Orcajo
Tiene esta exposici¨®n la rara virtud de disuadirnos de aquello mismo que el primer golpe de vista parece suscitar. Apenas asomados a ella, chocan nuestros ojos con un fascinante conjunto de arquitecturas, nada ajenas a los sue?os febriles de Sant'Elia, a las metaf¨®ricas maquinaciones de Hans Hollein, a las utop¨ªas colosales de Soleri, Yonas, Katavalos, Kiesler y ciertos devotos de Archizoom, a las racionales incursiones en el absurdo intentadas por Wachsmann, a las edificaciones imposibles de algunos de los actuales y m¨¢s celebrados maestros ingleses... Todo el fulgurante universo de lo que, de forma muy gen¨¦rica, podr¨ªamos denominar futurismo arquitect¨®nico se nos presenta de golpe en las pinturas de Orcajo, y de golpe se desvanece, hasta el extremo de inducirnos a replantear el caso desde una consideraci¨®n antag¨®nica.Bajo apariencia inmediata de futurismo, las pinturas de Orcajo pregonan una actitud decididamente antifuturista. La fantas¨ªa arquitect¨®nica y urban¨ªstica que el futurismo concibi¨® como imagen de una aventura pluridimensional, abierta a la risue?a perspectiva del porvenir y alegremente confiada al despliegue y engranaje de la m¨¢quina, sigue en los cuadros de Orcajo siendo m¨¢quina, pero m¨¢quina de tortura, de reducci¨®n a la inanidad, que aboca al hombre a aceptar su sola e ineluctable unidimensi¨®n de transe¨²nte, con el trepidante acompa?amiento, eso s¨ª, de planificaciones y programas, c¨®digos y sem¨¢foros. Lo que para los futuristas fue, en fin, profec¨ªa, es para Orcajo memoria.
Orcajo
Galer¨ªa Vandr¨¦sDon Ram¨®n de la Cruz, 26
Memoria ?de qu¨¦? La identidad de la ciudad de nuestro tiempo (igual a s¨ª misma y a s¨ª misma y a s¨ª misma ... ) hace, a juicio de algunos psic¨®logos, que los ni?os crezcan sin recuerdos, esto es, sin patria conocida. Si, de acuerdo con Rilke, la patria del hombre es su infancia, vale decir (?sarcasmo de sus actuales pujos auton¨®micos!) que el hombre contempor¨¢neo carece de ella. Nacido sin el refrendo de un entorno identificable, crecer¨¢ y madurar¨¢ desprovisto de referencias originarias, de ra¨ªces genuinas, de suelo nutricio, de patria. Exento de recuerdos, o ligado a uno solo que le hace reflejarse en el muro acristalado del rascacielos de enfrente (igual a s¨ª mismo y al otro y al otro ... ), termina el hombre por quedar reducido a pura y dram¨¢tica silueta.
A eso, exactamente, reduce Orcajo la memoria del hombre: a la silueta de su cabeza (¨²nicamente de su cabeza) que por arte de magia se abre en dos mitades y nos descubre sus recuerdos. ?Cu¨¢les? Su total negaci¨®n o el agobiante suma y sigue de unos colosales edificios cuya sistem¨¢tica repetici¨®n raya en la sinonimia y somete a tajante unidimensi¨®n todo intento libertario. Siluetas internamente animadas por la ley que impone el sistema subyacente y unidimensional, y externamente definidas por el rasgo gigantesco de su propio vac¨ªo.Recuerdo sin recuerdos y futurismo sin futuro.
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