª y de all¨¢, los residuos de la industria y, privados de toda utilidad, uso y funci¨®n, los transforma en algarab¨ªa, en juego, en expresi¨®n de arte.
?Todo objeto, privado de su funci¨®n, pasa. a ser objeto del arte.? Jos¨¦ Luis Coomonte ha tomado al pie de la letra la aguda sentencia de Marcel Duchamp y ha acertado a dar con el leg¨ªtimo proceso de una transustanciaci¨®n tan milagrosa: el buen tino en la elecci¨®n de lo in¨²til y su urgente y aquilatada reconversi¨®n en algo a¨²n m¨¢s in¨²til e improductivo, como es la pura efusi¨®n del arte. Plausible experiencia, que logra animar, sin pre¨¢mbulos, la sonrisa de los grandes y concitar, por las buenas, el juego de los chicos. Un buen aire, en fin, de diversi¨®n sobre la rutina, monoton¨ªa y perpetuo aburrimiento de tantas y tantas exposiciones como a usted le toca ver y a m¨ª criticar.
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