Carta abierta a los obispos espa?oles
Can¨®nigoQueridos pastores de mi Iglesia cat¨®lica y de las dem¨¢s iglesias cristianas:
En estos momentos cruciales es muy f¨¢cil que el nerviosismo nos haga a todos ver gigantes donde s¨®lo hay molinos de viento. Pero en todo caso mejor es equivocarse por m¨¢s que por menos. Por eso, no quisiera hablar por detr¨¢s y en cen¨¢culos semiclandestinos lo que tiene y debe ser dicho al aire p¨²blico y ?desde las terrazas?. Me parecer¨ªa de muy mal gusto (y muy poco evang¨¦lico) criticar por detr¨¢s a mis superiores sin haber antes abierto la posibilidad de un di¨¢logo fraterno y correcto desde nuestra fe com¨²n. Naturalmente, ahora es muy dif¨ªcil que se realice este di¨¢logo en pocos d¨ªas dada la urgencia del caso; por eso la difusi¨®n de los medios de comunicaci¨®n nos ofrece una plataforma excelente para suplir las dificultades de ese di¨¢logo directo.
Y viniendo al punto concreto, me refiero a lo que he le¨ªdo en EL PA?S del martes 17 de enero referente a la posibilidad de implantar en las iglesias cristianas espa?olas el modelo alem¨¢n de distribuci¨®n econ¨®mica. El mismo se?or Zulueta, director general de Asuntos Religiosos, apunta literalmente a esta posibilidad diciendo: ?Por eso se ha lanzado la idea del impuesto religioso como existe en otros pa¨ªses europeos. De ese modo, todos los fieles de cualquier confesi¨®n, e incluso aquellos que no profesen una religi¨®n determinada, pero quieran expresar simpat¨ªa por alguna, pueden contribuir del modo que disponga el Estado. Aquellos que expresamente se nieguen a, especificar el objetivo de su impuesto religioso contribuir¨¢n igualmente, y su dinero revertir¨¢ en beneficio del Estado. ?
A esto yo os digo: Queridos pastores, no dej¨¦is que en nuestro redil entren lobos vestidos con piel de cordero. Y me explico. Este ?modelo alem¨¢n? aparentemente se inscribe en una situaci¨®n de la laicidad del Estado, pero realmente es todo lo contrario. Efectivamente, por una parte el Estado deja de ?subvencionar? directamente a la Iglesia, pero se convierte en el recaudador eficiente que le va a proporcionar a la Iglesia mucho m¨¢s de lo que antes recib¨ªa. Con esto la Iglesia se ver¨¢ obligada a pactar y a mantener buenas relaciones con su diligente recaudador (yo le llamar¨ªa ?publicano?) y procurar no incordiarlo demasiado.
Adem¨¢s, dado caso que al menos un 72% de espa?oles se declaran cat¨®licos, los impuestos que reviertan sobre la Iglesia cat¨®lica no ser¨¢n moco de pavo; y har¨¢n de ¨¦sta una instituci¨®n rica, que, como todos los ricos, tendr¨¢ que entrar en el juego de la inversi¨®n capitalista. Y as¨ª tendremos a una Iglesia amordazada, que por miedo a no perder lo que tiene o por temor a que se le saquen los trapitos sucios que inevitablemente lleva consigo el itinerario de la inversi¨®n capitalista, dejar¨¢ de lanzar esas denuncias prof¨¦ticas, que, aunque pocas y t¨ªmidas, han sido eficaces sobre todo en los ¨²ltimos a?os de la dictadura. Y aqu¨ª quisiera decir una paradoja: la situaci¨®n econ¨®mica de la Iglesia en el franquismo (y en ¨¦pocas inmediatamente anteriores) eran menos peligrosas para su libertad evang¨¦lica. En efecto, lo que la Iglesia recib¨ªa del Estado -sobre todo la subvenci¨®n para el clero- era un sueldo de miseria, y ya sabemos que en una gran empresa, cuando los obreros est¨¢n mal pagados, el ambiente se pone tenso y puede producir una cadena de protestas. Quiero decir que los curas, tan mal pagados durante la situaci¨®n anterior, estaban sicol¨®gicamente (e incluso evang¨¦licamente) mejor preparados para lanzar sus denuncias prof¨¦ticas que los que en un futuro pr¨®ximo podr¨ªan disfrutar de los impuestos eclesi¨¢sticos, cuyo recaudador ser¨¢ el propio Estado. Yo he tenido ocasi¨®n de vivir por dentro ?casas de curas? de la Europa central, donde funciona este ?modelo alem¨¢n?, y confieso que en general he descubierto all¨ª muy poca fe y menor diligencia en la verdadera evangelizaci¨®n. Adem¨¢s no podemos olvidar que la propia Iglesia alemana se ha encontrado en la situaci¨®n del aprendiz de brujo: tanto dinero ten¨ªa, que se crey¨® en el deber de crear organizaciones de ayuda misionera para el Tercer Mundo. Este es el caso de ?Misereor? y ?Adveniat?. Pues bien, la misma prensa nos ha tra¨ªdo recientemente la noticia de que incluso algunos obispos alemanes han denunciado la connivencia de estas organizaciones ben¨¦ficas cat¨®licas y protestantes con la mism¨ªsima CIA. Muchos de nosotros (los que no somos centroeuropeos) ya lo sab¨ªamos, pero no nos cre¨ªan cuando lo dec¨ªamos.
Finalmente no pens¨¦is que esto es una intromisi¨®n de la base en lo que tiene que decidir el v¨¦rtice. De acuerdo: la Iglesia no es una sociedad democr¨¢tica, ya que en ella el poder no viene del pueblo, sino de Dios. Pero da la p¨ªcara casualidad de que Dios, como dice el pr¨®logo del Evangelio de Juan, ?ha puesto su tienda de campa?a? precisamente en la base, y ha ?revelado a los humildes y sencillos las cosas que ocultan a los magnates y engre¨ªdos?. Y San Pablo dice expresamente que la Iglesia es como un cuerpo, donde todos los miembros se necesitan mutuamente; pero subraya que los miembros superiores ?tienen necesidad? de los miembros inferiores, de los de menos categor¨ªa. Por eso, ninguna cumbre eclesial puede actuar sin escuchar la voz de Dios que suena en los ¨¢mbitos de la base.
Con esto quiere decir que las decisiones que haya que tomar no deber¨¢n serlo ¨²nicamente desde la mesa redonda u ovalada de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal: partiendo de la eclesiolog¨ªa m¨¢s ortodoxa esto supondr¨ªa renunciar a este modelo de Iglesia evang¨¦lica, donde Dios tiene su despacho precisamente en la base, en la periferia, entre los humillados y despreciados.
Adem¨¢s las consecuencias ser¨ªan letales para lo que queda de aut¨¦ntica fe cristiana en nuestro pueblo. Usando lenguaje taurino, yo dir¨ªa que esto ser¨ªa suficiente para rematar a este robusto toro ib¨¦rico de nuestra fe cat¨®lica, que por diversas razones se encuentra malherido, mal picado y con m¨¢s de una estocada, todav¨ªa afortunadamente frustrada.
En una palabra, no quiero erigirme en portavoz de nadie, aunque me consta que as¨ª piensan muchos cat¨®licos y otros cristianos de nuestra piel de toro. En todo caso sugiero que los creyentes que esto lean y est¨¦n en desacuerdo con el peligroso ?modelo alem¨¢n? escriban dici¨¦ndolo a la secretar¨ªa del episcopado espa?ol, calle Alfonso XI, 4, Madrid, 14.
?Ah! Y que conste que no propongo una Iglesia ?pobretona?, sino simple y llanamente ?pobre?, por aquello de que ?de los pobres es el reino de Dios?. O sea: no solamente los pobres son los evangelizados, sino tambi¨¦n los evangelizadores. Una Iglesia rica, a golpes de impuestos obligatorios recaudados por el Estado, quedar¨¢ castrada para engendrar verdaderos y aut¨¦nticos creyentes.
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