La propuesta de Edgar Faure
EL SE?OR Edgar Faure, presidente de la Asamblea Nacional-francesa, es una de las personalidades pol¨ªticas m¨¢s destacadas de? ¨²ltimo cuarto de siglo de la historia europea. El un d¨ªa joven abogado miembro de la resistencia contra los alemanes, que actu¨® en los procesos de N¨¹remberg, ha desarrollado una de las carreras pol¨ªticas m¨¢s notables de su pa¨ªs. Procedente del viejo radicalsocialismo fue, en la IV Rep¨²blica, el jefe de Gobierno m¨¢s joven de Europa. Durante la V, pese a no haber sido nunca formalmente gaullista, goz¨® de la confianza de? general De Gaulle, quien le encarg¨® de misiones muy delicadas -el se?or Faure fue quien inici¨® los contactos con Pek¨ªn que condujeron al reconocimiento por parte de Francia de la Rep¨²blica Popular China-; ha sido repetidas veces ministro, y fue, asimismo, quien, despu¨¦s de los acontecimientos de mayo de 1968, sent¨® las bases de la reforma universitaria francesa. Tras haber amagado en falso al sill¨®n presidencial -despu¨¦s de la muerte de Georges Pompidou anunci¨® su candidatura a la presidencia de la Rep¨²blica, pero tuvo que desistir pocos d¨ªas despu¨¦s ante la ascensi¨®n de Valery Giscard d'Estaing-, Edgar Faure permanece como presidente de la Asamblea, que, precisamente, deber¨¢ ser renovada en elecciones generales dentro, de poco m¨¢s de un mes. Su visita a Espa?a no ha sido simplemente protocolaria. Edgar Faure no es un personaje minimizable: conoce los entresijos de la pol¨ªtica francesa y europea como la palma de la mano, y es un ejemplo t¨ªpico de un gran pol¨ªtico democr¨¢tico, innumerables veces reelegido para sus sucesivos mandatos de alcalde, consejero regional y diputado durante los ¨²ltimos seis lustros.
De ah¨ª que sus palabras ante la Comisi¨®n de Asuntos Exteriores del Congreso no puedan ser echadas en saco roto. De ah¨ª tambi¨¦n que sus propuestas hayan decepcionado a los parlamentarios espa?oles. Sus tesis de que Espa?a podr¨ªa adherirse de manera simplemente pol¨ªtica a la Comunidad Europea, dejando para despu¨¦s la adhesi¨®n econ¨®mica, pueden parecer nuevas, dada la inventiva y la imaginer¨ªa verbal de que suele hacer gala el ilustre pol¨ªtico franc¨¦s. No en balde ha sido escritor de novelas polic¨ªacas. en sus ratos libres. Pero, de hechoyse trata de una propuesta inaceptable para Espa?a y que est¨¢ en la linea que inspira la pol¨ªtica francesa al abordar el problema de la integraci¨®n de Espa?a en la CEE.
Ya cuando el presidente Su¨¢rez viaj¨® a Par¨ªs, a finales del pasado agosto, pudo escuchar de labios del presidente Giscard d'Estaing algo similar. Antes de que Espa?a entre en Europa, Francia necesita una profunda reforma del Mercado Com¨²n agr¨ªcola -la Europa verde- y que se resuelvan una serie de problemas institucionales en el seno de la Comunidad. Par¨ªs teme la competencia del vino y los frutos espa?oles, tema Important¨ªsimo en per¨ªodos electorales, pues afecta al campesinado del Midi, y tambi¨¦n en la siderurgia y el textil. Al mismo tiempo, los pa¨ªses ?peque?os? en el seno de la CEE desean una profunda reforma del sistema de decisi¨®n en el seno del Consejo de Ministros, que hasta ahora s¨®lo puede decidir por consenso un¨¢nime de sus miembros. Habr¨ªa que reformar o modificar el sistema, as¨ª como reestructurar profundamente la composici¨®n y el funcionamiento de otros ¨®rganos fundamentales, como el Parlamento Europeo, la Comisi¨®n y el Comit¨¦ de Representantes Permanentes, entre otros muchos puntos.
La propuesta de Edgar Faure se basa en los mismos motivos. Francia, en la situaci¨®n actual, dif¨ªcilmente aceptar¨¢ la adhesi¨®n de Espa?a a la CEE sin una limpieza interna previa de la misma que salvaguarde sus intereses agr¨ªcolas, algunos industriales y garantice un funcionamiento posterior libre de peligros. Esa propuesta de adhesi¨®n pol¨ªtica, y no econ¨®mica, no tiene gran alcance. No existe precedente hist¨®rico similar, y todas las adhesiones habidas lo han sido plenas, con per¨ªodos de adaptaci¨®n arancelaria transitorios. ?C¨®mo podr¨ªa, pues, efectuarse la propuesta del se?or Faure? ?Qu¨¦ alcance tendr¨ªa, de no ser el de un mero simbolismo? La Europa pol¨ªtica no existe todav¨ªa. Lo que existe, literalmente, son las Comunidades Econ¨®micas Europeas, reguladas por el Tratado de Roma. Otra cosa es la cooperaci¨®n pol¨ªtica que los nueve han puesto en marcha posteriormente con vistas a la, por ahora, hipot¨¦tica ?Uni¨®n Europea?, idea tan cara para el desaparecido presidente Pompidou y que hoy parece haberse esfumado.
Esta cooperaci¨®n consiste en algunas reuniones del Consejo de Ministros de la CEE o del Consejo Europeo, que re¨²ne a los jefes de Estado o de Gobierno. Pero estas reuniones no est¨¢n ni insertas ni reguladas por el Tratado de Roma y, por lo general, no tocan aspectos pol¨ªticos simplemente, sino siempre en ¨ªntima relaci¨®n con la problem¨¢tica econ¨®mica com¨²n. ?Significar¨ªa la propuesta de Edgar Faure que Espa?a pudiera participar en estos consejos de cooperaci¨®n pol¨ªtica con voz y voto y en igualdad de condiciones con el resto de los miembros? Esto no lo ha aclarado el presidente de la Asamblea Nacional francesa, posiblemente porque la respuesta es negativa. Si estos consejos han surgido del flanco de la integraci¨®n econ¨®mica, dificilmente puede imaginarse un proceso inverso en el que la integraci¨®n pol¨ªtica diera lugar despu¨¦s a la econ¨®mica. Esta integraci¨®n pol¨ªtica est¨¢ al margen del Tratado de Roma, y Espa?a no puede aceptar situaciones que podr¨ªan eternizar las urgentes, necesarias, dif¨ªciles y minuciosas negociaciones que deben abrirle el debido paso a la integraci¨®n plena en Europa.
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